CAPÍTULO 50

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Estaba en mi ciudad y nunca me había parecido un paisaje tan triste.

Tardé varios segundos en llamar a la puerta de mi casa. Quería mentalizarme primero, antes de enfrentarlos. Estaba destruida, estos tres meses habían sido un infierno. No quería llorar delante de mis padres, no quería...

Abrieron la puerta y me abrazaron con fuerza. Correspondí a sus abrazos. Necesitaba eso, contacto humano, un poco de cariño.

— ¿Y Marcus? — preguntó mi madre curiosa al verme sola — Pensé que pasaría las fiestas con nosotros, ya que están saliendo.

— Nosotros... — tuve que detenerme en mis palabras para no quebrar la voz — terminamos.

Al terminar de decir "terminamos" casi lloro, tuve que mirar al suelo y pensar en algo lindo para no desarmarme allí mismo, frente a mis padres.

Piensa en gatitos, lindos gatitos.

Mierda, ni una docena de gatitos podría aliviar este dolor que cargo en el corazón.

— ¿Quieres hablar de eso? — me preguntó mi madre al ver que no levantaba el rostro del suelo.

— No — le dije levantando el rostro para verla —, no quiero.

Mi madre y mi padre, no interrogaron más al respecto, seguramente vieron en la expresión de angustia que llevaba, que no era un tema que quisiera hablar, y ellos respetaron eso.

La cena de navidad fue una tortura. Vinieron mis abuelos, mis tíos y primos, y nunca en la vida me había molestado sus presencias como ahora.

— ¿Y el novio?

— ¿Y tu carrera?

— Escuché que estabas de novio ¿Dónde está?

— ¿Cómo está Helen, tu amiga?, hace mucho que no la veo.

— ¿Y Nicholas?

Odié cada pregunta que me hicieron. Sólo quería que se callaran y me dejaran en paz. ¿Acaso no podían ver todo lo que estaba sufriendo? ¿No era evidente el calvario por el que estaba pasando?... siempre odié a las tías metidas, que hacen esas preguntas incómodas, pero hoy las odié más que nadie. Sólo lograban que recordara cuan miserable era, un poco más.

Cuando los invitados se fueron, sólo quería tirarme sobre mi cama y dormir de manera indefinida. Pero ni siquiera pude llegar a mi habitación, me derrumbé sobre la escalera. Mis rodillas flaquearon, se doblaron hasta dejarme sentada sobre el escalón.

Mis lágrimas caían como cascadas, me inundaban el rostro. Mi corazón martilleaba de manera dolorosa. Y los recuerdos me lastimaban cada vez que pensaba en ellos. Los extrañaba. Odiaba estar sola. Me odiaba ¡Me merecía esto! ¡Pero no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarlo!... me estaba destruyendo a mí misma... me sentía morir.

— ¿Hija? — mi madre corrió para subir la escalera y llegar a mí, se sentó junto a mi lado, y me inspeccionó preocupada, mientras yo no dejaba de lanzar lágrimas como una fuente — ¿Diana?, ¡¿Qué te sucede?!

No le pude contestar, gemía y lloraba tan fuerte... me dolía la garganta, no podía decir nada.

La miré e intenté decirle que me estaba muriendo, que lo que sentía me era insoportable, pero las palabras no salieron, se quedaron en mis labios, en cambio, salió un gemido apagado y lloré más fuerte.

— ¿Es por Marcus? — mi madre pensaba que era porque había terminado con él, y en parte tenía razón — ¿Todavía lo extrañas?

No pude contestarle con palabras, sólo pude asentir. Quería decirle que no solo extrañaba a Marcus, los extrañaba a todos, a Helen y a Nicholas... incluso los extrañaba a Jeremy y a Lea.

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