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—Mizuno —oí detrás de mí cuando estaba por cruzar la entrada de la escuela. Ya había sonado la última campana que indicaba el fin del día escolar.

—El día terminó Kikuchi, ve a casa.

—¡Já! ¿Por qué? ¿Estarás esperándome allí con una sorpresa acaso? —dijo caminando a mi lado.

—Ya quisieras... De todas formas, sí. Quedé con tu abuela de ir a tomar el té luego de la escuela y llevarle unas cosas por parte de mis padres.

—Oh...

Fue la única respuesta que dio. Pasamos un par de segundos en silencio hasta que me percaté de algo.

—¿Qué haces aquí? ¿No se supone que tendrías que estar haciendo estupideces por ahí con tus amigas? ¿O es que al fin has madurado y te diste cuenta que es una pérdida de tiempo? —pensé que iba a comenzar a discutir luego de oír eso, pero por el contrario sonrió levemente sin perder la vista en el camino.

—Hoy quería caminar contigo a casa... eso es todo.

—¿Qué dirían tus amigas si te vieran en este momento?

—No me importa realmente...—respondió al instante—. No tengo por qué darles explicaciones de nada.

—Mhmm... —había una pregunta que no sabía si era correcto hacerla o no, pero en este punto me daba igual—. Oye... ¿alguien sabe acerca de... bueno, ya sabes... tus preferencias? —ella continuó caminando tranquilamente y en silencio por unos segundos, como si estuviera pensando la respuesta; hasta que confesó...

—No. Nadie sabe acerca de eso.

—¿Tu abuela tampoco?

—Especialmente ella...

—¿Por qué "especialmente"? ¿Crees acaso que no te aceptará?

—Dímelo tú —comentó deteniéndose para mirarme a los ojos—. ¿Acaso tú no sientes rechazo hacia mí?

—Yo... —¡Claro que sí! Obvio que siento rechazo hacia ella, pero no por sus preferencias, sino por ser tan cruel conmigo desde hace años. Y obvio que no iba a desaprovechar esta oportunidad de decírselo—. El rechazo que siento hacia ti es diferente. Realmente no me importa si te gustan las chicas, eso no cambia nada. Yo te detesto porque desde hace años te comportas como una idiota y empeoró el año pasado cuando conociste a ese grupo que se hacen llamar tus amigas —agregué seriamente—. Y mira que te he tenido paciencia y las mayoría de las veces te he ignorado, pero no aprendes, ¿verdad? Tuve que amenazarte de hablar con alguien para que te detuvieras y eso es lo que odio de ti... que no te des cuenta que estás haciendo mal las cosas hasta que ya es muy tarde —agregué—. Pero en fin, respondiendo concretamente a tu pregunta... No, no siento rechazo hacia ti porque te gusten las chicas, de hecho, me sorprendió saberlo, pero no cambia nada, Kikuchi; seguirás siendo mi insoportable vecina de todas maneras.

Volteé a verla tras decir aquello y la expresión en su rostro no la conozco; tampoco podría decir exactamente qué significa... solo sé que justo antes de responder volvió a sonreír y después de tanto tiempo por fin pude ver aquella hermosa sonrisa que la caracterizaba años atrás. Sus profundos hoyuelos, sus grandes y blancos dientes y esa pequeña risa torpe que tiene cuando algo le da vergüenza o la toma por sorpresa; y no voy a mentir, tras ver eso sentí muchas ganas de sonreír yo también, pero sin embargo me mantuve firme y la miré extrañada.

—Tú nunca cambias, ¿verdad, Yui? —dijo comenzando a caminar nuevamente. Yo sólo comencé a seguirla en silencio—. Siempre que tienes la oportunidad me das un sermón o aprovechas a sacar varios trapos sucios... me gusta eso de ti.

Sólo míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora