VIII

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Seis treinta. Shawn se removió en su silla y observó a Criss por la pantalla de su portátil. Nunca había pensado que aquellas cámaras le servirían algún día. Sonrió cuando la vio entrar en su habitación la primera vez con su expresión sorprendida. Tal vez se había impresionado por el tamaño de su casa. Las pocas personas que sabían de su existencia tenían la misma expresión. Dejo lo que hacía y observó fijamente cada movimiento que la castaña hacía.

Dios santo. A aquella mujer, incluso desde la pantalla, se le notaban sus curvas, sus generosos pechos y aquellos labios carnosos que pedían a gritos que los besara. Él sólo sentía la necesidad de salir de su oficina, buscarla y arrancarle toda la ropa. Maldijo en silencio cuando se ponía duro en tan solo pensar arrancarle la ropa.

«Cálmate, Mendes», se dijo a sí mismo. Tenía que terminar con su informe diario y luego la buscaría.

Vio como Criss abría la caja azul que había dejado sobre su cama y sacaba la nota que había escrito. Rió suavemente cuando esta arrugó la nota y la lanzó contra la pared. Le dio clic en la pantalla a un botón para escuchar lo que decía. Alzó ambas cejas cuando ella comenzó a maldecirlo, tenía que castigarla por eso luego.

Intentó concentrarse en su informe, pero aquella mujer no le dejaba y menos el bulto que se notaba en sus pantalones. Cuando ella salió de su habitación, suspiró y agradeció que lo hiciera.

Se concentró en el informe. Escribió unas cuantas palabras, borró algunas otras y luego guardó lo que tenía. Gruñó, maldito trabajo. Quería terminar con aquel proyecto lo más pronto posible, y aunque su mente en aquel momento estaba en Criss, sabía muy bien separar el placer del trabajo.

Alguien tocó la puerta. Uno, dos, tres veces. Shawn pidió que pasaran. Mark Tyson, un chico joven, alto y con cabello negro entró con su traje y Shawn reprimió una risa al verlo caminar. Le quedaba pequeño y caminaba de una manera extraña y divertida. Mark le envió una mirada asesina al observar su expresión.

-- ¿No es muy pequeño ese traje? – Preguntó divertido Shawn.

--Si no fueses mi jefe te juro que te mataría...

Shawn hizo un gesto levantando las manos –. Ya. ¿Qué quieres?

--La chica ya está aquí --informó el chico. Shawn asintió–. No sabía que necesitaras una asistente, pensé que no te gustaban.

Shawn se encogió de hombros, restándole importancia. No podía decirle la verdad, aunque le pagara muy bien a sus empleados para que fuesen más que discretos y mantuvieran su boca bien cerrada.

En verdad no necesitaba un asistente. Nunca lo necesitó. No había estado muy cómodo con decirle a otra persona que hiciera cosas por él. Durante muchos años había sobrevivido por sí solo y seguía sin confiar en alguien como para que hiciera todo por él.

--Cambié de opinión en este proyecto.

--Podías pedírmelo, como ves, prácticamente hago todo lo que dices –apuntó con su dedo hacia su traje. Shawn rió–. No te rías –se quejó el chico.

--Vale, sólo necesitaba a otra persona. Tú ya estás bien con lo que haces. ¿Diana hizo magdalenas? – Preguntó, cambiando de tema–. Tráeme algunas –le pidió al pelinegro cuando asintió.

Mark revoleó los ojos y salió de la habitación quejándose--. Si tan sólo no necesitara el dinero no estaría aquí –le escuchó decir Shawn.

Volvió a fijar su mirada en la pantalla del portátil al escuchar una exclamación de Criss. Sonrió al verla con su regalo en la mano.

Criss quedó boqueando al descubrir el pedazo de tela que Shawn le había regalado. ¿En serio el pensaba que se pondría aquello? Ni de coña.
Pasó un fino dedo por la tela roja, que era casi transparente, de negligé y lo puso sobre la cama. Vio que había otras piezas. Una diminuta braga roja y un sostén de encaje que hacía juego.

Lanzó el resto de las cosas en la cama y terminó su magdalena de un bocado. Idiota. ¿No podía esperar al menos una noche? O tan urgido se sentía para hacerla usar aquel atuendo.

Desvió su mirada hasta los objetos y levantó el negligé rojo para observarlo mejor. Lo puso sobre su pecho y se acercó a un largo espejo que estaba en un rincón. Una pícara sonrisa se asomó en sus labios. Aunque pensándolo mejor, se le vería bien... Sacudió su cabeza y pestañeó quitando de su mente el pensamiento.
Le lanzó una mirada asesina al pedazo de tela y lo guardó de nuevo en la caja azul. De ninguna manera se pondría aquello, por nada en el mundo.

Mucho hacía ya al presentarse en aquel lugar para salvarle el pellejo a su viejo, como había dicho Shawn en la carta. Guardó la caja bajo la cama y luego se sentó. Aún no entendía qué podía ver Shawn en ella, era algo que no se explicaba. No era exactamente una modelo o mujer "perfecta". Sus senos no eran tan grandes como muchas mujeres y su cuerpo no era muy menudo o esbelto, tenía algunas curvas pero nada que envidiar. ¿Qué le veía a ella? No podía ser que creyera que tuviera alguna experiencia, porque no era así. Más bien era una absoluta inexperta en el tema del sexo.

Escuchó algunos pasos por el pasillo y su corazón se aceleró. ¿Sería Shawn? Mordisqueó su labio y miró atenta esperando que la puerta se abriera. Nada. Los pasos se alejaron, pero su corazón seguía latiendo como loco. Soltó el aire que retenía inconscientemente y caminó hasta el cuarto de baño. Puso su mano en la fría pared y buscó el interruptor. Cuando las luces iluminaron el lugar, quedó sin aliento. Genial. Aquel baño parecía a aquellos que salían en las revistas y sin duda que era mejor que esos. Era más como los baños de hotel que solía frecuentar.

Observó la bañera, la ducha y el jacuzzi con rapidez. A continuación, lavó su rostro y lo secó con una pequeña toalla. Apagó la luz y cerró la puerta del cuarto de baño. 

--Hola, Ma chère –dijo una voz masculina. Criss se sobresaltó.

-- ¡Mierda! – Exclamó y se giró hacia la voz.

Shawn estaba en el umbral de la puerta viéndola, de brazos cruzados y con una sexy sonrisa en la cara. Su corazón comenzó a latir con rapidez y se quedó sin aliento al verlo por completo. 

Santo dios, si diez años atrás él había llegado a parecerle un hombre sexy, aquella palabra no llegaba a alcanzarlo en aquel momento. Tenía una camisa blanca que se ajustaba a sus anchos brazos y unos pantalones negros que le quedaban de muerte. Su cabello estaba algo largo y desordenado y sus ojos color avellana... aquellos ojos que en ocasiones parecían ser verdes y que siempre habían logrado derretirle de joven, la miraban con intensidad. Sin duda que no parecía a un hombre que fuese científico. Más bien parecía un modelo de Calvin Klein o Armani. Ella se aclaró la garganta e intentó ignorar el nudo que se formaba en su estómago.








Un mes de placer - Shawn Mendes (ADAPTACIÓN) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora