El invierno era de las peores fechas para mi pequeño Hobi, que solía enfermarse con facilidad y tenía que pasar los días envuelto con un montón de abrigos, gorros y bufandas afelpadas mientras estornudaba con la punta de la nariz rojísima.
Mi trabajo como doctora me permitía cuidarlo y encargarme de él en días como esos, pero se volvía una tarea difícil cuando había que darle medicamento, porque el le hacía pucheros a los jarabes y evitaba con su vida las inyecciones.
Ese día mi tarea imposible consistía en ponerle una inyección, así que ahí tenía a mi bebé de pie frente a mi con los pantalones abajo mientras abrazaba a su peluche favorito y apretaba los ojos con fuerza, intentado ser valiente.
—¡Ah! M-mommy, es que enserio me asusta mucho — lloriqueó Hobi cuando sintió que me acercaba para inyectarlo alejándose de mi como reflejo y volteando a verme.
Era cerca de la quinta vez que hacía eso, así que su vocecita ya se escuchaba llena de miedo y tenía los ojitos anegados. De no ser porque el realmente necesitaba el medicamento probablemente no se la habría puesto porque la carita que tenía esos momentos me encogía el corazón.
Dejé la aguja a un lado y lo atraje hace mi para darle un besito en la frente.
— Bebé necesitas que te ponga la inyección, ¿quieres estar enfermito para siempre? — le recalqué con suavidad, limpiado sus lagrimas.
Costaba trabajo convencerlo, pero sabía que él era así de asustadizo.
— Nu — respondió haciendo un pucherito. Era la cosita más tierna, en verdad.
— Entonces se bueno para mommy y aguanta un poco, ¿si?, ya verás que no duele.
Hobi miró a la aguja y sus ojitos lagrimearon. Realmente estaba muy asustado.
— P-pero...
— Confía en mi, ¿de acuerdo?
Lo dudó un poquito y luego asintió.
— Está bien mommy.
Se dio la vuelta de nuevo obedientemente.
— Abraza fuerte a bubu— le pedí, y él me hizo caso apretando contra su pecho al peluche en sus manos.
Le di una pequeña caricia al lugar donde pondría la aguja, limpie la superficie con un algodón lleno de alcohol y luego apliqué la inyección. La aguja entró fácilmente en su suave trasero y Hobi dio un pequeño respingo. Escuché emitir un sollozo bajito. En menos de un par de segundos ya todo estaba hecho.
— Eso es, que valiente es mi príncipe— lo felicité mientras le subía los pantalones con cuidado.
Hobi se dio la vuelta y se lanzó a mis brazos hundiendo la carita en mi pecho y sollozando.
— Ya pasó cielo, ya pasó, fuiste muy bueno—lo conforté acariciando su sedoso cabello con delicadeza — ¿Un vasito con leche caliente y galletas harían sentir mejor a mi bebé? — le pregunté.
Se separó un poquito de mi y comenzó a limpiarse las lágrimas.
— Dii — balbuceó, tenía los ojitos húmedos todavía — pero también quiero muchos besitos — pidió dócilmente.
— Todos los que quieras mi amor— le concedí y comencé a besar su preciosa carita hasta que lo escuché comenzar a reír suavemente.
— Mommy eres la mejor doctora del mundo, gracias~— sonrió cuando tuvo cada centímetro cuadrado de su rostro lleno de besos y un bigote blanco de leche sobre sus labios.
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