Capítulo 5
Cuatro horas antes de lo calculado, la "Estrella de plata" aterrizó en los hangares de la ciudad de Belladet, una de las capitales del planeta Helena. La comitiva de Helstrom descendió, y tal y como era de esperar, lo primero que les dio la bienvenida fue la alta temperatura del planeta.
Helena, a diferencia de Sighrith, era un planeta muy cálido en el que ni tan siquiera durante la noche se bajaba de los cuarenta grados. Por suerte, Ana iba preparada. Atrás quedaban ya los abrigos y los ropajes de invierno; ahora, en su lugar, vestía ropas frescas y cómodas, con tirantes en vez de mangas largas y pantalones mucho más finos.
Leigh, Maggie, Elim, Marcos, Alexius y ella recorrieron el hangar sin prestar demasiada atención a cuantos les rodeaban. Además de su nave, otras tantas llegaban y partían continuamente con sus respectivas tripulaciones. En la mayoría de los casos se trataba de transportes de carga, tanto de suministros como de minerales y combustibles, aunque también había alguna que otra nave de pasajeros y de la flota planetaria.
—Este no es un planeta monárquico como el tuyo, Ana —explicó Helstrom en voz baja mientras pasaban frente a una nave amarilla y púrpura alrededor de la cual había varias bellator uniformadas con los mismos colores—. Aquí es una Parente quien gobierna. Su nombre es Signy Larsen, y es poderosa. Está muy bien posicionada dentro de Tempestad y tiene bajo sus órdenes, además del ejército planetario, a una división entera de bellator.
—Está bien protegida entonces.
—Mucho. Al ser planeta fronterizo se ha invertido mucho en la seguridad. Como ya dije antes, debemos ser cuidadosos. A no ser que os exijan lo contrario, no digáis nada.
Ascendieron al nivel superior, dejando la pista de aterrizaje atrás. Allí, repartidos en distintos cubículos, los mostradores de llegada aguardaban a los visitantes con los sistemas de escaneo preparados para el registro. Alexius y los suyos se encaminaron hacia el único que estaba vacío y se detuvieron ante el monitor.
Frente a ellos, con dos bellator a cada lado, había un arco de seguridad.
—Dadme vuestras identificaciones —pidió Alexius con tranquilad—. En cuanto os lo diga, id cruzando el arco, ¿de acuerdo? No hace falta que dejéis vuestras pertenencias. En teoría, si no lleváis nada prohibido encima, no debería activarse.
—¿Y qué pasa si se activa? —preguntó Elim con incomodidad. De los seis, él parecía el más nervioso—. ¿Nos registrarán?
—Tú lo has dicho, amigo. —Leigh le pasó el brazo por el hombro y señaló a las dos mujeres del arco con el mentón—. ¿Ves a esos dos bombones de ahí delante? Pórtate mal y ellas te darán un par de azotes...
Alexius recogió las identificaciones falsas que habían preparado para el viaje y las fue introduciendo en la máquina para realizar los registros. Siempre que realizaba aquel proceso se mantenía alerta, y más si había guardias por los alrededores, pero tal y como solía ocurrir, no tuvieron problemas. Uno a uno, todos fueron atravesando el arco hasta que, llegado su turno, se unió a ellos. Antes de abandonar el lugar, sin embargo, Ana se tomó unos segundos para contemplar a las guerreras que custodiaban la zona. Sorprendentemente, todas eran mujeres. En su mayoría eran jóvenes, de entre veinte y cuarenta años, aunque también había alguna algo mayor. No había nada escrito respecto a cómo debían llevar el pelo; unas lo llevaban largo, otras corto, pero siempre recogido y apartado del rostro. Lo único que compartían, además del uniforme amarillo y violeta, era una sorprendente anomalía que la coraza dorada que llevaban evidenciaba: les faltaba el seno derecho.
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Dama de otoño - 2nda parte
Ciencia FicciónDespués de la invasión de su planeta natal y de caer en manos de Mandrágora, Ana Larkin regresa diez meses después de su huida in extremis del bastión del rex del sector Scatha para dar respuesta a las preguntas que tanto la atormentan. Segunda part...