La apacible tarde del 28 de marzo estaba haciendo su arribo en las instalaciones del pabellón infantil, impregnando por los alrededores una asfixiante sensación. Una emoción desconocida que pese a los días acontecidos no fue capaz de identificar o siquiera canalizar, viéndose obligado a ignorar los llamados de alerta que zumbaban en lo profundo de sus tímpanos prácticamente hasta ensordecerlo.
Contempló en la distancia el perímetro de la zona de juegos en busca de algo que no estaba presente, y, sin embargo, lo sentía tan vivo, tan nítido que cada una de sus terminaciones nerviosas lo estaba enloqueciendo. Aspiró algo de aire bajo la tela del protector para desvanecer lo que fuese aquello que le trastornaba, siendo una labor inútil, la opresión sólo se incrementaba barriendo por entero con la escasa calma que aún le permitía funcionar de manera correcta.
Sacudió su cabeza con ligereza para espantar las perturbadoras inquietudes centrando sus esfuerzos en analizar a la pequeña que, apartada de todo a su alrededor, se refugiaba solitaria en una de las bancas del jardín. Impulsó su cuerpo dándose soporte con la ayuda de la puerta de cristal que separaba las secciones cuando se posó de puntillas, viéndola posar su entera atención en el inmenso firmamento teñido en explosivas tonalidades de naranja y purpura mientras la brisa primaveral ondeaba sus largas hebras en una danza silenciosa.
—"Ella se está despidiendo".
Fue una vocecilla quien se manifestó para romper su frágil calma. El impacto de esa resolución indujo a su sistema entero hacer corto circuito. Se alejó lo suficiente para que su espalda colisionara contra los muros de seguridad, dándose cuenta por primera vez lo duro que le costaba respirar. Estaba hiperventilando. Se retiró el cubrebocas del rostro, jalando bocanada tras bocanada de oxígeno disponible en el angosto espacio. Necesitaba tranquilizarse. Afianzó sus antebrazos no queriendo comprobar que sus demás miembros se sacudían en espasmos anticipados cayendo sobre su parte trasera, negándose a prestar oídos a las absurdas ideas que deambulaban por su mente con la intensión de lastimarlo. Negó repetidas veces no contando con el valor para volver a formularlas. Era inaceptable. Nadie podía ni debía separarla de su lado.
Unos cálidos dedos se colocaron en el estambre de su gorro incitándolo a levantar la vista para descubrir a su espectadora. Unos destellantes ojos azules le dieron la bienvenida, enmarcando sus infantiles facciones con una dulce sonrisa que apenas alcanzó a colorear sus mejillas de un encantador rosa. La observó por largo tiempo queriendo encontrar en su compañera el alivio que requería para sosegar aquel sentimiento de perdida que continuaba incrementándose, desquebrajando con el transcurrir de los minutos un lazo que pensaba con fe ciega sería irrompible.
—¿Jason? —la menor mencionó su nombre con la preocupación palpable, causándole cierta gracia cuando sus rebeldes mechones se deslizaron por sus hombros—. Jason, ¿me escuchas?
Lo hacía, por supuesto que podía oírle, tanto como lo hacían los golpeteos de su corazón siempre que le tenía cerca reconociéndola como la culpable de su agitación. Los "doki-doki" vibraban en el interior de sus costillas robándole el aliento, embargados en su totalidad con el sentir que le profesaba a la pequeña.
—¿Te sientes bien?, ¿Por qué lloras? —el nerviosismo de Hana era más evidente que antes cuando se inclinó a su altura y sus gentiles manos limpiaron con cuidado las tibias gotas que escurrían entorpeciendo el desconsolado mirar del infante.
¿En verdad lloraba?, en qué momento su fortaleza terminó de colapsar forzándolo a exponer su penoso estado e inseguridades. Sus extremidades se movieron en automático, invadidas por el más crudo temor cuando Hana pretendió erguirse para alejarse y respetar su espacio personal. Sus brazos se envolvieron en su cintura atrayéndola con un preciso tirón al rincón en donde estaba postrado. Se abrazó a ella sin intenciones de soltarla, liberando la tensión que entumecía a sus músculos ante los susurros que articulaba con cariño, diciéndole una y otra vez "todo estará bien, yo estoy contigo, Jason".
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47 Razones para Amarte (Libro 1 Saga Razones)
RomanceLibro #1 de la Saga Razones. Jason es un niño que vive sumergido en el dolor debido a la leucemia. Hana es una pequeña con Síndrome de Down que es atacada y discriminada. Ambos se conocerán en el mismo hospital, lugar en donde Jason, encontrará más...