31 Calle Bourbon

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Muchos alaridos se escuchaban, exclamaciones vulgares por los empujones y la emoción que brindaba el golpe seco de los tacones, eran parte de la muchedumbre; pero allí había una mera diferencia entre lo que escuchaban los demás y lo que oían ellos dos, ambos, ese par de rascacielos despampanantes, sus oídos captaban los sonidos como si estuviesen tapados con una superficie acuosa, ambos eran seres marinos llenos de fabulosidad y de cristanilidad; alumbrados por la luna, aquella amante de los romances nocturnos, guardiana de secretos y euforia.

Se miraban con la profundidad del mejor poeta y con el brillo del astro solar. El carnaval era testigo tanto como la luna, las personas y los coloridos colores del amor que sentían, testigos del sentimiento hogareño y de la furiosa pasión en aquel organillo que nos mantiene adorando.

Estáticos de impresión notaban que sus músculos se dormían hormigueantes por la falta de movimiento alguno. Estaban en la burbuja del Mago de Oz y de fondo la música alegre lo hacía todo mejor que bien, mejor que nunca. Estaban tan locos de amor que la desesperación burbujeaba como el mejor de los champagnes  del universo.

Arrugadas aquellas idénticas fotos en blanco y negro tomadas en el museo, susurraban que dejen de estrujarlas y que tan solo partan hacia su destino.
Ella, aquella peligrosa mujer de pelo fogoso y con un sexy piercing en la nariz dio el paso valiente. Y luego, luego toda aquella locura mágica surgió de la nada, finalizando así el reencuentro de dos personas increíblemente dependientes una de la otra.

Interiores de MachaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora