Capítulo VI - El castigo

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El aroma a plantas, a humedad y flores frescas de repente se convirtió en una siniestra sombra que llegaba a tapar la radiante luz del sol.

Briseida comenzó a temblar sin control alguno, mientras se aferraba a Sorei. La princesa sentía que su corazón golpeteaba con fuerza dentro del pecho y dejaba escurrir una sensación escalofriante de pies a cabeza.

Estaban descubiertas por Tolonea.

Los ojos furibundos de Tolonea atravesaban la escena como un arma letal. El silencio fue tan tenso que la parálisis las invadió a todas por unos segundos que parecieron eternos.

De repente la furia de Tolonea se desató como un volcán. Fue hacia la orilla del rio y echó manos a los larguísimos cabellos de Briseida, sacándola casi a rastras de aquel lugar. Briseida lanzaba desgarradores alaridos de dolor, mientras su cuerpo desnudo se escurría entre las aguas y era arañado por filosas piedras que dormían bajo la superficie.

—Noooo-gritaba la desesperada princesa, saliendo del agua.

Sorei comenzó a llorar asustada y preocupada. Sujetó la mano de la que fue su nana y la intentó destrabar de los cabellos de Briseida.

— ¡Suéltalaaaa!

Sorei comenzó a arañar los brazos y manos de Tolonea con furia. La mujer, sangrando, la miró con los ojos casi fuera de las cuencas. La princesa defendía a aquel monstruo y la estaba hiriendo.

Tolonea había sacado a Briseida del rio. Esta, sangrando y desnuda, intentaba ocultar su cuerpo contrahecho entre sus brazos huesudos.

— ¿Porqué eres tan mala, Tolonea? ¿Por qué? –lloraba Sorei, mirándola con verdadero estupor y dolor.

—Mi niña, no puede acercarse a esto. –sus ojos se abrían desquiciados y sus facciones se deformaban.

— ¿Por qué?

—Es la hija del diablo – dijo mientras le daba una bofetada.

Briseida temblaba y lloraba sin poderse contener. Su cuerpo parecía una hoja más entre ese bosque y las flores caían por su rostro a la vez que sus lágrimas y la sangre que chorreaba por su nariz.

— ¿No ves el daño que le estás haciendo? – le dijo Sorei- ¿Por qué dices que es la hija del diablo?

—Tú no la conoces Soreina…aléjate de ella. ¡Vete!

— ¡No!

— ¡Tiene que morir!¡ Las monedas de plata te han mantenido con vida! –sujetó los brazos de Briseida y la guió ferozmente hacia la parte más peligrosa del rio.

Briseida hacia fuerza por no dejarse llevar, pero Tolonea  casi la arrastraba.

— ¡¿No ves su horrible faz?! ¡Es el rostro de Satanás! ¡Mira sus uñas! ¡Hace cosas no humanas! Solo Satanás confiere poderes…

Sorei recordó las amapolas volando y la mano de Briseida echando un extraño humo. Quiso alejar esos pensamientos para ayudar a su amiga. Estaba segura de que alma de Briseida guardaba tibia nobleza. La había abrazado como nadie en su corta vida. La había visto inocente y entusiasta.

Ahora era arrastrada, desnuda y le dolía ver aquello. Corría tras Tolonea.

— ¡Suéltala! ¡Es mi amiga! –jadeaba de correr y de intentar apartar a Tolonea de la llorosa Briseida.

Tolonea llegó hasta el borde de un verdoso monte. Abajo se veía el rio revuelto y alborotado.

— ¡Debiste morir! ¡Una criatura como tú da miedo! –gritó Tolonea.

La daga de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora