De pronto mi corazón empezó a martillar en mi pecho de una forma totalmente extraña, mis ojos derramaron litros de lágrimas y sentía aquella conexión con todo lo que estaba a mi al rededor. Sentía lo que ellos. Sentía su amor, su felicidad, su necesidad, éramos cien personas siendo una.
Siendo una masa enorme que se conectaba entre sí, nos construimos emocionalmente en el instante.
Era una belleza inesperada que renacía desde lo profundo de nuestros pechos y se transformaba en líquido saliendo de nuestros ojos como olas furiosas hacia mar abierto. Eramos tornados y tsunamis. Eramos terremostos sucediendo en el mismo periodo de tiempo.
No estábamos realmente tristes, estábamos sintiéndonos, viviéndonos.
Pero aún siendo todo aquello que éramos en ese segundo, lo único que podía yo pensar era en aquellos ojos verdes, aquel cabello avellana y esos labios hermosos. Era mi mar profundo. Era ese mar profundo donde yo flotaba y me sumergía en un precioso silencio que me brindaba paz, si, me brindaba paz, amor, salud. Sus brazos, esos eran mis olas; sus besos, esos eran mi cielo; sus palabras, esas eran mi silencio, todo él era yo, era mi amor.
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Interiores de Macha
PoesiaRelatos que mil pieles los han vivido. Relatos de mil vidas. Relatos de mil muertes. Y lo más admirable, relatos de mil superaciones.
