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La noche siempre traía consigo un pesado manto de soledad. El momento del día en que todo quedaba en silencio, todo parecía más muerto. Las luces dejaban paso a las sombras, no solo alrededor, también en su mente. Poblándola de vívidas pesadillas que se mezclaban con la realidad encogiendo día a día lo que quedaba de su alma. Tan rota, hecha pedazos, incapaz de reconstruirla por sí mismo, pero demasiado consciente de su propio dolor para querer compartirlo. 

Porque no podía hacerlo. No podía vomitar todo lo que pasaba por su cabeza. Su mayor miedo era que el enorme vacío que estaba abriéndose paso en su interior terminara devorando a Steve. No quería ser el responsable de apagar la luz en sus ojos, la única luz que a él le servía para no naufragar en la oscuridad. Así que llegada la noche, se tumbaba en la cama y bajaba con whisky el nudo que se apretaba en su garganta. Y apoyaba la mano en la fina pared que les separaba deseando que Steve siguiera brillando por siempre, mientras él lentamente no podía evitar ir distanciándose.

Cuando el alcohol le golpeaba lo suficiente, cerraba los ojos dejándose mecer por la música a través de los auriculares. Y caía dormido, emocionalmente exhausto, pero tranquilo a sabiendas que la nebulosa etílica que circulaba por su cuerpo mantendría a raya las pesadillas. Pero si las noches eran difíciles, durante el día resultaba peor. 

Los golpes en la puerta le recordaban que debía ponerse la máscara para ocultar sus demonios una vez Steve entrara para darle los buenos días. Semanas atrás resultaba sencillo dejarse contagiar por su energía y positividad, pero desde que empezó a intuir los sentimientos de Steve... Bueno, el caos en su cabeza fue a peor.

James podía afirmar sin problemas que quería a Steve, no obstante, no estaba seguro de amarle. Aunque ¿qué era el amor? No lo había llegado a experimentar aún. Sus relaciones, por llamarlas de algún modo, siempre fueron esporádicas y principalmente carnales, sin muchos sentimientos de por medio. El único vínculo fuerte que conocía era el que tenía con Steve. Por él sería capaz de dar su propia vida, si era necesario. ¿Era aquello amor, entonces? ¿O hermandad? No tenía familia con qué compararlo. 

La situación, sin embargo, le decía que nada de aquello importaba. 

Observó desde la grada cómo su amigo entrenaba. 

Ya no era el chico delgado y canijo que se vio empujado a proteger. De hecho, estaba bastante seguro que le superaba en fuerza gracias a los efectos del suero; solo hacía falta verle correr dos vueltas a la enorme pista mientras sus compañeros daban a duras penas una. Pero por muy fuerte que se hubiera vuelto, por dentro seguía siendo el mismo. El noble e inocente Steve Rogers. ¿Y quién era él para romper eso?  

Su vida había dado un vuelco de 180 grados. Era plenamente consciente de que el trauma sufrido le estaba cambiando. No solo emocionalmente. Había algo en su interior que no estaba bien. Notaba cómo crecía poco a poco. Y por eso no iba siquiera a analizar sus propios sentimientos, porque no pensaba hacerle daño a Steve bajo ninguna circunstancia. 

—Un penique por tus pensamientos. 

Una voz femenina le hizo despegar la mirada del cuerpo de su amigo para voltear a la izquierda, donde Natasha acababa de sentarse cámara de fotos en mano. 

—¿Has venido a ver a Rogers entrenar? Debes estar muy aburrido— volvió a hablar, enfocando hacia Steve para tomarle una fotografía. 

—No hay mucho más que hacer por aquí— se encogió de hombros—. ¿No tienes clases?

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2018 ⏰

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SHIELD Academy: Fase 1 [Stucky] PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora