28. La caída

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Thomas llegó sonriente y me sentí aliviado. Eso significaba que mi hermano no había abierto la boca. La cena fue bastante distendida por suerte.

A la hora de dormir, Thomas tuvo que compartir habitación con Chris. Creí que se quejaría, porque mi hijo es bastante arisco, pero, por el contrario, se veía bastante feliz.

Como de costumbre, subí a mi cuarto a pasar tiempo con Alice mientras ella se preparaba para acostarse a dormir.

- ¿Daniel? - preguntó desde el baño.

- Sí, Alice - me acosté a ver televisión. Se acerco y se acostó a mi lado.

- Thomas se ve feliz - comentó y asentí con un suspiro. - ¿Por qué nunca le dijiste nada sobre Christopher?

No estaba preparado para esa pregunta. Me tomé un tiempo.

- Escucha, Alice... No quiero hablar de eso.

- ¡Pero yo sí! - se cruzó de brazos y me miró seria - ¿Por qué siempre ocultas cosas?

No le respondí. Me quedé con la vista fija en la pantalla. Mis niveles de estrés ese día estaban muy altos y ni siquiera podía irme a dormir porque debía trabajar en el portal.

- Responde, Daniel - silencio - ¡Ay, Daniel! No puede ser que todo el tiempo estés co...

- ¡BASTA! - le solté una bofetada que dio en su mejilla derecha - ¡No tengo porqué darte explicaciones sobre nada!

Alicia me miró con sus ojos grandes bien abiertos de susto. Abrió la boca para decir algo pero la cerró inmediatamente. Salí del cuarto dando un portazo. La última persona que quería ver estaba al pie de la escalera, en la sala, con su maldita mirada vacía.

- No deberías tratar así a tu mujer, Michael... No seas como papá - murmuró Christopher con voz clara pero en tono bajo.

Me enfureció ser comparado con mi padre y me lancé hacia él para darle un puñetazo en la cara... Llevaba bastante tiempo con ganas de pegarle. Detuvo mi puño con su mano, firmemente. Era increíble la fuerza que tenía a pesar de verse tan débil y delgado, con la piel algo gris.

- ¿Por qué no te moriste en el incendio? - le pregunté con odio. Entonces, con su izquierda me golpeó el rostro y, al caer, me di la cabeza contra el filo del último escalón de la escalera que acababa de bajar. Perdí el conocimiento.

Abrí los ojos y me encontraba en el sofá de la sala. Quise levantarme pero me dolía mucho la cabeza y me sentía extraño. Por la luz de la ventana entraba la luz del día y comprendí que no había trabajado la noche anterior.

Thomas entró en la sala y me saludó.

- Les diré a todos que ya estás bien.

Cuando la familia entró en la sala, Alice fue la primera en abrazarme. De algún modo, parecía sentirse culpable. Lo vi en tus ojos.

- ¿Qué te pasó, papá? - preguntó Ammy dándome un beso en la mejilla.

- Eh... Yo... - toqué mi frente confundido. Christopher se apuró a contestar.

- Te resbalaste, Mickey, ¿Recuerdas? Pisaste mal la alfombra y caíste hacia atrás. Te golpeaste con la escalera.

Me quedé viendo su estúpida sonrisa y fruncí el ceño. Recordé todo en ese momento.

- En realidad no fue así - contesté y me incorporé en el sofá.

- ¿Cómo fue entonces? - preguntó Thomas.

- Sí, Mickey cuéntanos todo... - Chris se sentó a mi lado y me miró amenazante - Desde el principio, claro.

Pasé saliva y todos me miraron esperando... Pero él no se refería a mi caída con ese "desde el principio". Imbécil. Suspiré resignado.

- Sí... Fue como tú dices, ahora lo recuerdo.

Él sonrió complacido y me dio una galleta de mis favoritas, igual que un cachorro que se ha portado bien. Ammy me abrazó fuerte. Mi pequeña siempre creyendo en mí. Gracias, Amelia.

Thomas volvió a Inglaterra prometiendo, con una sonrisa gigante, que volvería pronto. Todo gracias a Christopher, el tipo perfecto.

Me resultaba cada vez más difícil controlar mi frustración y mis ataques de ira. Trataba de desquitarme con las cosas y no con las personas pero era realmente imposible y más de una vez cobró Alicia mi malhumor. Perdóname.
Mientras yo me hundía, mi hermano se enaltecía y era querido mucho más que yo. Pronto mis hijos decidieron dejar de buscarme y depositaron toda su confianza en Christopher.

Debía encontrar una manera de separarlo de nuestras vidas y después de meses de meditarlo, decidí que lo mejor sería matarlo, ya que de otra forma podría hablar y exponerme.

Para matarte, Hermano querido, debía ser muy sutil y delicado. Y nada es más sutil y delicado que un poco de veneno en una taza de café. Pero el veneno puede ser detectado...

Comencé a buscar información por internet sobre los venenos que podría usar. Obviamente no realicé las búsquedas con mi equipo porque podrían ser vistas por el FBI. Fui a un cyber unas dos o tres veces.

Una tarde dos civiles golpearon la puerta de casa. Me enseñaron sus credenciales del FBI y los dejé entrar. Traían una maleta cada uno y me informaron que ya no necesitaban mis servicios y que, por las búsquedas realizadas en el cyber, debería iniciar un tratamiento psicológico con un especialista que ellos me asignarian. Caso contrario, perdería mi inmunidad y mi nueva identidad, sería apresado por todos los delitos cometidos.

- Haré lo que digan - respondí después de pensarlo - Pero tendrán que reincorporarme porque no estoy enfermo: Sólo fue una investigación que hice porque me llamó la atención el tema... Nada más.

- Entonces, ¿por qué no simplemente usaste tu equipo? - preguntó el detective.

- Porque sabía que iban a detenerme.

Comencé mi terapia y conseguí un trabajo diseñando páginas web.

Yo fui Noseybonk [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora