Capítulo 11: Quédate.

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El autobús de Temo partiría a las 2:30 de la tarde de un Sábado, según lo previsto. Su padre y sus hermanos; las calcomanías, lo habían acompañado hasta la estación para despedirlo.

-Nos llamas todos los días. ¿Eh, Temístocles? -Decía Pancho, tratatando de contener las lágrimas- Yo te voy a andar checando con tú tía Chela, así que pórtate bien, no quiero ninguna queja o te me regresas aquí a Oaxaca. Si ya les dije a tus hermanos que te anden vigilando, no creas que vas a andar haciendo lo que tú quieras. Me sacas buenas calificaciones y le ayudas a tú tía en la casa. ¿Entendiste?

-Sí Papancho. -Decía Temo, abrazando a su padre y aceptando cada una de sus condiciones.

Julio y Lupita simplemente se limitaban a abrazar a su hermano de la cintura y a no soltarse. Las lágrimas eran visibles en los ojos de ambos, aunque Julio trataba de contenerse más y no decía nada, mientras que Lupita le pedía a su hermano que no se fuera y hablaba sobre lo mucho que lo extrañaría.

Al llegar el momento en el que todos tuvieron que soltarse del abrazo para que Temo subiera al autobús y se dirigiera a Toluca, les tomó más tiempo del esperado poder soltarse, pero al final Temo terminó por dirigirse hacía el autobús que le correspondía, caminando despacio y mirando hacía atrás de vez en cuándo sólo para ver a sus hermanos y a su padre que continuaban despidiéndose de él con la mano.

Temo se formó detrás de otras personas que esperaban por subir al autobús, hasta que llegó su turno y por fin pudo entregarle sus pertenencias a la persona encargada de guardar el equipaje de todos los pasajeros. Miró al frente para subir y dejo de ser consciente de lo que sucedía a su alrededor. En especial, no fue consciente del joven de cabello rizado que acababa de llegar a la estación corriendo acompañado de su madre y que platicaba con su Papancho, luciendo desesperado, a tan sólo unos metros de distancia de dónde él se encontraba en esos momentos.

Ajeno a todo aquello, Temo estaba tratando de acomodarse en el incómodo asiento en el que se vería obligado a viajar durante largas y cansadas horas de trayecto. Su viaje estaba teniendo un leve retraso, por lo que decidió ponerse sus audífonos y mirar a través de la ventana, mientras los problemas se solucionaban y el resto de los pasajeros subían al autobús. Algunas lágrimas se deslizaban de su rostro, producto del emotivo momento que acaba de tener con su padre y con sus hermanos al despedirse de ellos.

Recordaba la mirada triste de Julio y una enorme sonrisa aparecía en su rostro al darse cuenta de que aún era importante para su hermano. Los recuerdos que estaba dejando atrás al irse de Oaxaca, en especial los que tenía con su tan adorado Aristóteles, hacían que las lágrimas se le escaparán de los ojos con mayor intensidad.

En su mente se decía; "Ya tranquilo, Cuauhtémoc, cálmate. Si te pones a llorar en un autobús vas a llamar la atención de todos".

Así que quizo dejar de enfocarse en recuerdos tristes o nostálgicos, antes de que terminará por inundar todo con sus lágrimas. Decidió que lo mejor para él sería cerrar los ojos y tratar de relajarse, pero antes, necesitaba mirar por últuma vez la central de autobuses, para poder despedirse de Oaxaca y darle una especie de "cierre" a todo lo que vivió ahí.

Por lo que fueron un par de segundos, Temo dirigió su mirada al frente, tratando de cumplir con su misión de "despedirse", pero encontrándose con algo completamente diferente e inesperado, que incluso le pareció que podía ser producto de su imaginación.

-¿Aristóteles? -Preguntó en voz alta, casi gritando, sorprendido por la imagen ante él.

Aquel bello chico, que tantas noches lo había dejado en vela y lo había hecho suspirar, se encontraba frente a él, diciendo su nombre, pidiéndole a gritos que se quedará y que se bajará del autobús, mientras golpeaba el parabrisas, sin darle importancia al escándalo que estaba causando, a las miradas curiosas de las personas que pasaban por ahí o a los comentarios que hacían.

Con miedo a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora