42. Mi parabatai

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[Día 17]

«...te admiro y realmente no podría importarme menos que no puedas verme...»

«...sé así que no me quieres por mi rostro o mi cuerpo, sino por mi corazón...»

«¿Crees en el destino, Alexander? Porque yo no lo hacía, pero ahora, teniéndote aquí tan cerca de mí y sintiendo como si hubiéramos sido hechos para estar juntos, creo que existe y que esto siempre estuvo destinado a suceder. Tú y yo. Aquí, ahora, en estas circunstancias...»


Alec había estado muy callado desde el día anterior y Magnus no sabía la razón.

Tenía esta extraña sensación, una punzada en su pecho, algo incómodo que llegaba casi a doler físicamente y tampoco entendía el por qué.

Pero mirando a este hermoso cazador de sombras –tan frágil y, a la vez, tan valiente– estaba seguro de que lo que le había dicho el día anterior era cierto. Ellos estaban destinados, esto estaba destinado a ser.

Miró el perfil de Alec. Sus labios levemente fruncidos, la línea de su nariz, sus cejas tan oscuras contrastando con esos ojos azules, las largas pestañas, había un mechón rebelde sobre su frente, casi cubriendo su ceño fruncido... Y no era sólo lo hermoso que era físicamente –incluso cuando tenía la combinación favorita de Magnus: cabello negro y ojos azules–, no era sólo eso lo que había atraído la atención de Magnus, era su fortaleza.

Alexander Lightwood creía que era débil, que era incapaz porque toda su vida le habían dicho eso, porque en vez de confiar en que aprendería a ser un cazador de sombras realmente entre las sombras, lo habían dejado olvidado, lo hicieron a un lado como si al perder su vista se hubiera perdido del mundo... Y eso le había afectado tanto que se lo creyó.

No se daba cuenta que el simple hecho de haber sobrevivido a eso –al rechazo, al olvido, al pequeño exilio dentro de su propio hogar– era el claro ejemplo de que no era débil. Era un guerrero, nació para serlo y lo seguía siendo cada día.

Y fue eso lo que hizo a Magnus mirar dos veces. Tal vez no tuvieron un inicio fácil. Magnus mismo había estado renuente a ayudar a un cazador de sombras, incluso si era uno ciego, porque los cazadores de sombras siempre se aprovechan, siempre te rompen el corazón y después se van.

Pero entonces había conocido a Alec y, de nuevo, no fue su belleza física o su incapacidad para ver lo que lo hizo aceptar, fue la determinación en su rostro, fue el verlo intentar e intentar hasta lograrlo, era cada día sin rendirse lo que estaba haciendo que Magnus se enamorara de él...

—Dios –Magnus lo susurró, poniéndose de pie. De repente no pudo estar más tiempo inmóvil, sólo mirando a Alec.

Amor.

No, no, no.

Un enamoramiento podía ser pasajero y más alguien con un corazón como el suyo, pero justo en este momento, mirando a Alec y dando un vistazo hacia atrás, Magnus supo que no era el caso, algo aquí estaba sucediendo y era más grande de lo que había pensado. Y lo peor es que estaba dispuesto a seguir hasta el final, pasara lo que pasara no iba a alejarlo, lo ayudaría y después lo dejaría irse incluso si –con o sin intención– le rompía el corazón, como inicialmente había temido.

—Lo siento –no fueron esas dos palabras rompiendo el silencio lo que lo hizo detenerse, fue el tono de Alec, fue su expresión llena de culpa cuando Magnus lo miró, fue lo cristalizados que estaban sus ojos, la lágrima que resbaló, separándose de sus pestañas cuando parpadeó y lo repitió–. Lo siento mucho, Magnus.

Y aquella sensación en el pecho de Magnus aumentó. ¿Qué era lo que Alec sentía?

Alec mordió sus labios y agachó su rostro, ocultando sus ojos de Magnus.

Magnus quería acercarse, tomarlo entre sus brazos y decirle que no tenía nada por lo cual disculparse, pero no pudo. Se sentía incorrecto hacer eso, parecía que Alec realmente necesitaba hablar y él escuchar.

—Y-yo... –Alec comenzó–, tú... Lo que me dijiste ayer después de entrenar...fue hermoso –alzó su rostro de nuevo, sus ojos fijos en él y Magnus pudo leer en ellos la intensidad y la importancia de lo que sea que fuera a decir–, fue... Nadie nunca me dijo algo así –se rió, una risa amarga que tuvo a Magnus dando un lado hacia él antes de darse cuenta–, creo que es obvio, ¿no? Si mi propia familia se avergüenza de mí, no tenía nadie que hiciera lo que tú haces: creer en mí, saber que soy capaz e impulsarme a lograrlo, a creerlo también yo mismo. Muchas gracias, M-magnus...

Su voz se rompió y ahí estaba Magnus para abrazarlo por fin. Hubo un sollozo y Alec tembló en sus brazos, pero no se detuvo:

—Nadie que me dijera "No me importa que no puedas verme". ¿Sabes algo que siento perderme, algo que realmente me duele no ver, algo que pediría si tuviera un sólo deseo?

Magnus negó, aunque se hacía una idea, lo que cualquier persona invidente pediría: volver a ver.

Alec sonrió cuando lo dijo, y ya no era una sonrisa rota, sus manos buscaron el rostro de Magnus, sus pulgares recorrieron con ternura sus mejillas hasta dar con sus ojos, acariciaron sus párpados. —Siento tus palabras, en mi corazón siento cada letra, el significado y el valor de ellas. Tú has llegado a cambiarme, Magnus. Si pudiera pedir algo, sería verte al menos una vez, pero no este hermoso rostro. No, quisiera ver tus ojos, tu mirada, leer en ellos cuando tú me miras a mí. Ver lo que tú ves en mí...

Había lágrimas en los de Alec, lágrimas que Magnus no vio pero notó en su voz y probó en su boca cuando lo besó.

—Lo siento por no merecerte –dijo Alec cuando el beso fugaz terminó, sus manos todavía aferradas al rostro de Magnus, con más fuerza ahora–, por no tener palabras que se igualen a las tuyas. Lo que me dijiste ayer... –él sonrió–, Magnus fue hermoso, si hay posibilidad de una luz en la oscuridad, en mi oscuridad, esa serías tú. Y yo no supe que responder...

Hubo una breve pausa.

—Izzy hace por mí lo que puede. No quiero sonar malagradecido, si no fuera por ella y por las llamadas ocasionales de Jace...

—¿Jace? –Magnus no había querido entrometerse antes, pero el parabatai de Alec era un punto importante en su historia, indirectamente el culpable de esto, ¿dónde estaba él? ¿decía que seguían en contacto? ¿cómo?

—Mi parabatai –explicó Alec, como si Magnus no lo supiera ya, como si alguien no lo supiera–. Él... Él se fue poco después del accidente. Él prometió, me prometió, no volver hasta que encontrara una cura para mí. Me lo dijo, e incluso aunque los dos éramos prácticamente unos niños, yo se lo creí.

"No volveré aquí, no volveré a abrazarte, no volveré a tu lado, hasta que puedas volver a verme, Alec" esas habían sido las palabras de Jace antes de irse y, hasta ahora, había cumplido.

Y hasta hace unas semanas, lo que Alec más anhelaba era el regreso de su parabatai. Ahora eso había cambiado, Magnus lo había cambiado todo. Incluso sin saberlo.






CONTINUARÁ...

😱 Jace se "autoexilió", por así decirlo, hasta encontrar una cura para Alec, ¿cómo cambia esto sus teorías? 👀

¿Qué les ha parecido el capítulo? 💔💔 ¿Los pensamientos de Magnus? ¿Las palabras de Alec?

¿Cómo va la historia? ¿Qué opinan hasta ahora? 🙊

Caecus amor (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora