CAPÍTULO 34

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Paré de correr cuando alcancé a Nicholas. Él también había dejado de correr. Ya habíamos llegado a la estación de trenes.

Lea estaba parada, frente al banco, mirando a las vías, con un boleto de tren entre los dedos, esperando que apareciera el tren como por arte de magia para ya marcharse de una vez por todas y dejar este pueblo atrás. Estoy segura que nos escuchó llegar, pero optó por ignorarnos. La vi fruncir su boca, como si estuviera mordiendo el interior del labio.

— Nicholas — musité su nombre, e incluso extendí mi mano para tomar su brazo. Pero era como si yo no existiera. Nicholas me miró, pero en sus ojos no había nada para mí. Lo vi caminar en dirección a Lea, alejándose de mí.

Nicholas intentó tomar una de las manos de Lea, pero ella esquivó sus dedos, como si estos fueran algo despreciable.

— Vamos, Lea... hablemos tranquilos en casa.

Fue entonces cuando sentí que Marcus se había unido a la escena, pero sólo tomó el rol de un mero testigo ocular, se paró a mi lado, y los dos, miramos desde la distancia como Nicholas, prácticamente, le rogaba a Lea para que no se marchara.

— Por favor, Lea, sé razonable — decía juntando sus dos palmas frente a su rostro en modo de súplica.

— ¿Ser razonable?, ¿Con quién?, ¿Con un monstruo inhumano como tú? — Lea, cansada de ignorarlo, se volteó y lo enfrentó con una expresión de furia.

— ¿Monstr...?, ¡¿De qué diablos hablas?!, ¡¿Por qué no me hablas claro?!, ¡Ni siquiera entiendo lo que hice mal! — Nicholas había dejado su carita de arrepentido y súplica para tomar una de desespero, llena de arrebato — Estoy cansado de que nunca me digas lo que sucede, ¡Siempre tengo la culpa de todo!, ¡Siempre tengo que pedir perdón yo!, ¡Pero esta vez te has pasado!

— ¿En serio te atreves a echarme la culpa?, ¿Y encima finges no entender de lo que hablo?, ¡¿Cómo te atreves a ser tan descarado?! — Lea estaba furiosa, nunca la había visto levantar la voz, y muchos menos poner esa cara de furia, como si pudiera matar a alguien, incluso debo confesar que hasta me daba un poquito de miedo — ¡Incluso podría denunciarte por esto!, ¡Y debería hacerlo!

— ¿De qué...?, ¡¿De qué hablas!? — Nicholas se veía entre preocupado y confundido, esta vez, aunque Lea esquivaba sus manos, la tomó entre sus dedos de igual forma, y se aferró con fuerza para que no pueda zafarse de su agarre.

La bocina del tren rompió la discusión, y su pesada maquinaria, fue deslizándose por las vías, hasta detenerse frente a nosotros. Rodé una mirada empírica por toda esa bestia de metal, hice un conteo de vagones, hasta llegar a la locomotora, quien anunció su llegada con otro par de bocinazos que nos aturdieron la cabeza momentáneamente.

Había llegado el momento de la verdad. Lea subiría a ese tren y se marcharía para siempre. El problema era convencer a Nicholas de que la dejara ir, y como estaban yendo las cosas, no parecía querer soltarla.

—¡Suéltame! — Lea se sacudía intentando desprenderse de sus dedos que se encerraban alrededor de su muñeca, mientras miraba hacía el tren con desespero — ¡Si no me sueltas juro que te...!

— ¡No, no te soltaré!, ¡Te llevaré de vuelta a la casa!, aunque tenga que llevarte en mi hombro como un saco de papas, te llevaré conmigo de vuelta — Nicholas sonaba determinante, y algo en su mirada decía que hablaba en serio cuando decía de traerla de vuelta en su hombro contra su voluntad.

Esto iba a ser un desastre, y la idea no me desagradaba. Tenía una carcajada picando en la punta de mi lengua, pero tenía que contenerla.

— Lea, deberías pensarlo mejor, ahora estás muy agitada — dijo Marcus.

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