Capítulo 10

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La cabeza me iba a estallar y el sonido de la alarma no ayudaba a que el dolor me bajara. Me daban ganas de hacer como en las típicas novelas que cojen el despertador y lo tiran contra el suelo, pero el único problema que había, era que mi alarma sonaba desde mi preciado móvil y no lo iba a tirar al suelo por más que me doliera la cabeza, antes me tiraba yo.

Era domingo y había quedado con mi padre para ir a comprar el material que me hacía falta para comenzar el colegio, que justamente empezaba mañana. Os preguntaréis por qué no lo he echo ya antes, bien pues con el lío de la mudanza no he tenido mucho tiempo, y que bueno en mi familia tenemos la mala costumbre de dejar las cosas para el último momento.

Me senté en la orilla de la cama con los codos apollados a cada rodilla y con las manos tapando mi cara. Estaba tan agotada que parecía que me había pasado un camión por encima. De pronto comencé a recordar todo lo que había sucedido ayer. Sentía tanta vergüenza. ¿Cómo podía haber hecho todo eso? La verdad es que yo no hice nada malo, más bien me lo hicieron, y malo malo del todo no fue.  ¿Madre mía Abril, cómo pudiste dejar que un tio te manoseara sin saber siquiera quien era? Podría haber sido un psicópata colador de fiestas de gente joven y violador de chicas inocentes o que se yo. Vale sí, creo que estoy empezando a divagar, pero aun así jamas volvería a jugar a un juego así con desconocidos. Y esque no todo termino en la fiesta. Joder, ¿cómo podré volver a mirar a Max a la cara? Vale que solo había sido un beso insignificante y que los dos estabamos borrachos pero eso no quita la vergüenza que sentiré al mirarlo, la verdad es que espero que no se acuerde.

La cabeza me iba a explotar ya no podía mas, era demasiada información para ser tan solo las 10 de la mañana. Necesitaba relajarme un poco.

Me dirigí hacia el baño para darme una relajante ducha de agua caliente, porqué a pesar de estar en verano a mí me gustaba ducharme con agua caliente, muy caliente. Llamadme diferente.

Tenía un aspecto horrible, mi pelo liso estaba todo enredando en un moño imposible de deshacer y de mi rostro mejor no hablar, tenía ojeras y todo el maquillaje corrido ya que después de llegar a mí cuarto lo último que me apetecía era quitarme el maquillaje. Seguí inspeccionando toda mi cara hasta que me percaté de una mancha grande, muy grande en mi cuello, de color rojo, mi respiración comenzó a ir a una velocidad demasiado rápida. Un calor invadió todo mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza y la vista se me nubló, esto no podía ser verdad.

"Me va a matar"

"Me va a matar"

"Mi padre me va a matar"

Mi mente solo procesaba esas palabras, no sé como seran vuestros padres, pero el mio no es el típico que si me ve una cosa así sonríe y lo deja pasar por alto, ni de broma, como me lo viera primero, me la iba a liar mucho; segundo, iba a estar castigada por lo menos dos semanas y tercero, me obligaría a presentarle el chico que me lo hizo solo para arrancarle las pelotas y matarlo, así que rezaba a dios porqué no me lo viera, pues si encima le tenía que decir que no sabía quién me lo había echo porque jugué a un juego donde estaba con los ojos vendados mientras un chico me hacía todo tipo de cosas pervertidas siguiendo unas normas y que estaba borracha por todos los chupitos que nos tomanos, como que no me iba a ayudar mucho a que me levantara el castigo.

Mi mente estaba bloqueada. ¿Qué hago? Esas palabras se repetían en mi mente todo el rato. Estaba perdida, no sabía como ocultar este maldito chupetón. El chico que me lo hizo había tenido suerte, si llego a saber quien es no va hacer falta que mi padre le arranque las pelotas porqué se lo hubiera hecho yo. Busqué mi maquillaje y cogí el bote de base, comencé a esparcirlo por toda la mancha roja con mucho cuidado para que no se notara nada, cosa que era difícil. Tarde como unos 5 minutos, no es que me haya quedado perfecto pero ya no se veía tanto. Aunque la verdad es que se nota que tengo algo, solo me queda rezar para que se vaya pronto y para que no me lo viera nadie. 

En Mi CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora