Razón #21 - El Castillo de los Espejos Rotos

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Se adentró en las oscuras fauces de su departamento sin molestarse siquiera en activar los interruptores para proporcionar algo de iluminación. Vagó en aquel universo de sombras, figuras extrañas y recuerdos fantasmales que aún ahora lastimaban. Arrastró su maltrecha humanidad por el angosto corredor que, interconectaba todas las demás áreas en común, dirigiéndose sin paradas a la habitación principal. Distintos accesorios eran despedidos, unos sobre la cama, otros más en el alfombrado y algunos desafortunados fueron catapultados hacía el felino que irritado maullaba en desacuerdo su comportamiento mientras se refugiaba en el interior de las mantas dispersadas.

Lanzó un pequeño bolso de viaje justo al costado en donde Cooper sacaba previsor su peluda cabeza, verificando que los alcances de seguridad fueran los requeridos para estar en su mismo espacio vital. Una minúscula sonrisa apareció en su rostro al ver a su querida mascota recriminar su estado con aquellos afilados ojos, consolándole al acariciar con gentileza su suave pelaje, después de todo, él no tenía por qué pagar los estragos que le devoraban.

Se negó a pensar en los eventos ocurridos. Sus músculos aún se crepitaron en dolorosos espasmos haciendo que sus demás sentidos despertaran tan intensamente que el dormitorio completo giró en 360 grados, estando cerca de vaciar el nulo contenido acumulado en su estómago.

—Maldita sea —sus miembros habían sucumbido al agotamiento negándose a sostenerlo, obligándole a presionar los puños contra las sabanas arrugadas para tratar de conseguir un poco más de equilibrio.

Se desplegó en el piso en una pose exhausta reposando en una de las esquinas de la cama a la vez que los acontecimientos lo atormentaban con la clara tentativa de herirle. Había vagado por horas en las solitarias calles de la ciudad tratando de mantener tan nítida como fuese posible la trayectoria que había tomado el vehículo en el que abordó el profesor de diseño de Marck, pero había sido imposible. Su ruta era desconocida.

Carver... Dylan Carver —pronunció el nombre del sujeto sintiéndose tan abrumado por sus emociones que incluso era difícil respirar con normalidad.

A su memoria vinieron los hechos que envolvieron a un viejo pliegue fotográfico que hace más de diez años había encontrado a hurtadillas en la habitación marcada con el número 504. Una escena familiar tan ordinaria que rayaba en lo extraordinario, un instante que ese joven disfrazado con las graciosas astas de un reno con nariz roja había compartido junto a una adorable Hana que alegre recibía unos sencillos tenis Converse como regalo de navidad. Su última navidad.

Sacó el móvil que tenía en uno de los bolsillos de su pantalón, no demorando en obtener en el buscador de Google el número telefónico que necesitaba. Enjuagó la cálida lágrima que corrió por su mejilla esforzándose por erguirse y proseguir con los preparativos en las mejores condiciones. Carraspeó para vocalizar adecuadamente cuando el lado contrario de la línea se activó, siendo una amable señorita quién tomara su llamada con aquel típico mensaje mecanizado de fondo.

—Buenas noches, quisiera hacer una reservación para el siguiente vuelo disponible a Boston, por favor —Jason solicitó ingresando al sanitario.

Sus manos se deslizaron por la sólida pared hasta localizar el interruptor, situando su figura en el modesto espejo rectangular que posaba arriba del lavabo. La mirada que le regresaba la persona plasmada en la barrera de cristal se mantenía fija en los rojizos manchones desprovistos que aún pendían de su ropa una vez la sangre de su hemorragia se hubiese endurecido sobre la tela. El aroma ferroso dominada su entorno, acumulando la amarga bilis en la punta de su paladar lista para volcarse en las baldosas si no se tranquilizaba.

—¡Disculpe, aquí continuo! —mencionó aprisa ante el llamado preocupado de la mujer que le explicaba a detalle que el único vuelo estimado para esa noche saldría en menos de tres horas con escala programada, por lo que demoraría el doble de tiempo el poder llegar a su destino—. No importa lo tomo, así que confirme mi asiento —concluyó antes de presionar la pantalla táctil y cortar la comunicación.

47 Razones para Amarte (Libro 1 Saga Razones) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora