Valentina®️

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—Tiene que haber una forma de hacerles entender que tú no has tenido nada que ver con ese tipo—Valentina queria, más que nada en el mundo, poder abrazar a Frederick en ese momento.

Le dolía verle así, demacrado, con ojeras y ligeramente más delgado. Frederick, en seis semanas, había cambiado. Valentina no quería pensar en las condiciones que él estaría viviendo en prisión, no quería pensar en todos los tipos malos con los que él se rodeaba ahora.

—Tengo muy mala pinta, ¿eh?—ella sabía que Frederick estaba tratando de suavizar la situación, como había hecho cada día durante las últimas seis semanas. Había sido un infierno. Desde el momento en que lo habían arrestado hasta el momento en que ella había llegado a la estación de policia donde lo tenían retenido. Lo habían pasado con un juez que había dictado que debía mantenerse en prisión en lo que se preparaba el juicio para dictarle sentencia. A Valentina no la habían dejado estar con él en ningún momento, alegando que podría 'traumarla más'.
Había luchado y peleado con los agentes que querian mantenerla lejos de él, diciendoles una y otra vez que Frederick nunca le había hecho daño y que siempre la había tratado bien, que Zacharias era un animal que se degustaba haciendo daño a las jovencitas a las que retenía en contra de su voluntad y que ese cerdo era el que merecía estar tras rejas, no Frederick. La respuesta habia sido la misma: síndrome de estocolmo. Los agentes de policia e incluso el mismo juez, pensaban que Frederick le había lavado el cerebro para que dijese sólo lo bueno que él quería que dijera.

—Quiero abrazarte, Frederick—el destello de los ojos azules de él, le dijeron por un momento que él tambien lo quería y que se sentía importente de no hacerlo.

—¿Recuerdas aquella vez en el aeropuerto en que me diste a comer pescado?

Valentina asintió mordiendose el labio para evitar soltar el llanto. Recordaba todos y cada uno de los momentos a su lado, aunque ahora con nostalgia.

—Necesito que seas esa mujer decidida y terca, cariño mio, porque serán unos días muy difíciles hasta que se dicte sentencia.

—Te necesito conmigo, Frederick, no mereces estar aqui—la labio inferior le temblaba, lo sabía.

—No te preocupes, dulzura-él le sonrió y a ella las lágrimas le comenzaron a picar los ojos.—Esto va a solucionarse de algún modo, y si no es asi, quiero que regreses a Francia, no quiero que te quedes aqui donde no hay nadie que pueda protegerte.

—Sophie y Kendall están aquí—replica inmediatamente—han estado conmigo desde que les llame para contarles lo sucedido.

—Fue televisado, Valentina, quien sabe todas las cosas que han inventado los medios para una primicia asi—Frederick suspiró y durante unos segundos mantuvo su vista fija en el techo—solo espero que mis padres estén bien, que mi madre este bien.

—No he tenido noticias de ellos—le dice apenada, pero sincera. Sabía lo mucho que su madré significaba para Frederick—no contestan el telefono y ni Kendall ni Sophie han querido decirme nada.

Frederick retira el telefono de su oreja y agacha la cabeza, moviendose en la silla y haciendo sonar las esposas que llevaba puestas, aunque Valentina no podia ver las que él llevaba en los pues, podía ver las de las manos y solo de verlas se sentía enferma y culpable. Había sido terrible desde el primer día que había ido a visitarlo y lo había visto aparecer por la puerta con las esposas en las muñecas, seguido de un oficial de seguridad.

—Todo va a salir bien—coloca la palma de la mano izquierda, la que tenía libre, sobre el vidrio que los separaba—te prometo que voy a sacarte de aqui.

—¿Cómo?—pregunta él sin levantar el rostro—No quieren creerte. Ni siquiera saben por qué vienes todos los días a verme, siendo tú mi víctima.

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