Dicen que cada uno crea su propio futuro, que todos podemos lograr nuestros ideales, metas y objetivos, pero también algunas decisiones nos hacen transitar un camino diferente, nos transforman, nos hacen prisioneros del consumismo, de la avaricia y olvidamos lo más básico: compartir, escuchar, gozar las etapas de la vida, los amigos, la soledad, naturaleza o simplemente contemplar algunos minutos de nuestros días.
La protagonista de esta historia se sentía prisionera, aburrida de la vida que llevaba, ser esclava del trabajo, postergarse, no poder disfrutar como sus amigas "las gozadoras", así les decía ella. Tenían trabajos relajados, salían a un horario decente y conocían hombres cuando querían. Ella, en cambio, había decidido luchar profesionalmente y llegar a un puesto importante: era Gerente de Finanzas, tenía un sueldo que muchos envidiaban, una enorme oficina y una vida de lujos que estaba obligada a mantener. Por esa razón trabajaba ese día a altas horas de la noche, necesitaba terminar la presentación que entregaría al directorio la mañana siguiente.
Mientras se procesaban unos datos del sistema, aprovechó de revisar su correo personal. Entre esos, uno de Maritza que decía: "Los hombres del futuro", lo abrió de inmediato imaginando lo que encontraría. Efectivamente el correo mostraba hombres desnudos, cuerpos perfectos, de todos los tamaños y razas. Se imaginó en su casa tomando un baño de tina, acompañada de una buena botella de vino con alguno de esos hombres del futuro.
Más de uno.
Faltaba muy poco para las once de la noche cuando terminó el trabajo. Se dispuso a imprimir las copias para no tener que llegar a hacerlo en la mañana. Al cabo de un minuto se percató que la impresora no lo hacía. Se levantó hacia ella, no mostraba ningún problema, tenía papel suficiente y los niveles de tinta no indicaban que le faltase. La apagó, encendió y volvió a imprimir. Nuevamente no pasó nada. Comenzó a perder gradualmente el control de sí misma y sin ninguna explicación razonable empezó a golpearla gritándole todo tipo de improperios. A viva voz le dijo que cuando la necesitaba no la ayudaba; le suplicó que funcionara; la acarició como si fuera un ser con vida propia, pero como no respondió le volvió a gritar diciendo que era una inútil y que no servía para nada.
Algo más calmada, decidió partir a casa y volver al otro día temprano para que alguno de sus asistentes pudiera ayudarla a imprimir o hacerlo desde otro equipo. En ese instante la impresora se encendió dejando salir una hoja; la tomó, estaba en blanco, luego expulsó otra y otra sucesivamente como si se hubiese vuelto loca. Aunque trató de apagarla, ésta empezó a moverse y, a lanzar hojas directo a su cuerpo. Poco a poco fueron aumentando en intensidad, girando como si fuesen estrellas ninja, volando a su alrededor, creando un remolino, chocando contra su cuerpo, cortando en pedazos su ropa. No podía evadir los cortes. No entendía lo que ocurría, estaba en shock y mientras giraba sobre sí misma para evitar los ataques, quedó completamente desnuda.
A través de las hojas que giraban a su alrededor, distinguió como la impresora desconectaba el cable de corriente y el que la unía al computador, levantándolos como dos brazos que usó para bajar de aquel mueble hasta quedar en el suelo frente a ella.
Al minuto siguiente los cables rodearon sus piernas en un abrazo que las atrajo haciéndola perder el equilibrio y caer de espaldas, pero las hojas a su alrededor se deslizaron hacia su espalda creando una cama que la sostuvo y la bajó lentamente quedando tendida en el suelo.
El resto, que seguían saliendo de la impresora, volaban sobre ella como si fueran plumas y caían lentamente en sus brazos, rostro, piernas, pechos y abdomen; acariciando sutilmente todo su cuerpo. Al mismo tiempo los cables tomaron cada pierna para dar espacio a la impresora y quedar en medio de ellas.
De pronto sintió como aquellos brazos tocaban sus senos y los masajeaban, acción que recién en este punto la hizo comprender las intenciones del aparato. Advirtió que estaba acostada en una cama de hojas tibias y las que caían acariciaban su cuerpo como si fueran innumerables manos, lo cual creó en su mente pensamientos obscenos que la excitaron levemente. Uno de los cables se deslizó por su cuerpo hasta situarse en su entrepierna donde comenzó a hacer contacto con su clítoris. Trató de no sentir deleite, pero aquel cable lo hacía tan bien como ella. No logró contenerse y se rindió al placer. Las hojas sobre su piel le daban calor y aquellos cables hacían el trabajo sin dejar que ninguna parte de su cuerpo quedara descuidada. Sus caderas se agitaron y movieron de lado a lado, su espalda se encorvó al sentir aquel cable apretar sus senos, siguió el trayecto del primero y se introdujo lentamente en su sexo.
Ningún hombre le había entregado tanta excitación y ninguno la había tocado como aquella impresora. Gemía, se retorcía, pedía más y más. El gozo y satisfacción la hizo gritar desenfrenadamente, cada vez más fuerte, perdiendo el control de su cuerpo y de sí misma. Su conciencia flotaba por la oficina y sólo dejó que el goce y deseo la invadieran.
No supo cuánto tiempo llevaba en aquel trance y cuánto lograría resistirlo. Su mente estaba desconectada del cuerpo, volaba y volvía.
Una sensación extraña se apoderó de su ser; fue como un calambre, un escalofrío, un golpe de agua fría, electricidad, como si explotara y dejara de existir.
La impresora en aquel momento rugía como un animal, se movía e impulsaba varios centímetros desde el suelo. De pronto dejó de lanzar hojas y en el mismo instante que ella gritó a todo pulmón y arqueó su espalda; la impresora crujió tan fuerte que por un momento el tiempo se detuvo. El silencio se apoderó de la oficina y sobre el cuerpo de la mujer saltaron distintos chorros de tinta que la cubrieron de azul, amarillo, negro y rojo.
La impresora finalmente se apagó y ella se dejó caer sobre el suelo exhausta. Durante algunos minutos entró en un estado de trance, las imágenes de lo sucedido comenzaron a dar vueltas por su mente. Parecía un sueño, un deseo bizarro creado por su imaginación. Se preguntó un par de veces si era posible cometer una atrocidad como esa. Nada tenía sentido. No era posible que la impresora, su impresora, tuviera vida propia. La única conclusión a la que pudo llegar, fue que el estrés la estaba haciendo crear esas imágenes, pues tanto trabajo y dormir muy pocas horas al día le estaban pasando la cuenta. Lo más increíble de todo, fue que muy lejanamente, como si no se tratara de ella, creía sentir entre sus piernas algo extraño. No pudo concentrarse en ello y cayó en un sueño profundo.
A la mañana siguiente, su secretaria y colegas la encontraron en la misma posición de la noche anterior, tendida en el suelo de su oficina sobre un mar de hojas blancas, cubierta de tinta de muchos colores, con una impresora entre sus piernas y los cables en su sexo.
Fue despedida.
Aquellos que la vieron por última vez, aseguran querecorrió todo el edificio con una impresora bajo el brazo.
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arteFUCKtos
General FictionarteFUCKtos son 14 cuentos de ficción sexual, el que retrata sin pudor ni vergüenza, las historias de particulares personajes que transitan por el devenir fantástico y descarnado de multifacéticos escenarios, mostrándolos al desnudo en un mundo sin...