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Estoy reprimiendo la ira y mi medico trata de decirme que estoy pasando por una fase.

Si, no es una jodida fase.
Solo quiero sentirme bien.







Pacientes


Casandra abrió la puerta para que pasaran los veintitrés pacientes, adentrándome en la habitación
sentí un aura familiar, como si ya hubiera estado en ese lugar.

cada uno agarro su silla que esta en el rincón del lugar, haciendo una ronda, uno al lado del otro.

—Me Gustaría saber sus nombres —dijo la psicóloga, con una sonrisa aún más radiante que la anterior.

era casi imposible saber si esa mujer era una experta en estas cosas, porque escuchar los problemas de los demás aun teniendo los tuyos al día, debe ser agobiante.

Cada paciente empezó decir sus nombres.

—Luz —dijo una chica pelinegra, con cara de querer matar a todos aquí, me agrada.

—Nick —dijo un pelirrojo con pecas y con voz temblorosa.

—Skype —dijo una rubia con risos y ojos cafés.

—Demian —dijo un chico de cabello castaño, con una voz bien angelical.

—Dominick —contestó un chico pelinegro y ojos azules.

Y así, cada persona que esta en la habitación dijo su nombre, hasta que llegó mi turno.

—¿Y tú, como te llamas niña? —preguntó la psicóloga, con una sonrisa diferente.

incómoda ante tal situación me removí de mí asiento, evitando su mirada.

—Me llamo Georgina, y no soy una niña —espeté indiferente y algo molesta ante su pregunta.

—Entonces dime tu edad —respondió la psicóloga, con una mueca de interrogación ante mí tono de voz.

—Tengo 17 años —contesté con él ceño fruncido.

la verdad era que no parecía de 17, soy muy enana, no tengo la culpa de tan solo medir 1,45.

—Bien, cuéntame sobre ti —dijo, ahora más amable.

Me da rabia, de los veintitrés pacientes que hay en la habitación, ¿me tenía que pedir que le cuente sobre mí?

—¿Y bien? —aún seguía con esa sonrisa irritable.

No dije nada, pero no porque no quisiera hablar de mí, simplemente no recuerdo quien soy.

Los demás pacientes esperaban que hablara, pero no dije nada, he hice oídos sordos para no responderle.

La psicóloga me miraba atentamente, pensando en que decir, pero se terminó resignando y decidió preguntar a los demás integrantes sobre sus vidas.

Mí vista se tornó nublosa y mí respiración se entrecortó, la habitación se revolvía, haciendo que me mareara, en un abrir y cerrar de ojos me encuentro acostada en el césped de ese mundo que hay en mí despavorida imaginación, me impresione más de lo normal.

Escuché ladridos de sabuesos, me incorporé de inmediato y di media vuelta, mí vista dio con las siluetas de unos lobos totalmente horrorizantes.

Solté un jadeó de la impresión, todos con el doble de altura que yo tengo, mis piernas parecen gelatina, cuando una docena de ellos venían en mí dirección me arrodillé y crucé mis brazos sobre mí cabeza, creyendo que así podría evitar sus ataques.

la tierra bajos sus patas peludas eran arañadas cruelmente y tiembla de los pisotones.

—¡Georgina! —exclamó la psicóloga tocando mi hombro, por lo cual salté, no salía del shock en el que estoy.

El Chico Usurpador De MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora