Capítulo 7: Recuerdos.

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Durante los casi dos años que Temo y Aristóteles llevaban de conocerse, no había día en el que no estuvieran juntos. Nunca habían discutido y nunca se habían peleado o distanciado; lo que hacía su amistad más única y especial. Aún más, si consideramos el gran afecto que se tenían y la gran importancia que habían cobrado en la vida del otro, en tan poco tiempo.

Y es que ellos eran ARIS y TEMO; ¡los mejores, más inseparables y geniales amigos del mundo! Eran la amistad que cualquiera quisiera tener, con todo el apoyo y el cariño que podrías desear, con los mejores temas de conversación, que nunca parecían agotarse, con las bromas, las risas y los momentos inolvidables. Era prácticamente cómo si estuvieran pegados, si querías encontrar a uno, debías de tener por seguro que el otro estaría con él.

En las mañanas, se iban juntos a la escuela y cómo estaban en el mismo salón siempre terminaban con miles de reportes por hablar demasiado en clase. En las tardes, hacían la tarea juntos, se iban a su práctica de Básquetbol o iban a la azotea del edificio a platicar, cantar o a tocar el teclado, pasaban tiempo en la feria o en el parque, iban al cine, a las convivencias de Ari con sus fans o a su trabajo de modelaje. Y por si eso no fuera suficiente, podían llegar a quedarse a dormir en la casa del otro o a desvelarse por querer seguir platicando y contándose cosas en la madrugada.

Para Pancho, el alejar a su hijo de todos sus amigos de Toluca para empezar de nuevo, lejos de todo lo que Temo conocía, lo había hecho sentir un poco culpable, pero el hecho de que hubiera conseguido a un gran amigo y se hubiera adaptado tan bien a Oaxaca en tan sólo unos días, le daba un poco de tranquilidad, ya que así su hijo no se sentiría triste ni sólo. Y definitivamente, le gustaba la forma en la que Aristóteles lograba que su hijo se atreviera a probar cosas nuevas, la forma en la que lo hacía sonreír y el hecho de que fuera un buen apoyo para su hijo.

Mientras que, a todos en la familia Córcega, al menos al principio, también les había alegrado que Aristóteles hubiera encontrado a un amigo tan bueno cómo lo era el joven López, ya que ninguno de ellos recordaba haber visto a Aristóteles tan feliz, cómo lo era cuando estaba con él. Y es que sí, efectivamente, Aristóteles se la pasaba rodeado de personas e incluso podría decirse que era un chico "popular" gracias a su canal, su gran confianza y su carisma. Pero nadie nunca se había vuelto tan especial para Aristóteles cómo para que llegarán a ser así de inseparables.

Teniendo una amistad como esa. ¿Quién habría adivinado que Temo y Aristóteles terminarían por distanciarse? Y es que, en realidad, ninguno de los dos deseaba hacerlo, ambos pensaban que no querían perder al otro.

Y ahí dónde se encontraban en estos momentos; con Ari que seguía recibiendo sermones de su padre y con Temo que ya estaba comprando sus boletos de autobús con dirección a Toluca, sólo podían pensar en sus respectivos deseos por verse y por platicar cómo lo hacían antes.

(1 semana después)

En los días que Temo y Aristóteles habían estado separados, ambos tuvieron muchísimo tiempo para pensar y para reflexionar. Desde que se distanciaron, lo único que los dos hacían era quedarse encerrados en sus habitaciones todo el día, sin ganas de hacer algo o de hablar con alguien, justo cómo Temo en estos momentos, que se encontraba en su habitación repasando en su mente uno de sus recuerdos favoritos que tenía junto a Aristóteles.

Aquel día había sido uno muy bueno para los dos. Ari y él habían ganado un partido de Básquet súper importante y habían salido a celebrarlo; primero habían pasado por unas paletas a una heladería que quedaba cerca de su escuela, después se habían comprado un balón nuevo de Básquet, y por último, habían regresado al edificio en el que ambos vivían, dirigiéndose a la azotea, el lugar que se había convertido en el lugar favorito de los dos, por ser el testigo de todas las risas que habían compartido juntos, y dónde Aristóteles decidió cantar con una voz, que ante los oídos de Temo, era la más dulce y angelical de todas.

Con miedo a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora