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—¿Yui? Hija, ¿estás bien? —preguntó mi madre suavemente mientras acariciaba mi cabello—. ¿Qué sucede? ¿Enfermaste? —añadió extrañada pues no me había levantado de la cama aún.

—No... olvidé poner la alarma —mentí sentándome.

—Qué extraño... bueno, el desayuno ya está listo. Cámbiate rápido así podrás comer algo antes de irte, ¿sí?

—Hai —respondí sin ánimos.

Sinceramente no tengo muchas ganas de ir a clases hoy. Lo único por lo que no le he pedido a mi madre si podría quedarme es porque debo hacer algo... y me siento realmente nerviosa por eso. No pude dejar de pensar en ese momento durante todo el camino a la escuela. El único momento en que salí de mis pensamientos fue cuando noté que Kikuchi no me esperó para caminar conmigo; aunque tampoco le presté demasiada atención.

—Hey, Yui —oí a alguien llamarme. Volteé a ver y era Ayaka junto a Ayami—. ¿Qué haces aquí? —preguntó cuando estuvieron a mi lado.

—Quiero huir.

—¿Huir? —dijo extrañada, pero rápidamente su expresión cambió y comenzó a reír—. Es verdad, hoy hablarás con tu amiga.

—No, ya no quiero hacerlo... quiero irme.

—Ay, no seas cobarde —comentó tomándome por el brazo para llevarme hacia los casilleros.

—No, espera, ¡suéltame Aya-chan!

—Ayaka, déjala en paz —exclamó Ayami golpeando su brazo.

—Oye, ¿pero por qué me golpeas tanto últimamente? —se quejó frunciendo el ceño.

—Porque de otra forma no oyes cuando uno te habla —Ayaka puso sus ojos en blanco y fue hasta su casillero.

—No te preocupes, Yui... todo saldrá bien —aseguró Ay-chan suavemente dándome una sonrisa—. ¿Has pensado en cómo decirle?

—Sí... pero sé que no servirá de nada pues cuando intente hablar me quedaré en blanco.

—Mmm, entiendo... —musitó—. ¿Entonces por qué no mejor se lo dices sin más?

—¿Decirle sin más?

—Exacto. Simplemente pídele de hablar y cuando estén solas sólo di: «me gustas» —explicó tranquilamente—. De esa forma no te bloquearás, irás al grano y sólo después de eso deberías preocuparte por dar alguna clase de explicación.

—¿No es eso un poco brusco?

—Quizás... pero te conozco y sé que si lo piensas demasiado no lo harás.

Ella tenía razón. Quizás en mi caso hacer eso fuera lo mejor.

—Me gustas... Tú me gustas... Me gustas, Mirena —repasaba entre murmuros mientras caminaba hacia mi aula—. Esto es estúpido... jamás creí que decirle algo a Mirena me iba a resultar tan difícil —pensé suspirando profundamente.

—Yui —exclamaron en un susurro sobre mi oído.

—¡Ah! —grité por el susto. Varios estudiantes voltearon a verme por lo que miré con enfado a la responsable. Aunque poco me duró ya que me puse nerviosa—. Tú... ¿Por qué hiciste eso, Mirena? —ella sólo rió antes de acariciar mi cabeza.

—Te vi tan distraída que no pude resistirlo —respondió—. En realidad te llamé, pero ibas perdida murmurando cosas y no me oíste.

—¿Mu... murmurando? ¿Oíste algo?

—¿Mmm? Imposible, no tengo ese superpoder aún —declaró soltando una pequeña risa. Yo la miré a los ojos sin decir nada y fue entonces cuando su expresión cambió—. ¿Estás bien? —indagó acercándose aún más a mí. Mi corazón se aceleró cuando ella hizo eso y di un paso hacia atrás.

Sólo míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora