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Al llegar a casa mi madre se sorprendió cuando le dije que estuve en lo de Kikuchi realizando un trabajo grupal con ella, sin embargo, no me interrogó y por alguna razón lucía contenta con eso. Yo sólo me digné a subir a mi cuarto luego de la cena y fui a tomar un largo baño en el cual, lamentablemente, a pesar que quería relajarme no pude hacerlo en absoluto, ya que el único maldito pensamiento que estaba en mi cabeza era...

—¡Agh, esa idiota! —exclamé golpeando el agua para luego salir de la ducha. Me vestí y acomodé mi cabello más rápido de lo que jamás lo había hecho.
No sabía por qué, pero estaba enfadada con Kikuchi, al punto de querer ir en ese preciso momento a gritarle en la cara lo idiota que era por actuar de forma tan inmadura, pero si hiciera eso estaría quedando a la misma altura. Así que fui hasta la habitación de Jiro-san y golpeé con rapidez su puerta hasta que me abrió—. ¿Tienes el número de Kikuchi? —mi hermano sin entender nada abrió sus ojos por la sorpresa.

—Ah... hola, qué tal hermano, ¿cómo estuvo tu día? ¿No? —yo solo rodeé mis ojos y volví a hacer la pregunta; no estaba de ánimos para juegos.

—¿Tienes el número de Kikuchi, sí o no?

—Dios, a veces eres desesperante —se quejó metiéndose a su habitación—. Te lo enviaré por mensaje así que ya no molestes y vete —gritó desde dentro.

Efectivamente segundos después el mensaje que contenía aquel número había llegado.

—Gracias —dije para luego volver a mi habitación.

Sinceramente no había pensado el por qué quería ese teléfono, pero ahí lo tenía. Estuve por cinco minutos mirando la pantalla sin saber qué hacer. Medité si mandarle un mensaje sería lo mejor o tal vez llamarla. Opté por la segunda opción ya que me parecía la más rápida para aclarar las cosas.
Marqué aquel número y, mientras escuchaba como la línea sonaba, comencé a pensar en qué rayos estaba haciendo llamando a Kikuchi a esta hora de la noche tan sólo para aclarar un estúpido mal entendido. ¿Acaso había perdido la cabeza? ¿Desde cuándo me interesaba cómo ese despreciable ser se estuviera sintiendo por mi culpa? ¡Ella había hecho cosas aún peores que burlarse de mí!
Estaba a punto de colgar cuando del otro lado de la línea se escucho una suave voz...

¿Hola? —mi corazón comenzó a latir muy rápido cuando la oí. Estaba nerviosa porque en parte ni siquiera había pensado en qué decir y lo poco que había pensado se esfumó de mi mente cuando la oí.

—Ho... hola, Kikuchi... —dije con la voz temblorosa. Ella hizo silencio unos segundos creo que intentando adivinar quién era la persona que estaba hablándole.

¿Yui? ¿Eres tú, verdad?

—Si no lo fuera esa pregunta sería algo extraña para la persona que te hubiera marcado... —oí una pequeña risa por su parte.

Sí, tienes razón... —no entendí por qué ella hablaba con un semblante tan tranquilo, pero sinceramente logró que aquel enojo que minutos atrás se había apoderado de mí desapareciera al instante—. ¿Cómo obtuviste mi número? No recuerdo habértelo dado...

—Ah, siento eso. Se lo pedí a Jiro-san.

¿Jiro? Qué extraño...

—¿Mmm? ¿Extraño? —repetí sin entender.

Sí. Es que le dije que por nada en el mundo te lo diera.

—¿Qué? ¿En verdad? —tartamudeé.

—Sí. Le dije que aún si fuera una cuestión de vida o muerte no quería que su molesta hermana tuviera mi número.

—¿Hablas en serio? —ella soltó una sonora carcajada antes de responderme.

Sólo míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora