~4~

777 54 18
                                    

—¡Oye! ¡¿Qué acabo de decirte?! —gritó Kikuchi mientras me empujó contra la pared—. ¡Ya deja en paz a Nene-don! —agregó golpeando la pared a mi lado—. No lo volveré a repetir Mizuno, o empiezas a cerrar la boca o te la cerraré yo de un golpe.

—¡¿Pero qué demonios te sucede?! —exclamé empujándola lejos de mí—. ¡¿Eres idiota o qué?! ¡Te dije mil veces que controlaras a tu perro rastrero y no lo hiciste! Es ella quien viene a provocarme, no yo. ¡Así que mejor tú cierra la boca o lo juro, Kikuchi, estás a una palabra más que te responda!

Estaba harta. Habían pasado sólo dos semanas de aquella tarde en su casa; cuando creí que podría intentar acercarme un poco más a ella, y la idiota ya está comportándose de esta manera de nuevo. La primera semana estuvo tranquila, sin embargo, y caminamos a casa juntas la mayoría de las veces. Pero esta semana logró agotarme.

—¡¿Sabes qué?! ¡Vete al demonio, tú y todas las inútiles de tus amigas! —pude ver como todas me miraron con rabia y sabía que tendría problemas luego por ello, pero no me importó en absoluto—. ¿Quieres seguir desperdiciando tu vida en ser una imbécil sin futuro? ¡Hazlo, no me importa! Pero no vuelvas a acercarte a mí si esa es tu decisión final.

Con eso dicho la empujé con el hombro, tomé mi mochila y salí corriendo de allí rápidamente.
Por suerte para mí era jueves y al otro día no habría clases debido a una desinfección imprevista en la escuela. Así que eso significaba un fin de semana largo donde no vería a Kikuchi ni a sus amigas por al menos tres días.

O eso creía...

—Yui... —llamó mi hermano mayor desde la puerta de mi cuarto—. Hay alguien que te busca —me pareció extraño eso pues no recordaba haber quedado de ver a ninguna de mis amigas ese fin de semana, así que abrí la puerta y vi a mi hermano frente a la entrada—. ¿Se puede saber por qué desde ayer no has salido de tu cuarto? —al ser el mayor, Ichiro tiene la costumbre de meterse en mis asuntos como si tuviera derecho a hacerlo.

—Lamento eso, papá —respondí poniendo en blanco mis ojos y él hizo lo mismo como burla.

—Como sea... Moa está aquí —dijo moviéndose a un lado para que pudiera pasar—. Si te trata mal o algo me avisas —comentó mirándola y guiñándole un ojo. Luego de eso se fue abajo; supongo que con mi otro hermano.

—¿Qué haces aquí? —pregunté cruzando mis brazos—. ¿No te dejé en claro que me dejarás en paz, Kikuchi?

—Yui, yo...

—¡Nada de Yui! —grité claramente molesta. Sus idas y vueltas realmente me tenían cansada—. Tú no eres mi amiga, ¡jamás podrás serlo hasta que no entiendas que estoy cansada... No, más que cansada de tus idas y vueltas! ¿Crees que me agrada acaso que me trates bien un día o solo frente a tu abuela o mi familia, y luego me trates como una basura dentro de la escuela? ¡¿Crees acaso que soy tu juguete o qué?!

—No, no es eso, Yui...

—¡Ya no me llames así! —la tomé por el cuello de su camisa y la metí dentro de mi habitación para poder cerrar la puerta con seguro—. ¡Ahora sí lograste cansarme, Kikuchi! —me acerqué rápidamente a ella y Moa por instinto se corrió hacia atrás hasta caer sobre mi cama.

—Es... espera, sólo vine a disculparme, yo...

—¡Ya es tarde para disculparte! —me senté encima de ella y le di una bofetada tan fuerte en su mejilla que, sinceramente, me sentí mal al instante de dársela pues hasta a mí me quedó doliendo la mano—. ¿Y además tienes el descaro de venir hasta aquí luego de lo que hiciste ayer? ¡Es que en verdad no puedo entenderte, Kikuchi! ¡¿Qué demonios quieres de mí?! —después de que la golpeé ella sólo agacho la mirada y quedó quieta; yo en realidad esperaba que se alterara y ambas termináramos peleando a golpes, pero no fue así.

Sólo míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora