Capítulo 32

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Samantha

La noche era simplemente perfecta. 

Estábamos sentados al aire libre, en la terraza de su casa. Al principio me negué a subir, me parecía mas cómodo estar en la sala, en el sofá con alguna música suave, pero Jurgen insistió en subir al techo, hasta que logró convencerme. Cuando subimos supe la razón por la que había sido tan insistente. Había preparado un hermoso ambiente allí arriba, habían luces por todos lados, una alfombra muy suave que cubría un gran espacio, y una pequeña mesita con flores en el centro y con una pequeña comida que lucia muy elegante. Junto a ella habían unos cojines muy cómodos donde nos sentamos. Al rededor algunas telas de color blanco adornaban en conjunto con mas flores de colores rosas y amarillas, no sabia que esos colores combinaban tan bien. Una suave melodía sonaba, y para hacerlo todo mas perfecto, las estrellas de la noche diáfana eran nuestro techo. Cada detalle era simplemente perfecto. No esperaba todo esto. 

Jurgen me tomó ambas manos y me enseñó una hermosa sonrisa, era una sonrisa completa, sonreía con su boca y con sus ojos también, esa mirada que expresa cosas que no se pueden explicar en simples palabras. Su mirada fija en mi, desvinculándose de todo lo que había al rededor y fijándose solo en mi con todo el amor que solo él sabe expresar. Mis ojos eran como espejos, porque le respondían con el mismo amor que él me miraba. 

—  Feliz cumpleaños, mi amor. 

Se acercó suavemente posando sus labios en los míos, acariciándolos con delicadeza. Sentía como mi corazón latía, sentía como esas mariposas en el estomago de las que tanto habla la gente eran reales. Él era todo lo mágico de mi vida, el regalo perfecto. 

Me abrazó, y en ese momento pude sentir la mejor melodía que podría haber escuchado en toda mi vida, el latido de su corazón. Y estaba segura que esos latidos expresaban el mismo amor que el mío, porque nuestros corazones latían a la misma frecuencia, con la misma melodía. 

— Gracias, mi amor —  respondí en un susurro que él pudo escuchar. 

Sin soltar mis manos me llevó hasta los cojines para sentarnos. Estábamos sentados uno al lado del otro, a muy poca distancia. No sabia que decir, estaba sin palabras. Luego observé nuevamente toda su presencia, su olor, su vestimenta, su cabello, todo lo había arreglado cuidadosamente. Ya podía imaginarlo arreglándose por horas, y todo para mi. Todo esto me hablaba de lo sincero y real que era su amor, de que yo ocupaba una parte muy importante en su vida y me alegraba que esto fuera mutuo, porque el también ocupaba una parte muy importante y grande en mi vida. 

— Te ves muy lindo — alagué —  me recuerdas la noche que fuimos a la fiesta de la editorial. 

— Te recuerdo a ese día? entonces ese día ya te gustaba, me veías lindo desde entonces? — acompañó su comentario con una sonrisa burlona. 

— No, no es así —  reí tímida. Pero pensándolo bien, esa noche ya comenzaba a gustarme. No podría negarme que ya comenzaba a importarme desde esa noche. —  olvídalo.

— Bueno, esa noche me enamoré de ti por segunda vez. Pero sufrí mucho, porque no podía abrazarte, besarte, o tomarte de la mano. Me hiciste sufrir.

— Me estas reprochando —  reí. — ¿Debería abrir un libro de quejas para ti?

—  También te ves hermosa esta noche — dijo con una voz muy cálida — los chicos hicieron un buen trabajo. 

— ¿Los chicos? Ya lo sabias, estaba todo planeado. El vestido, los zapatos y el peinado. — era obvio que nada había sido casualidad — ¿De quien fue la idea? — Seguro fue su idea. De todos modos estaba muy contenta. No imaginé que podría tener un día tan hermoso como este. 

Te Busco Entre PáginasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora