El cuerpo de Jin era una obra maestra, su piel perfecta y lisa relucía como una perla a causa del sudor que lo bañaba y sus músculos suaves se tensaban y relajaban al ritmo de nuestro encuentro.
El espejo frente a nosotros me devolvía el reflejo de él colocado dócilmente en cuatro frente a mi mientras yo, aún con la ropa interior de encaje puesta y en tacones, lo penetraba exhaustivamente con mi juguete favorito, el strap-on.
Se lo estaba haciendo frente al espejo por el morbo y que me provocaba el que él viera a detalle como se lo hacía, pero Jin se había vuelto completamebte tímido ante su imagen y evitaba su reflejo, agachando la cabeza mientras seguía dejando escapar aquellos dulces gemidos.
- ¿No vas a mirar baby boy?- demandé.
- A-agh...n-no puedo mommy...-gimió timidamente, con la voz entrecortada por la exitación.
- ¿Por qué no puedes? Siempre estás siendo un pequeño desergonzado e insolente ¿y ahora dices que no puedes?- inquirí en un tono de voz más serio, ese que yo sabía muy bien lo encendía totalmente.
- M-me da vergüenza...-se excusó en un jadeo, ocultándo su rostro sonrrojado sin permitirme ver mas que los mechones húmedos de su cabello, mientras su cuerpo seguía cimbrándose con las estocadas que mis caderas imprimían sin detenerse.
No iba a permitir que me desobedeciera. Me elvé ligreamente sobre él para tomarlo de los cabellos y estirar hacia atrás, en un gesto poco gentil, obligándolo a mirar hacia adelante.
- A-ah - se quejó, sin poder evitar poner los ojos en la imagen de su reflejo siendo sometido y corrompido por mi.
- Así bebé - ordené de nuevo con firmeza - quiero que veas como mommy te folla y utiliza a su gusto como el lindo juguete que eres, baby boy- dije al tiempo que salía de su cuerpo brevemente solo para volver a presionar con mi polla de plástico su entrada y hundirla hasta el fondo de su dulce trasero, mirándolo directamente a los ojos a través del cristal del espejo.
Su boca dejó escapar un jadeo bajo, para luego convertirse en un patético desastre de gemidos y lloriqueos al sentir como mis caderas aumentaban la intensida de las embestidas, follando su interior sin piedad ni tregua.
- No eres más que un pequeño muñeco de trapo en mis manos, no lo olvides príncipe- le recordé cuando lo tuve a punto, suplicando desesperadamente por poder correrse.
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