Chiliwili el "Spaguetti"

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Manuel era canchero, simpático, buen amigo, conversador, atento y preocupado por las mujeres. Desde muy joven su mayor atractivo fue una personalidad envolvente, más de una vez las chicas en el colegio se pelearon por él y tuvo muchas más pololas que sus pares. Su familia le inculcó el deporte, razón que lo hizo practicar diferentes disciplinas, dotándolo de un cuerpo musculoso que después de estudiar Licenciatura en Ciencias Políticas mantuvo gracias a sus constantes visitas al gimnasio.

Sus amigos lo envidiaban, era un mujeriego. Todas las semanas presentaba una chica distinta y según él no le interesaba mantener relaciones duraderas, quería disfrutar la vida y los placeres carnales. Era un poco presumido y siempre contaba las experiencias con más detalle de lo necesario: qué hacía, dónde lo hacían, las posiciones y cómo lo gozaban. Si no hubiese sido porque siempre lo veían con hermosas mujeres, su capacidad de conquista no tendría ningún respaldo.

Era un experto en el arte de amar. Sabía conquistar, cómo y dónde tocar a sus hembras, lo que les gustaba y dominaba a la perfección el kamasutra. Ellas se encantaban con sus atenciones y muchas reconocían en él un poder especial de atracción, sabía hacerlas gozar y lo disfrutaban sin necesidad de fingir sus orgasmos. Lo único distinto a lo que contaba a sus amigos era que desde la adolescencia y durante la universidad, no era él quien dejaba a las chicas, ellas lo hacían, se aburrían y terminaban la relación, pero su ego lo hizo cambiar la versión. Para sus amigos su filosofía de vida era: sexo por deporte.

La verdad es que a medida que transcurrían los años, Manuel comenzó a ver que sus amigos se enamoraban, comprometían, casaban y más de uno ya tenía familia. Su único deseo era el mismo, formar un hogar y ser feliz con la mujer de sus sueños el resto de sus días, pero estaba asustado. No sabía cómo enfrentar la posibilidad, cómo plantearlo y por sobre todo sentía miedo a ser rechazado.

En la adolescencia tuvo sus primeros amores, mantuvo relaciones que pueden definirse como normales y duraderas. El problema fue que siempre terminaban dejándolo, le pedían tiempo, decían que ya no era lo mismo, que no estaban seguras, tenían dudas o querían dedicarse a los estudios. Muchas culpaban a sus padres, amigas, familiares o inventaban un sin fin de argumentos que finalmente acababan en ruptura. Manuel nunca comprendió el motivo. Le parecían ilógicas aquellas reacciones y que siempre tuviesen el mismo desenlace, no era lo que pretendía y definitivamente no le gustaba que fuese así. Para lo único que sirvió fue para hacerlo acreedor de una fama de mujeriego, ser la envidia de sus compañeros y aumentar su ego.

La universidad fue completamente diferente, las mujeres eran mucho más atrevidas, tomaban la iniciativa, lo abordaban y lo llevaban a la cama, pero el final seguía siendo el mismo, sentía que lo usaban, que era un mero objeto sexual; una máquina de placer que luego era desechada.

A pesar de esa situación sus compañeros lo veían como un ídolo, su ego siguió creciendo y decidió que era mejor tenerlas a todas que zapatear en la misma fonda como decía su padre. Continuó el deporte en la universidad, ingresó al equipo de Rugby con el cual ganó varios campeonatos. Tenía uno de los mejores cuerpos de la Facultad y alardeaba de ello, usaba ropa ajustada, exponía sus músculos y se paseaba por los pasillos mostrando su atractivo, encantando a mujeres y más de algún hombre que lo miró con deseo.

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