La luz no se apareció en mucho tiempo en la vida de María. Ellos habían cumplido su parte del trato, habían dado con todo y evidencia a las autoridades todas las prácticas ilegales de varios cientos de fiscales y altos mandos de la policía, dieron la ubicación de burdeles en los que trabajaran menores, también señalaron a los más grandes capos del mundo y en que bancos el dinero había sido lavado. Los pusieron en el programa de protección de testigos, los separaron en grupos y los enviaron por todo el mundo con un puñado de oficiales del FBI encubiertos para cada uno de estos. Entre ninguno de ellos estaba Alfred desde que salió de Norteamérica rumbo a Alemania no había recibido noticias de él. Y había sufrido mucho en silencio por eso, no la dejaban llamarlo por ningún motivo y se imaginaba que al Jones tampoco se lo permitían.
Otra de las cosas que todavía la mantenía con los ojos abiertos en la noche era el hecho de que a Antonio, el muy desgraciado se fue después del tiroteo en el que se había visto por última vez a alguno de sus refugios de los cuales ninguno de ellos tenía conocimiento. Tal vez Antonio les había comentado sobre cada uno de sus negocios pero no les dijo nada sobre su plan de retiro.
-Pásamelo- dijo la colombiana refiriéndose al libros que estaba a un lado de María. Esta sin mucho interés se lo paso -¿Pasa algo malo?- pregunto dándose cuenta del estado decaído de María.
-No te preocupes- dijo ella restándole importancia. Pero ella no creyó del todo lo que su hermana decía.
-Anda dime, no podría decírselo a alguien más aún si quisiera- le dio un suave empujón para trata de animarla.
-Hermana, por favor- pidió María odiando a la menor en ese momento.
Decidiendo dejar la conversación hasta ahí, no quería estresar a su pobre hermana pero algo en su interior le decía que tenía que ver con el gringo policía que María llamo para ayudarlos. Los días siguientes Catalina se pasó mucho por la casa desde donde los agentes los vigilaban para preguntar sobre el policía que había convencido a María, estos al principio fueron al principio unas tumbas sobre la información del muchacho pero al final de mes cuando notaron que las intenciones de la latina no eran más que saber por qué del estado de animo de su hermana. Ellos no sabían mucho pero le dijo algunas cosas la mujer.
Su nombre era Alfred Jones, tenía casi la misma edad que María, era una de los mejores oficiales y había conseguido un gran ascenso después de esto, lo que había hecho pensar a Catalina que solamente se había juntado con María para conseguir información pero todos sus malos pensamientos se fueron cuando le dijeron que el estadounidense había pedido que lo enviaran con María nada más le dijeron que la enviarían a un lugar tan lejano y que ni siquiera lo iban a dejar verla por cuestiones de seguridad.
Para la colombiana era obvio que Alfred tenía un interés en su hermana más profundo de lo que había pensado al principio. Si quería a su hermana feliz tenía que hallar la forma para que se pudiera comunicar con el gringo. Podía conseguir un teléfono pero los federales controlaban sus llamadas y ni siquiera estaba seguro que su hermana supiera el nuevo número de Jones, su única escapatoria seria conseguir que uno de los agentes llevara una nota escrita a mano para él. Utilizo la misma táctica que usaron durante mucho tiempo para convencer a los policías y demás agentes federales para qué hiciera cosas por ellos. Primero busco uno de ellos que tuviera a un familiar enfermo y no tuviera el dinero suficiente para pagar su tratamiento. James Stone era un joven policía con esposa e hijos cuya madre había enfermado de cáncer y las cuentas del hospital se le empezaban a acumular. Se empezó a hacer amiga con sutilidad del hombre; proceso algo largo pero que le aseguraría que cuando le dijera lo de la carta no se lo negaría. Los oficiales eran cambiados cada cierto tiempo para evitar justo lo que Cata intentaba con el joven agente así que tenía solamente esa noche en la que James se quedaría solo para intentarlo.