Capítulo 9

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Jurgen

— ¿De verdad? ¿Vas a hacerlo?

Del otro lado de la línea la voz de mi editor sonaba con sorpresa y alivio.

— Sí, voy a escribir algo este año, aun no sé bien qué pero voy a intentarlo. Estoy decidido.

— ¡Ese es HeavenBook! Quiero saber que pasó para que tuvieses este cambio de decisión. Pensé que sería difícil convencerte pero ahora veo que no.

No podía decirle cuales fueron las razonas, si le decía que fue porque Samantha es fan de HeavenBook estaría metiéndome en un intenso interrogatorio por parte de él y no quería soportar preguntas que probablemente no sabría responder. Ni siquiera yo sabía por qué lo estaba haciendo, quizás sea por complacer a los lectores… o quizás sea por Sam.

— Nada, solo pienso que escribir algo nuevo es buena idea — señalé con un nudo en la garganta sabiendo que no era sincero del todo. Sabiendo que esa no era la verdadera razón.
  
— Tu madre estaría orgullosa del gran escritor que eres Jurgen. Además, estas manteniendo vivo el espíritu de ella, eso es bueno muchacho.

Al colgar la llamada dejé caer el peso de mi cuerpo sobre el sofá de la sala. Comencé a recordar lo que paso ayer, era un alivio saber que ella estaba bien, se veía sana y con energia. Cuando nos chocamos en la salida de la escuela no podía creer que fuera ella a quien tenía en frente de mí, aunque Sam fuera tan indiferente conmigo me complacía volver a verla.

Me hacía gracia verla tan fascinada por los libros de mi sala que si me lo pedía le hubiese regalado el que más le gustara. Pero lo que más me sorprendió fue cuando confesó su fascinación por HeavenBook. Si supiera que la persona que está detrás de sus libros soy yo, estoy seguro que no sabría cómo reaccionar. Pero nadie podía saber ese secreto.
Pensé que después de ver que Samantha estaba bien mi preocupación cesaría y podría dormir tranquilo nuevamente, pero desafortunadamente no fue así. Me mantuve toda la noche pensando en ella. La imagen de su rostro tan cerca del mío en el momento en que la sorprendí viendo mi biblioteca aparecía cada vez que cerraba mis ojos, fue la segunda vez que nos encontrábamos en esa situación. A diferencia de la primera vez, cuando estábamos en la biblioteca de la escuela, me sentía divertido y disfruté de fastidiarla. Pero ayer una sensación diferente me atacó desprevenido, sentía que las palpitaciones de mi corazón cambiaron su ritmo a uno más acelerado, un calor me recorrió el cuerpo y por alguna razón quise que esos pocos segundos se detuvieran en el tiempo haciéndome disfrutar más de aquello que al mismo tiempo me asustaba. Me asustaba pensar que me estaba enamorando como un idiota. Su imagen estaba quedando grabada en mi mente y no había nada que pudiera hacer, solo rogaba que no terminara grabada en mi corazón.

¿Por qué mi mente no me dejaba tranquilo?

Cuando dije que quería vivir la vida que tenían los personajes de mis libros me refería a una vida con amistades, sociabilizar, ser un chico normal de dieciocho años que solo se preocupa por vivir despreocupadamente su adolescencia. No me refería a ser una víctima más del amor. Pero debo olvidar eso, no puedo aceptarlo, aun no estoy  enamorado. Debía seguir con mi comportamiento molesto hacia ella, seguir con ese gusto de hacer saltar la chispa que detona su frustración, seguir divirtiéndome a costa suya, verla de manera desinteresada. Así y solo así evitaría tener cualquier afecto indeseado hacia Samantha.

Ya no quería seguir pensando en nada relacionado a Samantha Morgan, debía ocuparme de otras cosas, como escribir ese nuevo libro. Aunque sepa muy bien que en cierto modo fue por ella que acepté trabajar este año. Aun así debía hacerlo.

Dejé la sala para ir por un abrigo a mi habitación. Tomé una campera de cuero negra y unos guantes, tan pronto como me los puse bajé hasta la entrada de casa con la idea de salir a caminar un rato. Mi madre decía que caminar era buen método de inspiración, observar a otros en la calle, ver la realidad del mundo, sacar ideas de la realidad que me rodea.
Luego de varios minutos cuando la noche ya no tardaba en llegar y las estrellas poco a poco iluminaban el cielo, llegué a la puerta de un bar donde la gente entraba y salía constantemente. Dos grandes columnas iluminadas por luces de colores enmarcaban el ingreso por una enorme puerta de vidrio translucido. Me detuve a admirar la arquitectura del sitio, no estaba nada mal. Pensé que podría escribir sobre un grupo de personas que se conocieron en un bar una noche de verano, cosas así. Ahora mi inspiración era pequeñas ráfagas de viento.

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