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Aegea despertó por los ruidos que llegaban a su habitación desde la sala. Se puso de pie de un salto al escuchar las voces de sus primos y tíos. Eso no era bueno, ellos jamás iban los fines de semana al menos que planeen una fiesta familiar o algo así.

Busco con la mirada su bolso favorito y lo encontró húmedo y lleno de arena a los pies de la cama, eso le hizo recordar la noche anterior.

El monstruo.

– ¡Aegea! Baja de una vez. – escucho a su madre al otro lado de la puerta.

Por alguna razón ella se sentía diferente, un poco más valiente, pero cansada de todo a mayor escala. Le coloco seguro a la puerta y busco otro bolso donde meter varias cosas útiles para ella como ropa, dinero y productos personales. Iba a irse a casa de Gab a pasar el fin de semana, no estaba de humor para aguantar a su familia después de la conmoción de la noche anterior.

Aun en pijama y con el cabello pegajoso y tieso por la sal, Aegea salto por la ventana de su cuarto que estaba en el segundo piso al techo que daba a la parte trasera de la casa y luego salto a la arena. Por desgracia era la primera vez que lo hacía y no era muy buena en actividades físicas, así que termino con un corte en su antebrazo y un dolor horrendo en las piernas que le dificultaron la huida.

Corrió hasta llegar a la ciudad, al edificio de alto prestigio donde vivía su mejor amiga junto a su novia Dora. Ambas se preocupaban por ella, pero Aegea no eran tan tonta como parecía, ella sabía exactamente que decirles para que no la enviaran con su psiquiatra o llamaran a su madre.

–Mi familia tiene una de esas reuniones de siempre a las que me prohíben ir, así que tuve que salir de casa al despertar.– dijo como si fuera algo que ya no le afectaba en nada.

–No sabes cuánto odio a esa familia tuya. Recibirán su karma algún día. – le respondió Gab mientras hacia el desayuno.

Su amiga era alguien fácil de convencer, pero Dora, era harina de otro costal. Era demasiado desconfiada y muy intuitiva, incluso a veces cualquiera pensaría que estaba celosa de la atención que Gab le daba a Aegea.

–Pudiste haber ido con Brandon. – dijo Dora mientras tomaba su café negro sin azúcar de todas las mañanas y Gab le reclama su comportamiento.– Por cierto...¿Qué le paso a tu cabello?

Aegea no se tomó nada a pecho, no es como si fuera la primera persona en tratarla con desprecio.

Después de comer, Gab le presto el baño para que se arreglara y le devolviera la suavidad a su cabello que estaba pidiendo auxilio.

Al salir volvía a ser la Aegea que todos conocían con su cabello rubio suelto hasta la mitad de su espalda, sin maquillaje y su ropa deportiva que la tapaba completamente. Solo le faltaba su chaqueta favorita, la cual había dejado en la cueva.

– ¿Qué tal si vamos al Cabo de Sunión? ¿Al templo de Poseidón?– le dijo Gab a Dora en el momento que Aegea entraba a la sala. – Podríamos sacar fotos muy bonitas.

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Horas más tarde, después de un largo viaje en el auto, llegaron al famoso templo de Poseidón donde Dora ya estaba tomándole fotos a su novia, era su hobbie de pareja favorito, mientras Aegea caminaba mirando a su alrededor y al horizonte, al mar.

Se estremeció, ese lugar era demasiado alto y nunca había estado allí antes. Lo extraño era que el lugar estuviera solo, sin turistas, quizás era por la temporada.

Se sentó alejada de la orilla del acantilado y de sus compañeras, no quería ser la tercera rueda. A pesar de ello se encontró cuestionándose porque nadie quería pasar tiempo con ella de buena manera sin una queja o un gesto de desagradado, ¿Tan difícil era soportarla?

En las profundidades (Saga Paranormal #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora