Mi vecina

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María Miranda Páez era su vecina del frente, todos los días la veía pasar y todos los días se arrepentía de no invitarla a salir. Era una chica de Venezuela que se había mudado dos años atrás al edificio y el como un idiota había quedado enamorado de ella, nunca había conocidos a una mujer tan colorida y hermosa en su vida. Por esa razón sentía que estaba fuera de su alcance, no es que su trabajo como policía fuera aburrido, la verdad era bastante agitada, pero tal vez era muy común para la muchacha. En su mente ella debía de estar enamorada de uno de esos latin lover bailarines de salsa o un jugador de fútbol o un mafioso traficante o un... El pobre rubio estaba viendo muchas películas.

Hablado de baile ella era profesora de danza en un estudio que quedaba a unas cuadras de ahí, también sabía que tenía una familia extremadamente grande porque habían ido a visitarla un par de veces, aunque todavía se preguntaba cómo todos habían entrado en ese pequeño departamento.

María también era muy hermosa y su personalidad magnética, todos en el edificio la querían mucho. Aunque también había un par de idiotas que la acosaban, él casi siempre los mantenía a raya. A parte salían casi al mismo tiempo del trabajo así que siempre se conseguían en el ascensor.

El día había comenzado como siempre, había ido a la estación de policía y había montado su guardia donde siempre con su compañero, ese tarde no habían atrapado conductores imprudentes lo que era algo raro. Había terminado el papeleo alrededor de las 7 de la noche, la mismo hora en la que la morena salía del estudio, subió a su moto y se quedó un momento en la puerta esperando a que la latina apareciera.

-Hola Alfred- salto al escuchar la voz de la muchacha tras él. Volteo con rapidez y se encontró con la mujer, tan hermosa como siempre con su flor en el cabello largo cabello marrón y ese hermoso vestido color morado pero al ver sus ojo izquierdo morado sus alarmas se encendieron en su cabeza.

-¡Que te paso!-dijo exaltado y acerco sus manos hacia su rostro.

-Es un gustó verte también- apartó su cara y se dirigió a abrir la puerta.

-¡Tu cara María!- la tomo del hombro-¿Quién te hizo eso?- ella se voltio y volvió a tomar su cara con delicadeza la chica sintió algo de nervios al verlo tan cerca.

-Me caí- respondió nerviosa tratando de alejarse.

- No te creo, ¿Que te paso?- pregunta esta vez con una actitud más persuasiva, la muchacha pareció trastabillar un poco y bajo la cabeza.

- No es nada...- susurro con dolor y Alfred acarició los alrededores del lugar afectado.

-¿Qué tal si vamos a ponerle hielo a eso?- propuso el joven y ella solo asintió con la mirada pérdida.

Ambos subieron al apartamento del rubio en silencio, los pasillos del edificio se encontraban muy solitarios lo que era algo normal por la hora. Ya en su departamento Alfred entró a la cocina a buscar una bolsa en la nevera con hielos. También aprovecho para preparar un poco de café. Cuando regresó con la tasa y la bolsa encontró a la chica mirando las fotos colgadas en la pared.

- Ese es mi hermano- dijo de espaldas a la muchacha, está volteo con rapidez y él le tendió la tasa y la bolsa, ella las tomo.

-¿Donde esta?- pregunto cohibida, Alfred río.

- En Canadá estudiando osos polares- respondió recordando un par de anécdotas divertidas cuando niños- desde que es pequeño le gustaban mucho-

-Debe estar muy feliz- dijo algo encantada de la sonrisa que el chico mantenía al hablar de su hermano-¿Tienes más familia?- Alfred dejo de mirar los cuadros y la miro a ella a través de sus lentes.

- Mis padres viven en California así que no los veo mucho, tengo otro hermano es mayor que Matthew y yo pero no lo veo desde hace mucho- dijo algo triste esta vez, negó con la cabeza para retirar varios recuerdos, la muchacha decidió no indagar más sobre eso, solo siguió bebiendo su tasa de café hasta terminarla, Alfred al notar que se había quedaba estático mucho tiempo le hizo una seña a María para que sentarán en el mueble, ella lo hizo con algo de dificultad por no poder ver con uno de sus ojos.

-Yo tengo 3 hermanos- dijo mientras dejaba la tasa vacía sobre la mesa de centro- soy la mayor pero Catalina y Francisco son más altos que yo- dijo intentando sacar al norteamericano de sus pensamientos- y Rodrigo, que es el menor, es el bebé de la casa- El chico la miro un rato.

-Tu familia es grande... ¿Los otros muchachos que a veces te visitan son tus primos?-

-Sip, aunque nos compartamos como hermanos todos nos criamos en la misma casa- río al ver la cara de espantó del rubio-...Si era un lugar muy ruidoso-

-Me lo imagino-comento todavía espantado.

-Si... Fue muy lindo crecer con ellos- la melancolía se notaba a kilómetros en su voz y Alfred la miro con detenimiento.

-¿Los extrañas?- dijo poniendo una mano en su hombro, la chica retiro un poco la bolsa de su ojos para verlo mejor.

-Si- respondió en un suspiro.

-¿Y crees que a ellos les gustaría saber qué alguien te golpeó y tú no hiciste nada?- esta vez el rubio parecía algo molesto, la muchacha pareció trastabillar una vez más.

- N-no- tartamudeo con la cabeza baja- Pero es que...-

-Es que nada ¿Que te paso?- exigió saber tomando de los hombros a la muchacha está había retirado la bolsa por completo de su ojo y suspiró.

- Llegué un poco más temprano hoy por qué las clases habían comenzado más temprano de lo usual, cuando llegué aquí me dijo el conserje que le están haciendo mantenimiento al ascensor a-sí qu-e qui-se subi-r por las escaleras y ahí estaba...- la muchacha se quedó callada por un par de segundos para reprimir algunas lágrimas y Alfred sintió un gran angustia de solo pensar en lo que le pudo haber pasado en las solitarias escaleras.

-¿Quién María?-dijo con preocupación.

-El idiota del piso de abajo, John, creo que se llama así...el intento to-tocarme y yo me negué, me golpeó la cara y yo lo empujé y salí corriendo hasta la entrada, espere a que alguien llegará, no quería subir sola- Alfred sintió una gran descarga de irá y quiso ir a moler a golpes al malnacido ese pero se controló al ver el mar de lágrimas en el que muchacha se había convertido.

-No te preocupes él ya no puede hacerte daño-le dio un pequeño beso en la frente y abrazo a la chica que parecía calmarse un poco- podremos la denuncia y todo estará bien-

-Pero y si...- el rubio la interrumpió con una mirada algo enojada.

- Nada de peros, mañana iremos a la estación de policías-la chica no pronunció más palabras pero no pudo aguantar la risa que salió de su boca.

-Como tú digas mandón- se burló la chica secando sus lágrimas y el chico al notar su actuación no pudo evitar sonrojarse.

-Lo siento, pero es lo correcto- dijo con seriedad pero todavía estaba rojo.

-Lo sé, solo no quiero problemas- Alfred suspiro con enojo tomo de las mejillas a la muchacha para que lo mirará a los ojos.

-El único que va a tener problemas es ese idiota- la chica sonrió tímidamente y apartó la mirada.

-Gracias Alfred- dijo sin mirar a el muchacho y volvió a ponerse la bolsa en el ojo, este solo le soltó la cara y se apartó un poco sonrojado-creo que debo irme- el muchacho se levantó como un resorte y la miro indeciso.

-¿Estas segura?-la latina asintió y el chico puso una mono en su nuca- Si me necesitas no dudes en llamarme-la morena volvió a asentir como niña pequeña y él le tendió un papel con su número de teléfono.

- No te preocupes Alfred- dijo para después levantarse y dejar la bolsa en la mesa- hasta mañana- dejo sonriendo.

- Hasta mañana- también sonrió pero se sintió algo desanimado de que la chica se fuera.

Antes de irse a su departamento la muchacha dejo un rápido beso en la mejilla del rubio y corrió directo a entrar a su departamento, el rubio se sonrojo por décima vez esa noche y se tocó el lugar del beso para después lanzar un chillido de alegría, aunque todavía no olvidaba las ganas de golpear al idiota ese, ya pensaría en algo después.

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