Capítulo 11 (maratón Navideña 1/3)

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HORIZONTE

Cronos me dio siete días con Lena y mi madre antes de que atacara de nuevo.

No fue por la bondad de su corazón. Sin embargo, yo no tenía manera de llegar a la isla por mi cuenta, y no podía pedirle a nadie que me acompañara. Además, cuanta más gente involucrara, mayor sería la oportunidad de que esto se le regresara a Lena.

Así que tuve que aprender a llegar por mí misma. Apenas podía viajar a través de la habitación sin la ayuda de Lena; aprender cómo cruzar la mitad de un océano en una semana parecía imposible, pero tenía que hacerlo.

Mientras mi mente regresaba al Olimpo, me volví consciente de dos cosas: primero, yo estaba llorando. Y segundo, Lena estaba a mi lado, sus ojos fijos en los míos.

-¿Estás bien?

Ella rozó su pulgar contra mi mejilla, capturando una lágrima perdida. El impulso de decirle todo lo que me abrumaba, hacía difícil respirar, pero no pude. Esto era por Noah. Si una de nosotras tenía que hacerlo, yo era la mejor opción. Cronos ya le había emitido un ultimátum a Jess, no podía dañar Noah o a mí; Lena no tendría la misma seguridad, y ella era demasiado importante, demasiado poderosa, demasiado necesaria para sacrificarse. Encontraría un camino de regreso tan pronto como pudiera. Tal vez si pudiera aprender a viajar apropiadamente, me gustaría ser capaz de tomar a Noah y escapar. No era mucho, pero era algo, y no podía tener a Lena arriesgándose en el ínterin.

-Te quiero tanto -le dije, cerrando la distancia entre nosotras y envolviéndome alrededor suyo-. No importa lo que pase, no importa cómo resulte esta guerra. Te amo, por siempre y para siempre.

Lena se quedó callada por un largo rato, y yo conté los segundos, tomando consuelo en cada respiración que ella tomaba. Por fin bajó sus labios a los míos, besándome con dolorosa ternura.

-Tú eres mi vida. -Aunque sus palabras fueron apenas un susurro, parecieron hacer eco desde algún lugar profundo dentro de su ser, envolviendo mi cuerpo e infundiéndome con algo inquebrantable-. No hay nada que no haría para hacerte feliz. Antes de conocerte, mi mundo era una serie de días que eran grises y vacíos. Yo no tenía nada que esperar, y no puedo decirte como era encarar la eternidad sola. Cada día he deseado por ti. Cada día me aferré a la esperanza de que con el tiempo nos encontraríamos. Y cuando por fin te encontré...

Se inclinó y me besó de nuevo, con tanta ternura como antes. Su mano se deslizó por debajo de mi camisa, extendiéndose a través de mi estómago, pero el toque no era sexual. Era como si estuviera tratando de memorizarme, al igual que yo estaba tratando de memorizarla.

-Existí durante más eones de los que recuerdo. He visto salir el sol y caer tantas veces, que los días perdieron todo significado. Por mucho tiempo, me pasó en un borrón. Pero esa noche nos encontramos en el río, la noche que te ofreciste a ti misma con el fin de salvar a un virtual extraño, mi corazón empezó a latir de nuevo.

Tomó mi mano apretándola contra su pecho, y allí estaba, el fuerte y hermoso pum, pum, pum, pum. Hubiera dado cualquier cosa por mantener los latidos de su corazón. El negro abismo en el que se había convertido mi mundo en esas horas que pensé que ella estaba muerta, se había desvanecido, pero era una cicatriz que siempre llevaría. No podía volver a eso. Incluso si tuviera a Noah, nunca tendría a otra Lena.

-Ahora veo la salida del sol -dijo-. Debido a ti, los días tienen color. La eternidad tiene sentido una vez más. Encontraste cada pieza rota de mí y me juntaste de nuevo, a pesar de que te lastimé tantas veces como para no merecerte. Eres el pegamento que me mantiene unida. Si te pierdo, será mi final.

Un nudo se formó en mi garganta.

-Nunca me perderás -le dije con voz rota.

-Promételo. -Su mirada buscó la mía mientras pasaba el dedo por mi columna vertebral.

Aprendiz de Diosa : la herencia (5ta Parte/ Final) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora