XXVII

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Narra Natalia

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Narra Natalia.

Luces, música, gente, exceso de alcohol en mi sistema, Alice bailando muy pegada a mi, y un mareo increíble. Eso era todo lo que podía recordar de la noche anterior.

El único recuerdo nítido que tengo de ayer, es el puto dolor de cabeza que tengo ahora mismo, por mas que trataba de concentrarme en la conversación que me estaba dando mi padre en la cafetería, solo podía pensar en que necesitaba descansar e inyectarme ganas de vivir a la vena, sinceramente.

—¿Te siente bien hija? Te veo algo... pálida.— dijo mi padre con una mueca mientras se acercaba a tocar mi frente.

No mucho la verdad.— respondí mientras tomaba un sorbo de mi café para luego volver a posarlo en la mesa y tomarme la cabeza con ambas manos.

Al parecer fue una buena noche ¿No? preguntó divertido mientras imitaba mi acción anterior y me guiñaba un ojo.

—Me encantaría tener una respuesta a eso, pero no recuerdo mucho.— traté de hacer lo mas parecido a una sonrisa, pero fracasé rotundamente en el intento, ya que terminó siendo una mueca extraña.

¿Cómo así?— preguntó interesado acomodándose mejor en el asiento para inclinarse un poco al preguntar.

Pues eso... que no recuerdo nada dije masajeando mi sien y suspirando algo frustrada. Me molestaba no ser consciente de mis acciones, y mas me molestaba no recordar que hice.

Emborracharme estando con Alice no fue la idea más ingeniosa del año, teniendo en cuenta el bloqueo que me entra cada vez que me excedo con el alcohol.

 Pff, no sé yo si eso le vaya a gustar mucho a Alba, eh. — dio un sorbo a su café mientras levantaba una mano y se encogía de hombros.

Ya lo sé... joder.suspiré frustrada mientras me revolvía el cabello como hacía siempre que estaba nerviosa.

¿Cómo está ella?— me encantaba que mi padre hablará de Alba como si la llevara conociendo toda la vida, se notaba que le gustaba verme feliz, aunque ahora mismo no fuera aquella la situación.

Buena pregunta, desde ayer en la noche no me responde los mensajes ni llamadas— di una sonrisa triste al aire y mi padre al instante estiró su mano sobre la mesa para coger la mía y darle leves caricias con el pulgar en señal de apoyo.

Le di un gracias a modo de susurro y luché internamente por no llorar frente a él y a toda la cafetería.

Alba no me había contestado los mensajes desde que mencioné la salida con Alice, y no la culpo la verdad.
Me había rechazado tres llamadas en lo que llevaba de la mañana, y aquello solo conseguía ponerme nerviosa y triste en mismas cantidades.

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