MALIA COLLINS Y EL HEREDERO DE SLYTHERIN

Capítulo 7

Capítulo 7: Visita inesperada

La siguiente semana volví a RocaCollins con mis padres, ya que al salir a "rescatar" a Harry no agarré mis cosas para Hogwarts, ni siquiera la varita...

Usé la red flu para llegar a mi casa.

—¡Adiós! —me despedí de todos antes de marcharme por la chimenea.

—Pero ¿no volverás? —preguntó Harry.

—No, pero nos veremos en la estación el primero de septiembre —entré en la chimenea—, no lo dudes. ¡Casa Collins! —dije soltando los polvos.

Desaparecí junto a mis cosas en esas grandes llamas esmeraldas. Cuando dejé de dar vueltas abrí los ojos y me topé con la cara de mi papá a centímetros de la mía observándome con los ojos muy abiertos. Le puse la mano en la cara apartándolo de mi camino.

—¡Espera! —gritó Will, mi papá, agarrándome del brazo—. Será mejor que vaya yo primero —lo miré extrañada—. Es que mamá sigue enfadada contigo y... digamos que conmigo ahora también... —dijo mirando el suelo como un niño al que regañan después de hacer una travesura.

Me hizo una seña para guardar silencio y avanzar por la casa. Subimos mis cosas por la escalera sin hacer mucho ruido, al subir el último escalón este crujió como si le fuera la vida en ello.

—Diablos —maldije por lo bajito.

—Ejem... —escuchamos cómo se aclaraba una garganta detrás nuestro.

Nos giramos lentamente con una cara inocente. Allí estaba mamá mirándonos, y aunque suene cliché, os aseguro que si las miradas matarán estaríamos en el infierno tomando el té con el mismísimo Lucifer en persona.

—Hola —saludamos nerviosos simulando alegría con papá.

—Hola —saludó ella con una sonrisa cínica dibujada en su rostro.

—T-te estábamos bu-buscando —tartamudeé por culpa del miedo, cuando mamá quiere puede dar mucho, pero que mucho miedo.

—¿En serio? ¡Qué gracioso! —exclamó—. Porque yo también os estaba buscando.

—¿A-Ah si, cariño? —interrogó papá notablemente nervioso—. ¿Y para qué? Si se puede saber.

—Oh, suponía que ya lo debían saber —respondió ella aún cínicamente.

—Oh, claro que lo sabemos, y si nos disculpas, iremos a pensar a nuestra habitación sobre nuestros actos —me miró severamente—, y... te escribiremos una carta de perdón.

Nos dimos media vuelta para continuar por el pasillo, sin embargo al primer paso nos obligó a parar.

—No, claro que no, jovencita. No quiero una carta, prefiero oírlo salir de tu boca —dijo cruzándose de brazos.

—En ese caso te puedo grabar un cassette y lo puedes escuchar cuando tú quieras —respondí.

—Gracias por tu oferta, pero prefiero en directo, es más... emocionante —dijo con énfasis.

—Lo siento, sé que debí haber avisado antes de... —empecé a disculparme, pero mi madre me interrumpió.

—Parece que no me explicado bien, quiero que me expongas los hechos de tu caso y cómo te declaras, luego decidiré tu condena.

—¿Nos harás un juicio? —cuestionó el castaño.

—Claro que sí, Will —respondió muy seria.