Capítulo 23

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Capítulo 23



—¿Nigromancia? ¿De verdad ha dicho eso? Vaya, una de dos, o ese tal Tiamat está totalmente loco, o tenemos serios problemas. Personalmente me decanto por la primera opción, pero nunca se sabe. Hay quien dice que existen razas alienígenas más sabias que la Humanidad.

Se encontraban en una de las cubiertas de observación, acomodados sobre cajones de suministros cerrados. Sobre ellos, en forma de círculo, varios mamparos abiertos les dejaban ver las estrellas. Aquella cubierta no era demasiado popular entre los residentes de la "Pandemonium", pues durante las primeras jornadas de viaje siempre estaba llena de cajas y bidones, pero Leigh la consideraba la más tranquila. Así pues, tras cenar con el resto de agentes y los maestros en uno de los salones, Leigh y su mascota, Ana, Maggie y Elim se habían retirado para disfrutar de unas cuantas horas de tranquilidad antes de acostarse.

—¿Qué es eso de la nigromancia? —preguntó Elim, con los brazos cruzados tras la nuca y un cigarrillo en los labios. Al igual que Maggie, el joven bellum estaba tumbado sobre una voluminosa caja precintada en cuyo interior creían que había latas de aceite—. Suena antiguo.

—Eso es lo de los muertos, hombre —exclamó Dawson a su lado, con los ojos cerrados. Después de un día entero de entrenamiento en el gimnasio junto a Torres, Havelock y varios de sus hombres, la mujer estaba agotada—. Los que roban los cadáveres para experimentar.

—¿Hay gente que roba cadáveres? —preguntó Ana con repulsa, impresionada—. ¿¡Quién querría hacer algo tan atroz!?

Los dos soldados intercambiaron una mirada llena de diversión a la que Leigh no tardó en unirse. A pesar de llevar un año con ellos, viviendo una vida totalmente fuera del ámbito en el que hasta entonces se había movido, Ana seguía descubriendo cosas que la dejaban boquiabierta.

—¡Que inocente es usted, Alteza! —exclamó Elim en tono burlón—. Pues claro que se roban cadáveres: ¿de qué te crees que es la carne en lata? ¿De cordero? —Soltó una carcajada—. ¡De muerto!

Los cuatro rieron ante la ocurrencia del menor de los soldados. Tilmaz estaba exagerando, desde luego, pero no mentía al asegurar que existía dicha práctica.

—Es cierto que se utiliza en laboratorios clandestinos, para estudios y todo tipo de prácticas prohibidas. Para eso y para el robo de órganos y tejido, claro —explicó Leigh, retomando la palabra—. Pero no, la nigromancia es otro tipo de práctica. ¿Cómo podría explicarlo con términos que podáis entender...?

—¿Nos estás llamando tontos, Don Charlas? —le reprendió Elim, y volvió a reír—. Que te den.

—¿Don Charlas? —Leigh parpadeó con perplejidad—. ¿¡De dónde demonios sale eso!?

—Bah, da igual, hombre. —Ana le rodeó los hombros con el brazo y lo atrajo hacia ella, para darle un rápido beso en la mejilla. El simio saltó entonces sobre su cabeza, celoso por la falta de atención, y empezó a darle suaves tirones del pelo hasta que la joven decidió rascarle el cuello—. Explícanos eso, vamos. Tiamat dijo que era una especie de arte, una práctica extraña con cánticos ceremoniales, sangre, muerte, símbolos extraños, alquimia... —Alzó la vista hacia las estrellas, en busca del recuerdo pertinente. Tiamat había empleado muchísimas palabras para intentar explicar el significado de nigromancia. Palabras que, en su mayoría, no había entendido, pero recordaba algunas—. No sé, ha dicho muchas cosas.

Leigh se convirtió en el centro de atención. Elim apagó el cigarro, seguramente para que el humo no le nublase la visión, mientras que Maggie decidió abrir los ojos e incorporarse. A pesar del tono jocoso de la conversación, los cuatro eran plenamente conscientes de la gravedad de lo que estaba sucediendo, y no querían perder detalle.

Dama de otoño - 2nda parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora