12.- ¿Qué es el amor?

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La promesa había sido respetada desde aquel momento en qué Ari dejó en la puerta de su casa a Temo; casi un mes sin volverse a hablar como lo dijeron, si se veían en la escuela solo un leve movimiento con la cabeza hacía aparición, al toparse en el edificio ni un solo sonido de sus bocas e incluso Córcega había renunciado al equipo de básquet para no molestar a López.

Diego no se cansaba de presumir en voz alta lo buen amigo que era Cuauhtémoc a cada oportunidad y lo afortunado que es alguien cuando nunca traiciona una amistad; a veces lo hacía en el recreo y otras cuando el salón callaba por completo en las horas libres, sin embargo en todos estaba presente Aristóteles para escucharlo palabra por palabra.

Nunca pasaba de que se alejara, que rodara los ojos o un leve bufido, aunque Temo trataba de contener a Diego rara vez lo lograba así que también terminaba por salir del lugar lo más callado posible. Los pensamientos de López ahora eran un completo caos, aún no sabía qué sentía por Ari al mismo tiempo que no quería tenerlo cerca porque le dolía, ¿qué le dolía?, quién sabe lo único sabido era que le dolía; a lo anterior había que sumar que también el ámbito familiar estaba mermándose cada vez más con la enfermedad de Julio y cada uno de sus colaterales.

Cada semana duraba dos días hospitalizado para su tratamiento de quimioterapia, en esos días el pobre niño tenía dolores de huesos intensos, vómito, sensación de dolor en el pecho y aunque Temo nunca lo había visto su padre siempre regresaba devastado a casa cuando ambos volvían del nosocomio. Nunca había sido lo suficientemente valiente para estar con el pequeño durante las sesiones, quizá si Ari estuviera con él hubiera encontrado las fuerzas para apoyar a su hermano, extrañaba poder confiar en alguien plenamente pues si bien Diego presumía ser su amigo no era lo mismo y eso se lo repetía a diario, nunca encontrará a nadie con quien sentir lo mismo que con Aristóteles.

El fin de semana llegó y con él otra sesión de quimio para Julio, Temo había decidido por vez primera acudir a visitarlo pues no podía depender siempre del recuerdo de Ari, esta sería una prueba más de que superaría esta cosa que aun no tenía nombre en su corazón; no le dijo a Diego pues en verdad deseaba hacerlo por si solo así que tomó el bus que lo dejaría cerca del hospital y caer de sorpresa con algunos dulces que compró como recompensa para su hermano.

Nunca había ido a ese lugar por lo que perderse sería lo más fácil del mundo, arribando a la entrada pronto le pidió al guardia le dijera donde estaba el área de oncopediatría y en cuanto lo entendió se despidió amablemente para salir rápido hacia el lugar. Desde la muerte de su madre Temo desarrolló una aversión enorme a los hospitales, lo que ocasionó que no se fijara en nada del edificio, con la cabeza agachada caminaba a toda prisa ignorando los murmullos de la gente, ese horrible olor a anti séptico, la constante sensación de que la muerte caería en cualquier momento y más que nada pensar que su hermano debía soportar este calvario cada semana lo hacía desconectarse del mundo al menos hasta llegar a con Julio.

Una vez frente a la sala requerida notó que su hermano tenía una habitación aislada para él solo, una ventaja de tener padre rico pensó, apretó los dulces en su bolsa para pasar desapercibido cuando saludó a un par de enfermeras que custodiaban la entrada a la sala en sí.

- Buen día señoritas - adornó con una sonrisa el saludo.

- Buen día jovencito, ¿de visita? - respondió la mayor de ambas.

- Si, vengo a ver al niño Julio López, es mi hermano.

- Ah - la otra enfermera ahogó un suspiro, ¿tan mal estaba? - si claro, es la única habitación con puerta al final del pasillo.

- Gracias.

- Solo dos personas con él, ¿entendido?

- Si - inició a caminar.

"¡Knock-knock!" - Fanfic ArisTemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora