Capítulo 2

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SANGRE  Y PIEDRA


Durante nueve meses, había soñado con este momento. En mis visiones había visto a Lena  hacer sus obligaciones diarias, inconsciente de lo que estaba pasando mientras esperaba que yo volviera a casa, y yo había deseado con cada fibra de mi ser que ella se diera cuenta de que algo iba mal y que viniera arrasando las puertas de mi prisión. Lo había deseado tanto que me dolía la necesidad de dejar la isla, dejar a Jess y a Cronos y todos mis grandes miedos atrás.

Ahora  finalmente  podría tener  la oportunidad  y no podía irme.  Sin importar lo que estuviera esperando afuera, Lena, mi madre, una familia, una guerra que ganar, no podía dejar a mi hijo.

Lena voló hacia el palacio y busqué en el cielo detrás de ella a los otros miembros del Consejo. Nada excepto el dorado antinatural. Mi pecho se tensó. Ella no podía venir sola. No era tan descuidada. Ella no tenía el poder para acabar con Cronos en el Inframundo, mucho menos fuera de su territorio.

¿Dónde estaba mi madre? Incluso si los otros miembros del Consejo no tenían interés en ayudarme, seguro que ella hubiera venido para proteger a Lena. ¿Le había insistido ella para que no lo hiciera, porque era muy peligroso?

Cuando estaba lo suficientemente cerca para ver la furia de su rostro, me di cuenta. Estaba sola. Nosotras estábamos solas.

Esperaba que convirtiera la pared exterior en escombros, pero en vez de eso, voló por encima de mi habitación hacia otra parte del castillo, como si no supiera que yo estaba allí. Quizás no lo sabía. Quizás Jess estaba intentando alejarla y…

El arma. Oh, Dios.

—¡Lena! —grité—. ¡Lena!

—Kara —dijo una voz desde el pasillo—. Kara, soy yo.

Corrí hacia la puerta, agachándome para mirar a través de la cerradura.

—¿Lena? Es eso...                                                                                                             

Un ojo azul con largas pestañas me devolvió la mirada y mi corazón se hundió. Ava.

—Aléjate de la puerta —susurró, mirando por encima del hombro. ¿De qué estaba tan asustada? ¿Lena arrasando al final del pasillo y volándola en pedazos? Si solo yo fuera tan afortunada.

—¿Por qué debería creerte? —dije—. Tú sabías que Jess iba a matar a mi hijo e hiciste todo lo que pudiste para que eso sucediera.

Parpadeó rápidamente y sus ojos se volvieron rojos y llorosos. Una vez, hace tiempo, había pensado que Ava era una de las pocas que lucía preciosa cuando lloraba, pero ahora todo lo que podía ver era la fealdad debajo.

Durante  meses había  aprendido acerca  de las travesuras  de los dioses griegos, la historia que fue la base de su mitología. No todo era correcto, mucho de ello había sido tergiversado y corrompido a lo largo de la historia mientras los mortales las contaban. Y debido a eso, hubiera querido creer que los dioses eran básicamente buenos. Que ellos realmente estaban pendientes  de la humanidad, que sus vidas no habían estado llenas de malicia y traición y egoísmo.

Independientemente de lo que Jess y Cronos habían hecho, Ava podía haberme dado la razón.

Una sola palabra ante el Consejo, y esto podía haberse acabado hace meses. En vez de eso ella había convertido todas las esperanzas en polvo.

—Lo siento —susurró—. Eres mi mejor amiga, Kara. Por favor, nunca quise que algo de esto pasara. No lo sabía.

—Sabías lo suficiente.

Aprendiz de Diosa : la herencia (5ta Parte/ Final) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora