Razón #14 - El Misterio de la Flor de Lis

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Entró a la habitación bañada en sombras cerrando la puerta tras de sí para hacer morir la empalagosa melodía navideña y los murmullos innecesarios de los invitados que sonaban desesperantes por los alrededores de la casa. Retiró a jalones de la delicada corbata que lo habían obligado a portar, arrojando a un punto indefinido el saco y los zapatos para no tener que verlos por más tiempo, buscando algo de calma entre todo el caos de enojo, decepción y aturdimiento que se cernía con intensidad dejándole un sabor sumamente amargo.

—Feliz navidad, Hali —llamó con renovada alegría al regordete peluche de manzana roja que descansaba en la esquina de su cama.

Subió a la calidez abrigadora de las frazadas alcanzando a la dulce figura que expectante, lo observaba con aquel par de bonitos ojitos negros que ansiaban curar la grieta que esas desagradables personas habían forjado con sus duras palabras. Rozó con la yema de sus dedos los suaves contornos de Hali, encontrando la fuerza para relatar lo que la madre de Matt había hecho con la integridad del ser que más amaba.

—Ella le mencionó a toda esa gente que me habían rescatado de un orfanatorio —le reveló entre risas huecas a su afelpada confidente, sintiéndose enfermo por lo retorcido de la situación—. Se atrevió a ensuciar la memoria de mi madre —hizo un esfuerzo por controlar sus emociones—. Ella dijo que mamá fue una mala mujer —guío su mano hacia una de sus mejillas percibiendo aún la emisión de calor que se desprendía de la piel recién magullada por la bofetada que Eve Brown, le había propinado cuando desmintiera sus absurdos comentarios delante de sus infames espectadores.

Unos toquidos a la puerta lo hicieron reaccionar centrando su interés en la rizada cabeza que se empezaba a asomar por el marco de entrada con el miedo latente del rechazo. Matt avanzó dudoso hasta su espacio cuando él aguardara en completo silencio a que terminara de aproximarse, denotándose la ausencia de aquella característica chispa de alegría que resaltaba en su divertida y jovial personalidad. Tomó asiento justo a su lado, posando la esmerilada mirada en la lustrosa suela de su calzado para evitar encararlo debido a la vergüenza. El preadolescente estaba herido y terriblemente desilusionado. El dolor lo sentía emanar en gruesas oleadas desde sus poros casi de forma física, dándole una leve idea de lo que su hermano vivió al comprobar que el amoroso concepto en el que tenía a Eve Brown era una mera fantasía.

—Lo-lo siento, Jason —apenas logró articular—. Por favor, perdóname —estrujó los pliegues de la tela de su pantalón haciendo temblar sus nudillos, resistiendo el enorme impulso de llorar su perdida.

—¡Deja de hacer esto, Matt! —respondió molestó con el ojiverde—. ¡No eres culpable de los actos de tú madre! —intentó hacerle entender, sin embargo, Matt continuaba sin enfrentarlo después del desagradable momento que experimentara de la mano de la mujer que por años admiró y respetó con ciega devoción.

—Te hirió, Jason —se giró a verlo con la mirada bloqueada por las lágrimas, grabándose de manera permanente en su mente el deleite que tenían las facciones de su madre al atacar a Jason con la mayor de las alevosías. Ella lo había disfrutado de eso no tenía duda—. ¡Por dios, fue tan inhumana!, mamá es un monstruo, ¿verdad? —guardó silencio, sonriendo con cierta melancolía cuando apartara sus ojos del infante por temor a su desprecio.

—Ningún hijo es responsable de los actos de sus padres, Matt —le dijo con una madurez que no encajaba en un niño de su corta edad. Sin esperarlo se abrazó a su espalda, jugando con el nido de rizos oscuros que parecían explotar en variadas posiciones—. Tuviste la alternativa de negarme tu cariño el día que entré a esta casa, pero a diferencia de los demás, elegiste ser mi hermano... elegiste ser mi familia.

El sonido de un aparato electrónico irrumpió para captar la atención de ambos, enfocando la vista en el blanquecino punto de luz que resaltaba entre la brumosa oscuridad brillando incandescente mientras se escapaba de la pantalla del móvil recién cargado sobre la mesita de noche, incomodándolo el tener que verse obligado a utilizar algo que viniese de las manos de su padre.

47 Razones para Amarte (Libro 1 Saga Razones) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora