Capítulo 6~ Fingir.

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El aparentar que nada ocurría se convirtió en cosa de todos los días en la rutina de la enferma adolescente. Se había concentrado más en encontrar a quién le pertenecían aquellos sentimientos, que ahora en su interior tenían forma de pequeños pimpollos, que había dejado de lado algo primordial en este nuevo reto que le imponía la vida; ¿cómo disimularía, ante las personas que más amaba, que ella no estaba enferma?

No pensó nunca que fuera algo complicado. Simplemente debía evitar toser y expulsar pétalos ante los ojos de la gente e idear el perfecto camuflaje para evitar oler a azahar.
Esconderse de la vista de todos.

Pero, se equivocó.

La tos se había vuelto uno de sus principales problemas. En su casa, tras un ataque de tos que despertó a todos en media madrugada, Collen y Sam obligaron a Pidge a ir al servicio médico del Galaxy Garrison. Pero la pequeña genio evadió la cita. No asistió e ignoró que la institución le atiborrara con mensajes, que parecían más spam, su bandeja de entrada.

Y creyó, que tal vez, había logrado esquivar la preocupación de su familia, pero aún le tocaba lidiar con la sobreprotección, que iba de forma innata a su persona por ser la más pequeña del grupo, por parte de sus amigos.

El vivir se había convertido en un reto de todos los días.
Si no llevaba a cabo una rutina estricta tal vez sus sentimientos quedarían expuestos. Tendría que revelar todo lo que acontecía en su vida y eso era algo que ella detestaba. Hablar de lo privado.

"Te quiero pero necesito resolver mi problemas yo sola" se había tragado infinidad de veces aquella frase y más en aquellas dos primeras semanas, cuando todos sus amigos le cuestionaba a diestra y siniestra cualquier cambio en su apariencia.

"¿Estás más delgada?"

"¿Te encuentras bien?"

"Deberías ir al doctor"

"¿Cambiaste de shampoo?
Hueles a naranja"

No necesitaba que la interrogaran. Sabía que los engañaba, y le dolía. Dolía más que cada pétalo que pega en su garganta, luchando por salir mientras daña sus adentros.

~Un día~

No era necesario ubicar la agonía de la pequeña Pidge en el tiempo. Solo, consideren, que ha sobrevivido a pesar de todo pronóstico.
Se despertó con gran pesar. Decir que había descansado lo suficiente sería halagar a los míseros cincuenta minutos de sueño que había, con éxito, podido dormir.
Había tratado de pegar ojo desde las dos de la mañana, hora que una sensación de incomodidad y las ganas de toser hicieron acto de presencia.
Dio vueltas por toda su cama. Se quedó mirando al techo. Volvió su mirada a la izquierda y sintió como el dolor ahora era punzante. Decidió girarse de nuevo, ahora quedado su rostro en dirección a la derecha, pero aquella flor continuaba lastimándola.

Sintió sus ojos humedecer. ¿De nuevo iba a llorar?

Deseaba simplemente que cesara todo en un instante. Que dejara de molestarle aquel roce entre esos brotes de azahar contra sus pulmones y corazón.

—Solo— comenzó a sollozar. Su voz se entrecortaba— quiero que se detenga.

Como cereza sobre el pastel, los pensamientos de la chica se dirigían siempre a aquel encantador chico de nombre Shiro.
En momentos, recordaba sus días con él. Atesoraba tanto aquellas pequeñas imágenes que saltaban en su cabeza como pequeños pedazos de película. Un largometraje dañado. Uno que iniciaba de la forma más encantadora y ahora solamente era melancólico y deprimente.

Pétalos de amor: Flores de Azahar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora