Capítulo 3

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LA  HORA MÁS OSCURA

Durante cuatro años, me había quedado al lado de la cama de mi madre, viéndola desvanecerse. Su cuerpo que una vez había sido fuerte y saludable, se había marchitado en una pobre imitación de  la mujer  que  recordaba, y no había pasado una hora sin imaginarme como sería el día que la muerte la reclamara.
Había vivido con el constante temor de despertar y encontrarla muerta, una sombra donde había estado una vez mi mamá. Veía el reloj llegar a medianoche y me preguntaba si esa era la fecha que lloraría cada año por el resto de mi vida.
Sabía lo que era perder. Sabía lo que era luchar contra lo inevitable. Pero nada de eso me había preparado para ver a Lena morir.
La sangre brotando de la herida en su pecho. Cayendo de rodillas, con una mano agarrando sus costillas y la otra tratando de alcanzarme. Nunca había visto tan genuino temor en sus ojos. Los dioses no debían morir. No a menos que ellos lo quisieran.
Traté de alcanzarla con mi mano sana mientras la vida se drenaba de su cuerpo. ¿Era la cuchilla lo suficientemente fuerte para matarme a mí también? Una vez que todo hubiera terminado, ¿estaríamos juntas en el otro lado, donde sea que eso deba llevarnos?
¿Había siquiera otro lado para la Diosa de la muerte?
El momento en que nuestros dedos se encontraron, mi cuerpo se sacudió. Era una sensación familiar, mucho más impactante de lo que jamás había experimentado, pero en el instante en que sucedió, lo supe. Íbamos a casa.
En un segundo, estaba a solo unos metros de distancia de Noah mientras lloraba. Al siguiente, yacía en una pila con Lena, y el silencio nos rodeaba. Ya no estábamos en el palacio de Jess. Ni siquiera estábamos en la Isla. Pero tampoco estábamos en el Inframundo, o al menos, en alguna parte de este que alguna vez hubiera visto.
En cambio, estábamos en medio de una enorme habitación, desprovista de cualquier cosa menos de un techo azul cielo y un piso de color ocaso. Las paredes doradas parecían extenderse por siempre, y con el sol en el medio del techo como si fuera un cielo real, todo brillaba con luz. Me debería haber quitado el aliento.
Pero Noah había desaparecido. Donde sea que estábamos, supe por instinto que él no se uniría a nosotras, y un dolor indescriptible se extendió como ácido en mi interior. Con gusto hubiera sido apuñalada miles de veces en vez de sentir esto siquiera un instante.
Sin embargo, no había nada que pudiera hacer. Mi madre estaba en la isla con Lena, junto con Winn y el resto del Consejo, y eso debería ser suficiente. La única persona que podía ayudar, me tenía clavada al piso color ocaso.
—Lena.
A pesar de que la última cosa que quería hacer era herirla, no tenía más opción que moverla  suavemente  cerca  de  mí.  La  sangre  empapaba  su camisa, y presioné mis manos contra su pecho en un intento por detener el flujo, pero era inútil. Después de todo lo que habíamos atravesado juntas, después de todo lo que ella había hecho para protegerme, no podía hacer ni una maldita cosa para salvarla. No era justo.
—¿Kara? —Su voz era densa y ronca, como si estuviera enferma, pero no lo estaba. Estaba muriendo—. ¿Estás… estás bien?
—Estoy bien. —Mentí, y mi voz se quebró—. No te sientes. Estás perdiendo demasiada sangre.
¿Cuánta tienen los dioses en ellos? ¿La misma que los mortales? ¿Cuánto pueden vivir si ella?
—No lo sabía —susurró—. Creí… Ava dijo…
—No es tu culpa. —Temblorosamente rocé mi boca contra la suya. Sabía a lluvia—. Nada de esto es tu culpa. Nunca debería haber confiado en ella. Nunca debería haberte dejado. Lo siento.
Me besó de vuelta débilmente.
—Ese era… ese bebé era…
Un nudo se formó en mi garganta.                                                                                   
—Sí. Él es tu hijo. —Logré hacer una sonrisa en medio del llanto. Al menos Lena lo sabría—.  Lo llamé Noah. Podemos  llamarlo  de  otra  forma  si quieres.
—No. —Tosió, y algunas gotas de sangre mancharon sus labios—. Es perfecto. Como tú.
Me  apoyé  en  su  pecho,  colocando  tanto  peso  en  la  herida  como  fuera posible. Me negaba a decir adiós así. No a Lena, no a nuestra vida juntas, a nada de ello. No estaba lista, y Noah merecía tener a su otra madre. Yo no había tenido un padre al crecer, aunque este caso fuera algo distinto, y cómo diablos iba a dejarlo sufrir el mismo vacío e incertidumbre. Él merecía más que eso. Merecía tener una familia.
Mi brazo sangraba profusamente, y en unos instantes la habitación empezó a dar vueltas. Los ojos de Lena, iluminados por la luna, permanecían abiertos mientras sonreía.
—Nunca pensé que tendría un hijo. —Su voz tembló—. Nunca pensé que te tendría.
Apreté mis dientes contra el mareo, con cada segundo mi cuerpo se hacía cada vez más débil.
—Vas a tenerme por un montón de tiempo más que esto. —Mi visión se nubló, y me esforcé por mirar a nuestro alrededor. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué no podían sentir que la vida de Lena se agotaba del modo en que yo lo hacía?
Porque no era su vida la que sentía agotándose. Era la mía.
—¿Kara? ¿Lena?
La voz de mi madre me inundó, y dejé escapar un cansado sollozo.
—¿Mamá?
Se arrodilló a mí lado, irradiando calidez, la esencia de manzanas y fresas.
—Vamos, cariño —murmuró—. Te tengo.
Sin embargo, no podía quitar mis manos de Lena. Ahora estaba fría, sus ojos muy abiertos, sin parpadear, y su pecho estaba quieto. Los dioses no necesitaban respirar, pero Lena siempre lo necesitó. Su corazón siempre tenía latidos, pero ahora no veía ningún indicio de pulso.
Estaba muerta.
No recuerdo que los demás aparecieran. En un momento, mi madre me sujetaba contra su pecho y envolvía su mano en mi sangrante brazo, mientras yo gritaba, lloraba y me desvanecía. Al siguiente, J’onn se cernía sobre nosotros, Maxwell se arrodillaba junto al cuerpo de Lena y sus labios se movían a un ritmo frenético.
—Sácala de aquí —dijo J’onn con su estruendosa voz distante, mientras yo me encogía en un oscuro rincón del fondo de mi mente. Manos amables me levantaron, y creí oír la voz de Winn murmurando palabras de consuelo que no entendía, pero que aparentemente me azotaban y gritaban. No podía dejar a Lena. Si la dejaba, nunca la vería otra vez, y entonces realmente se habría ido.
Aunque, no podía irse. Simplemente no podía irse.
Otro par de manos se nos unió, pero estaba tan completamente sumergida en mí misma que bien podría haber cerrado mis ojos y desaparecido en la oscuridad. Aquí, nada podía tocarme. Aquí, Lena estaba en todas partes. Aquí, era invierno otra vez, y estábamos acurrucadas bajo el edredón de plumas  en  el  inframundo  mientras  las  horas  pasaban.  Su  pecho  estaba cálido bajo mi palma, y su corazón latía contra mis dedos, constante y eterno. Aquí, nadie murió.
Un quejido llamó mi atención, y abrí mis ojos otra vez. La habitación dorada había desaparecido, remplazada por la guardería de color atardecer del palacio de Jess. Y mi corazón se hundió. Ahí, tumbado en la cuna, estaba Noah. Después de todo, mi madre no lo había salvado.
Me paré junto a él, pretendiendo que podía tocarlo y mecerlo para dormir. Pretendiendo que no era sólo cuestión de tiempo antes de que el fuego Titán en mis venas me consumiera y que Noah quedara huérfano. Nunca había conocido a mi padre, pero atesoraba el tiempo que había pasado con mi madre. Noah jamás tendría eso tampoco. El único momento que tendríamos juntos, eran esos pocos segundos antes de que Jess hubiera matado a su otra madre, y él nunca lo recordaría.
No, teníamos el ahora. Incluso si no sabía que estaba con él, podría estar allí. Lo estaría.
Acomodándome al lado de su cuna, lo miré sin parpadear, absorbiendo cada segundo.
Y esperé por lo inevitable.
Kara.
La voz de Winn flotó hacia mí y se abría paso a través de lo que quedaba de mí corazón.
Parpadeé. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? No, Jess podría haber sido un monstruo, pero no dejaría solo a Noah por tanto tiempo. Él dormía sonoramente en la cuna, su pequeño pecho subía y bajaba. Me consolaba con cada respiración.
Vuelve, Kara.
Sus palabras eran un susurro en mi oído, pero me quedé donde estaba. No había nada para mí en la realidad. Mi madre había vivido durante eones antes de que yo hubiera nacido; podía hacerlo sin mí una vez más. Tenía que hacerlo.
El aire se hizo fastidiosamente espeso.
Kara, lo juro, si no regresas, le diré a Lena que me besaste. Y que dijiste que tenía un lindo trasero.                                                                                                                       
—¿Lena?
Mis ojos se abrieron de golpe. Esta vez mis ojos reales. El dolor de dejar a Noah me quitó la respiración, como lo había hecho cada vez antes. Y difusas formas flotaban delante de mí hasta que logré enfocarme. Un techo de color azul cielo y, sin duda, un piso de color ocaso. Pero a diferencia de la habitación bañada en luz dorada, esta era diferente. Más pequeña, silenciosa y de alguna manera más oscura.
Frenéticamente miré alrededor de la habitación por cualquier señal de Lena, pero ella no estaba ahí. Entonces era la enferma idea de una broma de Winn, para alejarme de lo único que me daba cierto consuelo en este momento.
—¿Cómo te estás sintiendo? —Mi madre se cernía sobre la cama, aplicando una compresa de algo que olía como miel y mandarinas en mi brazo. Al darse cuenta de mi mirada, peinó mi pelo hacía atrás y me ofreció una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Una compresa para detener el dolor. Vas a tener que usar un cabestrillo, pero por ahora no se extenderá a ningún otro lugar.
Sacudí mi cabeza.
—Quítala.
—¿Qué? —Su ceño se frunció—. Cariño, esto está salvándote la vida.
—No la quiero.
Me senté, y mi cuerpo gritó en protesta mientras arrancaba la compresa de mi brazo. No me importaba. Lena estaba muerta, y nunca sostendría a mi hijo otra vez. No quería que nadie salvara mi vida.
Mi madre puso su mano sobre mi hombro bueno, con firmeza pero delicadamente, me guió de vuelta a la cama. No tenía la fuerza para luchar contra ella.
—Es una lástima. Soy tu madre y ya sea te guste o no, no voy a dejarte morir en mi presencia.
Lloriqueé, mirando hacia el techo sin nubes.
—No puedo hacer esto, mamá.
No la había llamado así desde segundo grado, cuando la chica más popular de mi escuela privada en National City casualmente lo escuchó y procedió a burlarse de mí por los próximos cuatro años.
—¿No  puedes  hacer  qué?  —Puso  la  compresa  en  mi  brazo  otra  vez,  y aunque dolía como el demonio, el dolor no se propagó.
—Tengo un bebé —susurré.
¿Siquiera sabía que era abuela? ¿Conocía el plan de Jess? ¿O pensaba que había escapado con Ava por nueve meses y me había olvidado de ella?
Vaciló, sin mirarme a los ojos.
—Lo sé. Lo siento, Kara.
Eso fue todo. Simple reconocimiento. Sin ofrecerse a encontrarlo. Ninguna promesa  de  robarlo  de  Jess  a  la  primera  oportunidad  que  tuviera. Tragué con fuerza, a casi nada de la histeria.
—Su nombre es Noah. Lena… a Lena le gustó ese nombre.
—Estoy segura que todavía le gusta.
La voz de Winn se filtró a través de la bruma que me rodeaba, levanté mi cabeza. Winn se apoyó contra la puerta abierta, su pelo rubio alborotado y sus mejillas sonrojadas, como si hubiera corrido una maratón. O tal vez era porque no lo había visto a la luz del sol en mucho tiempo.
—Está en otra habitación. Maxwell la está atendiendo —dijo.
Maxwell, el miembro del Consejo con la habilidad de curar heridas causadas por los Titanes. O si no curaba, al menos lo hacía menos doloroso.
¿Era  posible?  La  forma  en  que  los  ojos  de  Lena  se  habían  quedado mirando sin ver, la ausencia del latido en su corazón, cualquier esfuerzo en absoluto para mantener su cuerpo en funcionamiento… no podía ser.
—¿Lena está viva?
El momento entre mi pregunta y la respuesta de Winn duró una eternidad. De repente, quería oírlo, pero no quería saber. Podría haberme aferrado a la deliciosa esperanza que Winn me daba por el resto de mi interminable vida. Lena siempre podría estar en la habitación de al lado, vivo y esperando por mí.
—Sí —dijo, y dejé escapar un suave sollozo. Mi madre tocó mi mejilla, pero miré tras ella, concentrándome en mi mejor amigo.
—¿Puedo verla? Necesito verla.
Olvidé permanecer quieta. Luché para sentarme de nuevo, pero por segunda vez, mi madre me retuvo, más insistente que antes.
—Puedes verla tan pronto como estés lo suficientemente bien —dijo ella, pero miró hacia Winn, e intercambiaron una mirada que no entendí.
—¿Qué?  —Mi  cuello  se  tensó  por  el  esfuerzo  de  mantener  mi  cabeza erguida, pero no podía apartar la mirada—. ¿Qué está pasando?
Winn vaciló, y ese delicado globo de esperanza en mi interior estalló.
—Está inconsciente, y hay una posibilidad de que nunca pueda despertar. Agarré las sábanas con mi mano buena. No estaba muerta, pero no estaba viva tampoco. Atrapada en medio, al igual que mi madre lo había estado durante el tiempo que pasé en la Mansión Midvale cuando el Consejo me había puesto a prueba. Excepto que Lena era inmortal, y no tendría ninguna liberación.
No sabía qué era peor, la muerte o esto.
—Maxwell detuvo la propagación, pero Lena fue apuñalada en el pecho —dijo Winn. Se acercó a la cama y tomó mi mano, agarrándola suavemente. Mis dedos temblaron—. No sabemos cuán malo es el daño. O si Lena siquiera se recuperará lo suficiente para despertar.
—¿Ha… hay una cura? ¿Una manera de arreglarlo?
—No hay nada que podamos hacer —dijo Winn, y al otro lado, mi madre secó las esquinas de sus ojos con un pañuelo—. Solo tenemos que esperar.
Mi garganta se contrajo. Tenía que existir una forma. Siempre la había. Si Lena podía traerme de vuelta de la muerte, entonces podía encontrar una manera para hacer lo mismo por ella.
—¿Qué hay acerca de Cronos? ¿Él no podría hacer algo?
Silencio mortal. Los segundos pasaron, y sin aviso, mi madre y Winn comenzaron a hablar al mismo tiempo.
—No puedo permitir esa posibilidad…
—Incluso si él pudiera, ¿realmente piensas…?
Ambos se detuvieron y se miraron el uno al otro, finalmente mi madre habló primero.
—No vas a volver ahí, cariño —dijo—. Es un milagro que Lena te haya sacado en primer lugar, y arriesgó todo por ti. No querría que regresaras. Sabes que no lo haría.
Si sólo se tratase de mí, entonces mi madre habría estado en lo correcto. Sin embargo, no era únicamente acerca de mí. También era sobre Noah. Podría haber  sido  una  inútil  rescatando  a  nuestro  hijo,  pero  si  Lena  pudo salvarme, entonces él también podía salvarlo. Y si había una forma de que pudiera salvar a Lena, si había una forma de que pudiera darle a Noah el padre que se merecía, entonces tendría que intentarlo.
—¿Cronos puede ayudar a Lena? —dije de nuevo en una voz tan firme como pude reunir.
Winn se cercó más y apretó mi mano en la suya.
—Sí —admitió—. Él puede. Pero incluso si regresas con Cronos, él podría no reparar el daño que ya se le ha hecho a Lena. Sabes que no lo haría.
—Correcto —susurré.
Winn está equivocado, pensé. Si Cronos tenía suficiente incentivo, él podría. Y no iba a renunciar sólo porque ellos insistían que no tenía caso intentarlo. Incluso si significaba ir directo a Cronos y darle todo, podría realmente hacerlo si quería decir que Lena viviría.
Mientras me encontraba en la cama, planeaba.
Cada palabra que diría, cada argumento que usaría, todo lo que le ofrecería a Cronos para que salvara a Lena. Capa tras capa de planos que, le devolverían la vida a Lena y a nuestro hijo una de sus madres. Lo que fuera lo tomaría.
Pasé mis horas con Noah, viéndolo dormir, viendo como Ava lo cambiaba, viendo como Jess intentó convencerlo para comer de una botella. Para mi inmensa satisfacción, él se reusaba.
—Debes comer —dijo Jess severamente mientras le ofrecía otra botella caliente a mi hijo. Él giró su cabeza hacia otro lado, con su rostro arrugado y colorado de tanto llorar. Ella estrecho sus ojos—. Callum, debes comer.
Indudablemente para ella sería Callum. Él era Noah, no Callum, y no importa cuánto tiempo estuviera con esa perra, nunca sería de ella.
Sin embargo, mientras las horas se convirtieron en un día, luego dos, mi preocupación superó mi odio por Jess. Noah no estaba comiendo. Se agitaba en su sueño, y cuando estaba   despierto, sus ojos estaban constantemente llenos de lágrimas. Él era miserable.
No sabía qué hacer. ¿Había alguna otra cosa, aparte de asaltar el palacio y exigirle a Jess que me lo devolviera? De todos modos nada funcionaría.
Podría tener al Consejo entero respaldándome, pero sin Lena, no sería nada más que un inútil esfuerzo. Cronos me tendría retenida, Jess ocultaría lejos a mi hijo, y él solo podría debilitarse.
—Vamos, Noah —susurré mientras me apoyaba sobre su cuna. Por enésima vez, traté de tocarlo, pero una vez más mis dedos traspasaron su mejilla—. Perdón por no estar aquí. Si tuviera una oportunidad… —Mi voz se quedó atrapada  en  mi  garganta—.  Sé  que  Jess  es  horrible,  pero  necesitas comer. Necesitas estar sano y fuerte para cuando finalmente consiga estar contigo otra vez.
Al menos abrió sus ojos azules, y en ese momento, juré que él me vio.
—Ahí estás. —Le di una llorosa sonrisa—. Eres hermoso, sabes. Pones a Adonis en vergüenza.
Sus sollozos se calmaron, y alzó sus brazos, como si estuviera tratando de alcanzarme. Nuevamente traté de tocarlo, pero aún no podía. Sin embargo, nunca dejaría de intentarlo.
—¿Crees que podrías hacer eso por mí? —murmuré—. Solo come un poco. Puedes estar tan infeliz como quieras. No te culpo. No va a durar para siempre, lo prometo.
No podía. No lo dejaría.
—Tiene tus ojos.
Mi corazón estuvo malditamente cerca de detenerse. Lentamente me di la vuelta, y a pesar de la escasa luz, pude ver cada rasgo de su rostro.
—¿Lena?
Sonrió sombríamente y abrió sus brazos. No pensé. Fui a ella, enterrando mi rostro  en  su  pecho  e  inhalando,  pero  no  olía  a  nada.  No  estaba  aquí tampoco. Sin embargo, podía tocarla. Podía sentir su camisa de seda y el calor emanando de su cuerpo. ¿Cómo?
—Te había extrañado —murmuró, rozando sus labios contra mi mejilla.
Cuando traté de girar mi cabeza para besarla apropiadamente, se alejó, fuera del alcance. El rechazo y la duda se apoderaron de mí. ¿Estaba enojada porque se había quedado atrapada? ¿Por qué no pude salvarla? ¿Sabía acerca de mis planes para entregarme a Cronos a cambio de su vida?
Sin embargo, cuando seguí su mirada, me relajé. Noah.
Me escondí debajo de su brazo, y juntas nos acercamos a la base. Cuando el bebé nos vio, intentó llegar hasta nosotros. Y hasta mí. Una parte del corazón se me derritió.
Luego, Lena llegó hasta él, y antes de poder advertirle que no funcionaría, sus dedos hicieron contacto con los de Noah. No es que se desvaneciera en el desocupado espacio a su lado o se cerniera a un milímetro por encima de su piel y pretendiera hacerlo.
Ella verdaderamente estaba tocando a nuestro hijo.
—Hola, hombrecito —dijo Lena solemnemente—. Escuché que no has estado comiendo.
Produciendo  una  botella  aparentemente  de  la  nada,  Lena  me  dejó  y recogió a Noah. Me quedé atrás, aturdida, mientras Lena le daba la leche. Varios minutos pasaron, y al último Noah empezó a comer.
—¿Cómo…? —Una ola de mareos me atravesó. Esto no podía estar sucediendo,  no  a  menos  que  él  estuviera  muerto  o…  o  algo  que  no entendía—. ¿Cómo es esto posible?
—A veces juzgamos mal lo que es posible y lo que no.
La voz de Lena sonó en mi cabeza, claro como todo, y esperé para que dijera esas palabras nuevamente. Para insistir en que solo porque no sabía cómo funcionaba, no podía evitar que sucediera.
En lugar de eso, ella sonrió, y Noah comió ávidamente.
—Porque lo es. ¿Qué más explicación necesitas?                                                             
Quería saber todo. Quería para saber cómo salvarlo, cómo unir de nuevo a nuestra familia, cómo detener a Cronos y Jess de asumir el mundo. Pero en ese momento, sólo necesitaba escuchar una cosa.
—¿Te quedarás con él?
En sus brazos, Noah balbuceó, y traté una vez más de tocarlo. Pero nada.
—Por supuesto —dijo Lena, y presionó sus labios en mi frente—. Siempre. Abrí mis ojos, más contenta y relajada de lo que había estado desde el solsticio de invierno. A pesar del brillante cielo azul sobre mí, este lugar, el que fuera, estaba tranquilo. Mi madre no me había dejado sola desde que había regresado del castillo de Jess, pero mirando alrededor, noté su asiento vacío.
Finalmente, la oportunidad por la que había estado esperando.
Balanceando mis piernas fuera de la cama, comprobé el suelo de color ocaso, estaba más caliente de lo que esperaba. Y mi brazo quemado ya no estaba más lastimado, mi madre tenía razón. Lo que estuviera en esa compresa había detenido la propagación de la agonía hecha por la daga.
Mientras estuve inconsciente, alguien, espero que mi madre y no Winn, me había vestido con un camisón blanco de seda, tan suave, que bien podría haber sido agua contra mi piel. Tomé unos pasos tentativos, y una vez que estaba segura de que no iba a colapsar, me dirigí a la puerta. No tenía idea de dónde estaba, pero quería ver a Lena. Tenía que asegurarme que no estaba muerta. Que mi visión no había sido su último adiós para mí. Para nuestro hijo.
No. Ella había prometido estar con Noah, y lo haría. Los Dioses no se convertían en fantasmas corpóreos cuando morían, o al menos pensé que no lo  hacían.  ¿Había  un  dios  tan  poderoso  como  Lena  que  nunca  antes murió?
Abrí la puerta de la habitación para revelar del otro lado un corredor, con el mismo techo azul y piso color ocaso. Los colores debajo de mis pies cambiaban mientras caminaba, y tuve que apartar mis ojos para revisar las diversas puertas que estaba a unos seis metros de distancia a través del pasillo.
Habitación tras habitación vacía. Algunas eran simples, como la mía, pero otras estaban decoradas, una con detalles en azul claro y seda blanca que hacía juego con mi camisón; otro con profundos verdes y flores brillantes que crecían por todos lados. Se veía exactamente como el tipo de habitación que mi madre podría tener si ella acabara de…
Espera.
Empujé la puerta abriéndola más ampliamente. No era solo un cuarto; era una suite, con variedad de otras puertas decorando las paredes y mucho más espacio del permitido por las otras habitaciones que la rodeaban. Avancé poco a poco hacia la mesita de noche, donde se encontraba una fotografía.
No, no una fotografía, un reflejo, como el que Lena había tenido de Perséfone en la Mansión Midvale, uno que capturaba un momento, no una inmóvil fotografía.
Con una mano temblorosa, recogí el marco de madera y lo miré. Mi madre y yo devolviendo la mirada. Reíamos en medio de Central Park. No necesitaba ver los pastelitos o el desorden que quedaba de nuestro picnic para saber lo que era.
Era el reflejo que Lena me había dado en nuestra primera y única navidad juntos.
—¿Kara?
El marco  se deslizó de  mi  mano, y el cristal se rompió al tiempo que golpeaba el suelo. Juré y me agaché para recogerlo.
—Mamá, lo siento, no quería…
—Todo está bien —dijo, arrodillándose junto a mí y agitando mi mano tratando de alejarme—. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?
Mientras me levantaba, el cristal se reparó a sí mismo bajo su dirección.
¿Cuánto tiempo podría tomarme aprender cómo controlar mis poderes de esa forma? Había tratado de averiguar de lo que era capaz de hacer mientras Jess me tuvo cautiva, pero sin alguien para enseñarme, lo mejor que manejaba era controlar mis visiones.
—Quería ver a Lena.
—Me parece justo.
Mi madre se irguió y colocó el recién reparado cuadro de vuelta en su mesita de noche. Y era su mesita de noche; estaba segura sobre eso ahora. Esta era su suite. Esta era su casa.
Esto era el Olimpo.
—¿Te importaría hacer un viaje conmigo antes de que vayamos a verla? — dijo mi madre, poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
—¿Qué? ¿Por qué? —espeté—. Mamá, quiero ver a Lena. Ella estaba en mi visión, sostenía a Noah y le dio de comer y todo.
Su ceño se frunció, pero en vez de decirme que estaba loca o que era mi imaginación, ella suavemente dijo.
—Cariño, podemos hablar sobre eso más tarde. J’onn llamó a una reunión de emergencia del Consejo, y yo estaba de camino para ir a buscarte.
¿Para buscarme? ¿Con qué ayudaría al Consejo? Solo había sido inmortal por un año y medio. Eso no era nada comparado con el resto del Consejo, algunos de ellos eran más viejos que el albor de la humanidad. Como mi madre.  Como  Lena.  Como  todos  los  seis  originales  hermanos,  cinco, ahora que Jess los abandonó. Cuatro ahora que Lena estaba perdido en un mundo entre la vida y la muerte.
—¿Qué ocurrió?
Mi madre dudó, y tomando mi brazo bueno, me guió a la puerta.   
—No quiero preocuparte, pero…
—¿Pero qué? —Mi interior se congeló. ¿Lo peor había sucedido? Estaba Lena o Noah muertos?—. ¿Mamá, pero qué? Sus ojos parpadearon hasta cerrarse.
—Es Cronos —dijo, con su voz quebrándose—. Él declaró la Guerra.

Aprendiz de Diosa : la herencia (5ta Parte/ Final) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora