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¿Alguien me vería?, ¿por la persona que realmente soy? no mentiré, es difícil ocultarlo,

nunca me sentí digna de amor, me di por vencida, ¿alguien lloraría si finalmente saliera de

la repisa esta noche?



Sentí un gran pinchazo en mí cuello.

—¿Cómo habrá escapado? —preguntó una voz desconocida —el paciente del cuarto 19 ha huido de su habitación —avisó la autora de la voz, por un walkie talkie.

—No logro entender, ¡la ama de llaves a seguro que la había puesto bajo llave! —contestó algo alterada ante la mirada feroz de su colega.

Empezó a tornarse cada vez más inaudible lo que decían, hasta que no logré entender absolutamente nada, acaso ¿Hoy también la cerraron con llave?

Mi cuerpo se paralizó por causa de lo que me inyectaron, pese a eso aun podía sentir que recorrieron el pasillo por los que pasé hace unos momentos.

Llevándome a mí cuarto, me acomodaron sobre mí cama, salieron de la habitación cerrando la puerta y dejándome bajo llave.

Otra vez aquí, ya no sé qué hora es, sólo sé que es de madrugada, decidí dormir, ya que tener el cuerpo paralizado es aburrido y a la vez estresante, mi vista decidió rendirse, no me sirve luchar.

Estaba de nuevo en aquel mundo producto de mí alocada mente, está vez más sorprendida que antes, en la entrada de la casa sin vida, estaba la presencia de la niña del tapado más rojo que el mismo carmín.

Aún me sigue la gran incógnita de por qué en su rostro sólo se ve su boca.

Pero si está en esa cabaña debe significar algo en todo esto, pero ¿Por qué? Al intentar acercarme al pórtico, varias rosas empezaron a surgir de la tierra, eran extraordinarias, de colores algo oscuros, las vi con admiración como si fuera lo más bonito que el universo pudiera llegar a ofrecer, era imposible imaginar que algo así existiera, los pétalos reposaban en el suelo rocoso, formando un camino para mi presencia.

El viento sacudía las flores y las hojas de los árboles, haciendo que las hojas y plantas se posaran sobre mí cuerpo, convirtiéndose en un vestido de un color negro lo cual es desagradable, ya que para mí significa soledad y en esa soledad hay oscuridad.

Mientras me acerco, la niña me sonríe eufórica.

—Señorita... —me susurraron, mientras intentaba despertarme, un poco gentil de su parte, ya que, si fuera por mí, empujaría a la otra persona con cama y todo —señorita Georgina, despierte, es hora de entrar a la sección con los demás pacientes —gruñí bajo, haciendo notar mí pequeño enojo.

estaba a punto de descubrir el motivo de esos encuentros en ese extraño mundo, tal vez no tenga otra oportunidad.

Me dirigí al baño, la mujer que me acaba de despertar decidió esperarme afuera de la habitación, estando dentro puede ver lo que hay en su interior, las paredes están opacas, reclamando un poco de atención.

El espejo que está arriba del lavado es desgastado en los bordes.

Agachó mí cabeza en el lavado para mojar mí rostro y así refregarlo para quitarme el sueño, al reflejar mí rostro de nuevo en el espejo, este se quebró.

Mi cuerpo se movio involuntariamente, golpeé el espejo de un puñetazo, el ruido de cosas quebrándose se ha de escuchar, gemí del dolor a causa de las heridas que me autoprovoqué, examiné la situación de mi mano y noté que no era tan grave, por suerte, un botiquín estaba justo detrás del, ya no existente, espejo, este ahora se encuentra en varios trozos bajo mis pies.

Inserto el alcohol sin pensarlo dos veces sobre mis heridas, y envuelvo con gasas mi puño.

Salí del baño lo más normal posible, después limpiaré el desastre, voy hacia mi cama y busco mis tan reconocidas zapatillas blancas.

Haciendo mohín por fin salí de mi habitación.

—¿Lista? —me preguntó, la muchacha con una sonrisa y cerrando la puerta detrás de mí con llaves.

—Lista —respondí un poco amargada, por tal escena.

Pasamos por pasillos desconocidos yendo cada vez más al fondo de aquel lugar, doblamos hacia la derecha, haciendo visibles a más pacientes frente a una puerta de algarrobo de color verde oscuro.

La joven empleada me dejó en ese lugar sin palabra alguna. Jamás me sentí tan intimidada en mí vida hasta ese momento, varios integrantes del grupo me miraban de forman un tanto tétrico, pero aun así decidí mirar mis zapatos, ya parecen ser la cosas más interesante de la galaxia.

Después de unos minutos llegó una mujer, no era ni tan mayor ni tan joven.

—Hola, buenos días a todos, soy la psicóloga Casandra —dijo, mientras que se abría camino entre los presentes y sacaba una llave de su chaqueta, supuse que era para abrir la entrada —hoy vine a hacerles a todos una terapia, para que socialicen entre ustedes — continuó con una sonrisa marcando sus sexys hoyuelos.

El Chico Usurpador De MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora