Capítulo 14

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Samantha

No me lo podía creer ¡Una fiesta rodeada de escritores!

Aunque tengo mis dudas sobre si esto es verdad no podía dejar pasar esta oportunidad, por más que fuese con Jurgen. Había pasado buen rato del día deprimida por el rechazo de Elioth, pensando en quién podría ser esa persona que le había comenzado a gustar. Mi cabeza estaba hecha un lio por Elioth y por Jurgen. Cuando por fin me había decidido a tomar coraje para decirle a Elioth lo que me pasaba, las cosas me salieron mal. Y Jurgen por su parte no desaprovechó la oportunidad de abrazarme. Ese abrazo me dejó tensa al recorrerme por todo el cuerpo una sensación de protección y ternura. En silencio me sentí agradecida por su preocupación y no quise apartarlo de mí por más que supiera que ese abrazo provenía de ese idiota, porque de alguna manera me hacía sentir un poco mejor, pero también sabía que no debía permitir su acercamiento porque no podía seguir gustándole aún más. Pero hoy sería inevitable, hoy pasaría nuevamente una noche con él, aunque solo por interés. Si lo de la fiesta era verdad no lo debía dejar pasar.

Llegué a su casa y me mantuve afuera parada un rato sin llamar. Medité sobre lo que estaba haciendo, no tenía la certeza de que sí era verdad lo que me había comentado. Por otro lado  sentía incomodidad de estar solos los dos en una casa sin nadie más, aún sabiendo que se había enamorado de mí. No sabía qué hacer.

Unos minutos más tarde, después de ver en mi teléfono que ya habían pasado algunos minutos después las siete en punto me digné a llamar a la puerta. Al abrirse me recibió Jurgen vestido con un traje negro y corbata azul. Su perfume era un delicioso aroma y su cabello estaba peinado hacia atrás dejando ver perfectamente sus ojos verdes. Era la primera vez que lo veía así, y debía admitir con todo el desprecio que tenía que él se veía espectacularmente bien. Parecía un príncipe sacado de un libro. Pero eso no le quitaba lo fastidioso que podía ser.

— Adelante, estaba esperándote — entré observando lo perfecta que se veía la casa. El  aroma a limpieza envolvía el ambiente y todo se veía reluciente, nada que ver con mi casa —  Vendrán a recogernos pronto, si quieres puedes cambiarte en mi habitación.

— Te advierto que si esto es mentira, vas a morir idiota – sentencié dominante.

— Para nada — dejó salir una risa — podría jurarlo.

— Entonces júralo — dije levantando las cejas — te escucho.

— Te lo juro Samantha Morgan.

— Bien, iré a cambiarme. ¿Dónde está tu habitación?

— Subes las escaleras y en la segunda puerta a la derecha — me indicó.

Entonces me dirigí a las escaleras pero a mitad de camino me detuve y volteé a verlo dudosa.

— No habrás colocado cámaras en tu habitación, ¿verdad? — le espeté, él soltó una risa por unos segundos y negó con la cabeza. Bien, eso no me lo aseguraba pero tampoco creo que se le hubiese ocurrido hacerlo.

— Puedes usar el baño también, es en la puerta de enfrente — agregó y al instante continué subiendo los por los escalones.

Ya en planta alta me encontré en un pasillo con varias puertas, la segunda a la derecha seria a la que debía entrar, me acerqué para abrirla e ingresar. Mis ojos se abrieron grandes al ver la espacialidad que había, una cama enorme cubierta por sabanas blancas y esponjosas almohadas. El piso de color blanco y con una alfombra suave que se desplegaba en la zona de la cama. Los muros de color gris claro combinaban perfectamente con algunos detalles de un revestimiento de piedra logrando una hermosa armonía y un ventanal enorme se lucia dejando ingresar gran cantidad de luz natural. Dejé caer mi bolso en la cama y me acerqué a esa enorme ventana con cortinas blancas hasta el piso. Las abrí un poco para ver a través del vidrio, la vista daba al jardín trasero que estaba cubierto de un abundante césped y algunas plantas con flores de colores variados. Un árbol de cerezos era el centro del jardín y se veía espectacular, quería estar debajo de él y sentirme como en mi libro favorito. Me aparté de la ventana cerrando bien las cortinas. Luego, como la curiosidad me lo exigía, comencé a husmear algunas cosas en el cuarto. Había un escritorio con algunos libros arriba y una computadora. Tomé uno de los libros y vi como tenía marcado algunas frases en sus páginas, típico de cualquier lector.

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