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Cambios II

La luz lunar bañaba aquella oficina de un hermoso azul, todo estaba en total silencio. Gabriel se había quedado helado ante la imponente y fría voz de la dama que estaba frente a él. Sus piernas se sintieron como papel, le sorprendía el hecho de que aún lo mantuvieran de pie, ninguno de los dos dijo nada, el silencio era sepulcral.

La dama al notar que el hombre delante de ella no movería ni un músculo, se levantó de su asiento y caminó con pasos lentos pero elegantes hacia él. El rubio notó sus intenciones y retrocedió lentamente.

― Tranquilo, sólo quiero hablar. Esto te conviene. ― Le dijo con voz queda y fría, aun avanzado hacia Gabriel, respirar se volvió dificultoso para él.

¿Quién era esa mujer? ¿Cómo demonios había burlado su sistema de seguridad?

― Vamos.― La voz de la dama lo sacó de su letargo, Gabriel al fin fue capaz de ver quien estaba frente a él, o algo parecido. Una mujer vestida completamente de negro, aquel vestido se ceñía bien a su cuerpo, aquel vestido dejaba sus hombros y parte de su espalda alta al descubierto, sobre sus hombros descansaba una mascada de seda negra y un velo negro cubría la mayor parte de su rostro sólo dejando ver sus labios pintados de carmín y su barbilla. ¡Dios, parecía que acababa de salir de un funeral!― ¿Qué esperas?― Finalmente notó que ella le extendía su pálida mano para que la tomase, él la miró escepticismo.― No haré nada malo, lo prometo.

Gabriel tomó la mano de la dama, esta lo guío hasta quedar frente a su escritorio le pidió que tomara asiento mientras ella se sentaba en la silla de Gabriel. Una vez ambos sentados el silencio volvió a gobernar, pero esta vez fue roto por el hombre:

― ¿Cómo entraste a mi oficina? ¿Qué es lo que buscas? ― Preguntó con voz ronca, la mujer sólo curvó sus labios en una tenue sonrisa.

― A ti, ― hizo una pequeña pausa.― sé que puedes ser de utilidad.― Gabriel curvó sus cejas mientras sus ojos demostraban desconfianza.― Oh, claro, esto te beneficiara. 

― ¿Por qué crees que aceptaría ayudarte? Para empezar, ¿Quién eres?― Espetó.

― Soy Perséfone y me ayudaras porque tenemos el mismo deseo.― Contestó con seguridad, paseando su mirada por la oscura oficina.

― ¿Y qué es ese deseo que según tenemos en común?―Preguntó sin interés.

― Te he estado vigilando, Gabriel, por más tiempo del que te imaginas. ― El tono con el que lo dijo provoco un ligero estremecimiento en el Alfa.― Sé cómo te sientes con todo esto del sistema y castas, porque yo me siento igual.― Recargó su barbilla en ambas manos mientras sus codos descansaban en el escritorio, achicó sus ojos y los fijó en silueta frente a ella.―  El caso es que ambos buscamos lo mismo, terminar con esto que destruyó nuestras vidas y, que pueden destruir la de nuestros hijos, o ya lo están haciendo.

Un escalofrío en su espina dorsal lo hizo estremecerse, la mujer sonrió al notar que había dado con su punto débil. Sus hijos.

Tomó las manos del hombre entre la suyas antes de que este pudiera reaccionar.― Te comprendo más de lo que crees, Gabriel. ― El Alfa intercaló su mirada entre el agarre de la mujer y su rostro cubierto por el velo, aunque no mirase sus ojos, sabía que estaban fijos en los suyos.― Yo también comencé a perderlo todo cuando el virus se esparció, quise ayudar los que amaba pero no logré... ― la voz de la dama se quebró un poco.― Quise iniciar de nuevo, lo volví a perder todo.― Al inicio pensó que todo era una treta de la mujer para que accediera a ayudarle, pero cuando vio, gracias a la tenue iluminación, los ríos de lágrimas que viajaban por sus mejillas, supo que hablaba en serio.

― ¿Cómo crees que podría serte útil, Perséfone?― Formuló la pregunta con esfuerzo, pues la actitud de la mujer lo confundía.

La mujer soltó las manos de Gabriel y comenzó a buscar algo entre sus ropas, o tal vez en su bolso; le era difícil saber ante tan poca iluminación. Una vez encontró lo que buscaba encaró al Alfa.

― Quiero que me ayudes a hacer cambios.― Le dijo colocando una pequeña caja gris sobre el escritorio, el de mirada azul cual cristal miró la caja con desconcierto. La dama de negro hizo un gesto con la cabeza, indicándole que la tomara y así lo hizo.― Gabriel Agreste, este es el Miraculous de la mariposa, el cual te otorgara el poder de la transmisión.― Decía mientras el hombre se vio cegado por un destello morado. Una criatura morada de tamaño pequeño apareció justo frente a él.― Él es Nooroo, nos ayudara con nuestro objetivo.

Gabriel miró como la criatura parecía temerle a la mujer y también a él.

― No creo que esto sea buena idea, ― Dijo dejando la caja en su escritorio.― por favor, ahora retírese de mi casa.― Pidió señalando la puerta, la mujer hizo un mohín con sus labios y se puso de pie.

Con pasos lentos y elegantes se dirigió a la puerta de la oficina, una vez parada frente a ella, miró de soslayo la espalda de Gabriel y dijo:

― Antes de irme, sólo tengo una pregunta: ¿Cuánto más estás dispuesto a perder por culpa de esta situación?― La mirada de Gabriel fue a dar al cuadro de su amada esposa.

Perséfone se giró y vio la pared de la derecha, dónde descansaba un cuadro del hombre con sus hijos.

― No esperes que te arrebaten lo único que te queda y realmente amas para hacer algo al respecto, Gabriel.― Su mirada seguía fija en el cuadro.― No esperes que te quiten las únicas razones que te quedan para seguir luchando, para seguir viviendo.

El Agreste estaba realmente confundido, no sabía si realmente esas palabras eran para él, o si eran un reproche de Perséfone para sí misma. Lo que si sabía era que no quería quedarse de brazos cruzados y esperar que las cosas mejoren por si solas, porque eso no ocurriría. Y si había cambios serían para mal.

Él haría que los cambios positivos surgiesen.

― De acuerdo.― Se levantó de su asiento y se dirigió a la dama de negro.― ¿Qué es lo que haremos?

La dama sonrió por lo que oía.

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Esa noche surgió un trato que cambio todo.

Esa noche dio nacimiento a una alianza.

Esa noche vio el nacimiento de un nuevo villano, o quizás era el de un héroe. Depende de que punto de vista lo vieras.

Esa noche generó cambios.

World Of AshesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora