XVI

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Narra Alba

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Narra Alba.

Estrés, eso era todo lo que podía definir mi vida ahora mismo.

La universidad me tenía completamente ajetreada, y a pesar de haber organizado y cambiado dos veces mi horario esta semana, los tiempos no me alcanzaban. Estoy con una lucha interna para no explotar, pero se que en cualquier momento se me irá de control la situación.

Nat era quien lograba sacarme de todo aquello, ha estado dándome mi espacio e incluso me ha ayudado en el trabajo, cree que yo no me doy cuenta, y eso solo lo hace mas tierno incluso.

A pesar de eso, en el fondo temía que se terminara aburriendo de mi y de mi falta de tiempo.

Hoy tendría que estudiar hasta tarde otra vez, pero al llevar ya unas semanas sin salir para dedicarme al cien a repasar todo lo que necesitaba, no me afectaba la falta de sueño.

Estaba repasando tranquilamente en casa, cuando llamaron a la puerta.

Me levanté algo dudosa, ya que claramente yo no esperaba a nadie hoy. Dudé por un segundo que el toque haya sido aquí, pero ya el segundo llamado a mi puerta me confirmó que efectivamente así era.

Una vez estuve frente a la entrada, no me dio ni tiempo siquiera a girar el pestillo cuando alguien entró de lleno a mi casa. La cabellera rubia pasó echa una furia hacia dentro mientras se quejaba de cosas que no conseguía descifrar.

— Hola para ti también Mari — hablé luego de cerrar la puerta tras de mi ¿Por qué estaba mas enojada de lo normal? — ¿Se puede saber que pasa tía? Estaba tratando de estudiar ... — reprendí mientras esta se sentaba en mi sofá tomándose la cabeza con ambas manos.

Mírame — dijo a la vez que se apuntaba a si misma. La miré enarcando una ceja.

¿Qué se supone que debo ver? pregunté algo desconcertada aun.

¿No lo ves? Tengo dos putos cuernos mas grandes que toda España. Me cago en todo ya. Es un hijo de puta, él de gira engañándome y yo esperándolo siempre, joder golpeó el sofá con furia para luego volver a tomarse con ambas manos la cabeza. Agachó la mirada, pero yo que la conocía, sabía que tapaba siempre su tristeza en esa coraza.

Sin decir ni opinar nada, me acerqué para ponerme en cuclillas frente a ella. Levanté su rostro y pude ver como empezaba a llorar.

Estuve un largo rato abrazando a mi amiga. Luego terminó tendida en mis piernas mientras yo acariciaba su larga cabellera rubia.

Alcohol, esa es la solución, que le follen me reí, esa era la María que yo conocía.

Y así fue como terminé en un local nocturno con todos mis amigos y compañeros de trabajo, entre ellos Nat también.

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