Detrás de cámara

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Pulsó el interruptor y el flash iluminó el estudio

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Pulsó el interruptor y el flash iluminó el estudio. Las tres pulgadas de su pantalla digital retrataron la foto perfecta, la que catapultaría su carrera. Observó a la mujer en la pose más pervertida que jamás imaginó. La miraba atenta, concentrada, con esa actitud liberal, dueña de su cuerpo, dueña de su propio placer. Esperaba la próxima foto, el mejor ángulo, sus instrucciones y opinión.

Pulsó nuevamente como un acto reflejo propio de su profesión.

—Sepárate un poco de él... un poco más... deja que lo vea entrar...

Continuó la sesión tan excitada como la mujer.

Quería concluir y ver su trabajo, aquellas fotos, guardarlas y respaldarlas.

—Domina la situación, déjate llevar, olvida que estoy aquí —expuso más para sí misma.

Había fotografiado a cientos, pero esta era la primera pareja. La primera sesión sexual en retratar.

A raíz de todos los cuestionamientos que tuvo en su juventud, entró a la universidad y estudió fotografía. Ganó algunos concursos y participó en varios proyectos de biodiversidad que se publicaron y tuvieron alta aceptación.

Se casó a los treinta con un compañero de universidad que logró una carrera muy próspera. Le compró un departamento que hizo su estudio, ahí desarrolló su vocación. La mayoría de sus trabajos fueron gratuitos, no tenía necesidad de ganarse la vida con su arte, pero el enfrentarse a la muerte de su esposo, quedar con dos hijos a cuestas y tener que cubrir los gastos de ese estilo de vida, la hizo cambiar, la obligó a tomar las riendas por primera vez. No se dejó doblegar.

Fue difícil. Con la tecnología actual la mayoría retrataba sus propias imágenes y no llegaban a requerir su servicio.

Se las rebuscó como pudo, aún así necesitó más ingresos. Había escuchado de un nicho poco explorado. Muchas personas buscaban poder retratar sus placeres, sus orgasmos, sus momentos de máxima excitación. Temerosa, puso un aviso en Internet y en menos de una semana tenía concretadas dos citas. El trabajo fue natural, mágico, liberal, exento de pudor y vergüenza. Belleza pura.

En poco tiempo revertió su destino, expulsó su carrera a un nivel sin precedentes y sacó adelante a su familia.

Durante todos esos años tuvo los más diversos y excéntricos requerimientos, hasta ese día. Hasta que se descubrió.

—Quiero una sesión especial —dijo la clienta.

—La escucho.

—Es una fantasía muy particular. Siempre me han gustado los maniquíes —expuso a modo de justificación. La mayoría explicaba las razones, querían sentirse respaldados, que existiera un motivo y no parecer tan pervertidos—, tengo una fijación con ellos, los observo en vitrinas, veo las prendas que usan para simplemente tocarlos y me excito cuando alguno está desnudo —continuó como si fuera completamente normal—. Lo que quiero es ser penetrada por uno.

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