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2016

(Año actual.)

Aegea termino de contarle a su psiquiatra lo que había pasado en la fiesta del yate por vigésima vez, sin cambiar nada, por más que él intentara que ella cambiara de parecer con respecto a los monstruos submarinos, ya había pasado un año y no veía mejoras, pero no iba a cambiar de táctica si quería que le siguieran pagando.

–Aegea, ¿Qué te parece si vamos juntos otra vez al muelle? – La chica se tensó en el sillón y negó rápidamente con la cabeza. – no entraremos al agua, solo veremos los botes, a las personas caminar, las aves volar. Nos detendremos a ver lo que hay alrededor ¿Si? Después podemos ir a la playa y podrás darte cuenta que no hay tiburones mutados por los cuales debas preocuparte.

La rubia ya estaba harta de eso, de seguir siendo tratada como una niña que le faltaba el cerebro. Gruño.

–No eran tiburones mutados. El primero tenía cuerpo de humano mezclado con la cabeza de un pulpo, con ventosas y todo. Mientras que el segundo... era una sirena hombre.

El psiquiatra Antoniou suspiro. La chica había perdido completamente la cabeza.

–No se les llama sirenas cuando son hombres, se les llama tritón y no existen, cariño. Los científicos llegaron a la conclusión que había una especie de manatí que los antiguos piratas confundían con el cuerpo de una mujer y el de un pez, todo bajo efecto de la borrachera.

Un manatí no me hubiera tomado de la cintura. –Quiso decir eso, pero ella sabía que era perder el tiempo. Sabía que le estaban pagando a su psiquiatra para que en realidad solo fingiera ayudarla, cuando en realidad solo hacía que empeorara.

Su propia madre se hacia la ciega al respecto, mientras que sus primos la humillaban y dañaban, y sus tíos le daban ordenes al psiquiatra. Sus abuelos eran otro cantar, ellos no sabían nada sobre lo que estaban haciendo y eran los únicos que la querían, pero era gracias a ellos que el resto de la familia la odiaba.

Aegea a veces creía que estaba pagando algún pecado de su vida pasada, porque nadie debía sufrir tanto como ella, nadie, ni sus enemigos.

–Quiero irme. – le dijo la chica al doctor.

–Sabes que no puedes, no hasta que terminemos la sesión.

Suspiro y se acostó en el sillón con los ojos apretados para evitar llorar frente al hombre que solo escribía mentiras en su libreta cada vez que ella iba.

–Cuéntame sobre los dibujos. ¿Sigues dibujando a los monstruos?

Instintivamente Aegea miro hacia su bolso cerrado donde estaba la mayoría de sus cuadernos, lápices y marcadores.

–No.

Obviamente era mentira y supo por la mirada de su psiquiatra que se había dado cuenta de ello.

–Bien, cambiemos de tema. ¿Ya sabes que te pondrás para la fiesta de aniversario de tus abuelos?– negó con la cabeza. – debes apresurarte con eso o ¿es que quieres ser la peor vestida de la noche?

Para Aegea era algo sin importancia, pero nadie tenía conocimiento de eso, porque no sabía cómo decirlo sin parecer más loca de lo que ya parecía. ¿Cómo una chica joven de una familia adinerada y con fama de tener una belleza envidiable no pensaba en vestidos o joyas? O peor aún, ¿Cómo podía darle igual lo que pensaba el resto de su forma de vestir? Eso era algo cualquiera de su familia la mirarían extraño...aunque ya lo hacían al verla con su ropa deportiva y cabello rebelde.

Las horas pasaron lentamente mientras seguía respondiendo a preguntas que le arruinarían su expediente de por vida, hasta que logro volver a las calles de Atenas, sola.

Muchos de sus compañeros en la universidad le preguntaban constantemente porque era la única de la familia por no llevar un guardaespaldas, pero ella solo se encogía de hombros, no quería decirle a nadie que su familia quería que alguien la secuestrara o la matara para hacer el proceso más rápido de deshacerse de ella. El camino más largo era internarla en un hospital psiquiátrico, pero para eso necesitaba tener un expediente lleno de un doctor capacitado, ya que tampoco querían que las personas pensaran que querían deshacerse de ella, no querían que se supiera la verdad para mantener su reputación.

Caminaba sin ánimos para poder llegar a su casa a la orilla de la playa, pero antes de entrar su madre salió apresurada vestida de gala con su cabello rubio recogido para detenerla.

–Vete a dar una vuelta, no entres a la casa hasta que yo te diga. – dijo su madre en un susurro molesta mirándola de arriba a abajo. – hay gente importante y arruinarías todo con tu reputación, no quiero que me pregunten por ti.

Antes de poder al menos asentir, su madre ya le había cerrado la puerta en la cara dejándola sola al anochecer.

Ese desprecio la hizo sentirse peor, como si no valiera nada, fue la gota que derramo el vaso. Ya no quería seguir sufriendo más, no quería ver a su madre, o a sus primos y tíos, tampoco ver a su psiquiatra, o a sus compañeros de clases que no dejaban de mirarla como un bicho raro.

Corrió hasta un pequeño muelle a cinco kilómetros de su casa, nadie iba a ese lugar porque siempre estaba lleno de algas y era algo tétrico. Fue allí donde Aegea vio al primer monstruo, donde sus primos la lanzaron hace años porque sabían que no sabía nadar. Era el lugar perfecto para acabar con todo.

Dejo su bolso, su chaqueta y sus zapatos en la arena y camino lentamente sobre el muelle. Su cuerpo tembló y comenzó a llorar, pero aun así estaba decidida a hacerlo a pesar de su miedo.

Por su cabeza solo pensó que extrañaría a Brandon y a Gab, los únicos amigos que había tenido, pero con los que nunca pudo ser sincera. Jamás les conto sobre la verdad de su familia y porque se afincaban tanto en su miedo y desvaríos.

–¡Odio mi vida por la culpa ambos! – Grito. Maldijo a los monstruos que hicieron que todo el mundo se burlara de ella.

Y luego comenzó a correr de nuevo hasta que se lanzó al mar con un sonido sordo y de nuevo con la sensación de ahogo que tanto odiaba. Hundiéndose y abriendo la boca para tragar el agua más rápido sin abrir los ojos. No quería que su última visión fuera un monstruo.

Y todo pudo salir como ella quería, la primera etapa de la inconciencia había llegado desgarrándole los pulmones y entumeciendo las articulaciones, pero alguien la saco del agua en el momento exacto que se desmayó.





En las profundidades (Saga Paranormal #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora