Cuando Alfred era niño su padre le decía que debía ser un héroe en todo momento, que debía cuidar de las personas que no podían hacerlo por sí mismas y pelear contra la gente mala que quisiera dañar a su familia y él siempre intento ser como su padre el policía quería que fuera, aun cuando esté había muerto ya hace mucho.
Se unió a la policía y fue asignado al área anti narcóticos, se esforzarse al máximo con todo lo que debía hacer, cumplió con cada expectativa y la superó, sabía comportarse como un líder y sus instintos siempre eran muy acertados y con el tiempo se volvió un oficial bastante admirado por sus compañeros y superiores. Él es el hombre que su padre quería, un buen hijo, buen hermano y buen amigo. Aparte hacia lo que amaba, tenía buena salud y un físico envidiable.
¡Su vida es perfecta! ... O lo era.
Alfred esperaba que cuando el amor tocará a su puerta fuera una chica dulce, valiente e inteligente con la cual poder tener un vida estable y feliz, ¡No era mucho! ¿O sí?.
Alfred creía que tenía su vida completamente planificada.
Pero no contó con que el destino le arrojará a cierta castaña que parecía cumplir con varias de sus expectativas; era valiente, inteligente, divertida y amorosa pero también era vanidosa, gruñona en ocasiones, con un vocabulario muy...colorido (no en el buen sentido) y no podía olvidar su malcriada actitud. Pero Alfred pudo haberse olvidado de esas pequeñas cosas sin importancia de no ser por qué la muchacha era parte de la familia más importante en el mundo del narcotráfico...oh sí el hombre perfecto tiene problemas.
Se enamoró de ella en una fiesta en la que iba de encubierto, algo que se le había hecho bastante rutinario al chico, se hacía pasar por un heredero rico que estaba de vacaciones en Miami el objetivo de la misión era buscar a los gemelos Sánchez unos mexicanos miembros de la misma familia de mafiosos de la castaña los cuales se asían llamar latín kings. Ambos hermanos se encontraba bajo investigación por el homicidio de un reportero y tráfico de drogas pero los hermanos había regresado a México y el caso se guardó durante casi un año. Sin embargo el rumor de su regreso y la posibilidad de que estuvieran en la fiesta los orilló a mandar a Alfred como infiltrado. Pero los gemelos no estaban en el lugar, el rubio estuvo dispuesto a irse al ver que no sería fructífera su estadía en el lugar hasta que sus ojos quedaron sobre una morena de ojos verdes y de cabello ondulado castaño que le sonreía con dulzura.
-¿Ya te vas?- pregunto con una voz tan sensual que lo dejo embobado por unos segundos mientras ella ponía una mano en su hombro y lo volvía a meter a la mansión.
-Eh... Yo sí... Tengo otras cosas que hacer- respondió recuperando un poco la compostura. La chica hizo un puchero y se acercó más a él, Alfred utilizó todo su auto control para no sonrojarse.
-pero si la fiesta apenas se pone buena ¡Anda quédate gringo!- dijo con la mirada aún fija en el muchacho, este trago saliva y asintió lentamente la chica sonrió y en menos de lo que podía pensar se encontraba en el medio de la pista de baile.
La chica se movía con maestría completamente pegado a él, este solo agradecía por dentro las clases de baile obligatorias que le había dado Francis. Se concentró en el rostro de ángel de la chica que lo miraba con una sonrisa ladina, la misión ya no parecía tan importante para el en ese momento. Ella paso sus manos por el cuello de Alfred y el las coloco las suyas en la cintura de la castaña.
-bailas bien gringo- reconoció la chica.
- gracias- dijo y apretó un poco más a la chica entre sus brazos ella soltó una risita y oculto su cara en su pecho mientras murmuraba algo en español que él no pudo entender.
-¿Cuál es tu nombre?- hablo mientras elevaba su cara para mirar directo a los ojos al estadounidense, él se quedó callado un par de segundos debatiéndose si decirle su nombre real o el que le habían dado antes de salir de la estación. El rubio decidió no arriesgarse.