Capítulo 4

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EL CONSEJO DIVIDIDO


Sólo la mitad del Consejo apareció.

Alex, mi tutora durante mi tiempo en el Midvale, lloró mientras Sofía, enfermera de cuidados en casa de mi madre y otra de los seis originales, trataba de consolarla. En el lado opuesto del círculo, J’onn y Phillip, hermanos de Lena, se sentaron con sus cabezas inclinadas juntas, y hablaban en voz baja. Winn y Jack, el novio de Ava de la Preparatoria  Midvale, permanecieron en silencio en sus respectivos tronos.

Nadie más apareció.

—¿Dónde está todo el mundo? —le susurré a mi madre, aunque en la sala sin fin, mi voz gritó.

—Algunos han optado por no unirse a nosotros. No vamos a tenerles rencor por eso. —Se sentó y me hizo un gesto para que tomara asiento a su lado, en el trono hecho de diamante blanco directamente desde el Inframundo. El de Perséfone.

Dudé. Me senté allí un par de veces en el palacio de Lena, pero asumí que estaba allí porque era su reino. ¿Era simplemente un lugar para sentarme, o significaba esto que era un miembro del Consejo ahora? A pesar del honor, la idea de tener ese tipo de responsabilidad, ese tipo de control sobre las vidas de los demás me hizo enfermar del estómago. Pero si ellos confiaban en mí lo suficiente para hacerme uno de ellos, entonces yo haría todo lo posible para ayudar.

—Estamos esperando por ti, querida —dijo mi madre, y me obligué a salir de él. Posándome en el borde de la silla, acuné el brazo hacia mi pecho y esperé. Sabía por qué James no estaba allí, por supuesto, ya que Jess lo mantenía como rehén. Ava estaba ayudándola, para salvar a James, me di cuenta, pero eso no hacía más fácil de digerir su traición. Y Lena...

Todos tenían excusas para no estar allí, y después de que Verónica había perdido su brazo el día que Cronos escapó del Inframundo, no la culpaba por no querer ser parte de ello tampoco. Pero ¿qué pasaba con Maxwell? ¿Qué pasaba con  Mon-el? El Consejo sin Jess había discutido y estado en desacuerdo, pero nadie había abandonado su posición.

J’onn se levantó y se aclaró  la garganta. Parecía más viejo de alguna manera, a pesar de su intemporalidad. Sus hombros se hundieron bajo el peso de todo lo que había sucedido, y junto a él, Phillip, por lo general tan brusco e impermeable, no se veía mucho mejor.

—Hermanos y hermanas, hijos e hijas...

¿Hijas? Sólo Alex era su hija. Sofía y mi madre eran sus hermanas. A menos que se refiriera a mí, también.

No. Fue un desliz de la lengua, nada más. Porque si me contaba a mí, también, porque jamás nadie había hecho…

—Me entristece enormemente informar que Atenas ha caído.

Todas mis preguntas sobre mi padre volaron de mi cabeza. ¿Atenas había caído? Alex lloraba, y Sofía la abrazó, frotando su espalda y murmurando palabras de consuelo que no podía entender. Desconcertada, miré de ellas a J’onn. ¿Cómo podía caer Atenas? Esto no era la Grecia antigua. ¿Qué quería decir eso?

—¿Cómo? —dijo mi madre—. ¿Por qué? No tenemos ejército allí. No hay soldados que amenacen el agarre de Cronos sobre el Mar Egeo. ¿Por qué atacaría sin provocación?

No fue provocado, sin embargo. Cronos había prometido que nadie iba a morir,  siempre y cuando me quedara a su lado, y ahora lo había abandonado.  Mis manos comenzaron a temblar, y las metí entre las rodillas. Al otro lado del círculo, los ojos de J’onn se encontraron con los míos. Él lo sabía.

—No podemos pretender entender cómo piensa Cronos —dijo él, y una oleada de gratitud atada con culpabilidad me abrumó. Él no lo iba a decir.

Aprendiz de Diosa : la herencia (5ta Parte/ Final) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora