Capítulo 2: Primos idiotas y gimnasio.

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¿Qué acaba de pasar?

Los engranajes en mi cabeza siguen intentando procesar lo que acaba de ocurrir hace minutos atrás. Por ahora lo único que he logrado entender es que me atraparon in fraganti saliendo del salón de cine con una cinta perteneciente al profesor Arwell y que quien me atrapó es una chica que reconozco como Vanessa Wells, y que además me pidió una cita a cambio de no decir nada.

¿En serio eso acaba de ocurrir?

A ver, rebobinemos: me atraparon en medio de un delito ―un hurto menor, pero delito al fin y al cabo―, hablé con una chica y ésta me pidió una cita que serviría como pago a su silencio.

Nop, sigo sin comprender en qué universo todo esto es posible.

― ¿Qué sabes sobre Vanessa Wells? ― le pregunto a Roman sin apartar mi vista de la pantalla de televisión donde nos encontramos jugando con la PlayStantion 4.

― ¿Vanessa Wells? ― reafirmo con un sonido de garganta ―. Su nombre completo es Vannessa Clarieth Wells Monroe, tiene 21 años, cursa el último año de Arte dramático, buenas calificaciones, personalidad alocada, vive en un departamento con su mejor amiga Maddison Wallace ― dice todo esto como si hablara del clima. Me sorprendería de no saber que mi querido primo tiene memoria eidética, o como es conocido por muchos: memoria fotográfica. Además de una irremediable curiosidad.

― ¿Por qué el interés? ― ahora pregunta él. Salta del sofá y comienza a vitorear cuando anota un gol que le da la victoria, el juego termina 5 a 3 en penales ―. ¡En tu cara, primito! Nadie le gana al mejor jugador del mundo, es decir a mí ― se señala con gesto de soberbia, ruedo mis ojos negando.

― Te dejé ganar.

― Claro que no ― resopla dejando el joystick junto al mío en la mesa ratonera a los pies del amplio sofá color café en donde nos encontramos.

― Si creer eso te hace feliz ― me encojo de hombros.

Roman además de ser un mal perdedor, es un pésimo ganador.

― Idiota.

Río para dejarle en claro que simplemente le estoy tomando el pelo.

― No contestaste a mi pregunta ― me recuerda sentándose de nuevo, le da un sorbo a su lata de Coca-cola.

Rasco mi nuca, dudando si debo decirle o no. No es que crea que él me va a ir a delatar con el profesor Arwell, sino que se pondrá pesado cuando le diga lo que me propuso aquella chica.

― Me invitó a salir ― digo velozmente, igualmente sé que me entendió.

Me doy cuenta que fue mala idea decirle eso justo cuando le acababa de dar un sorbo a su refresco, terminó por escupirlo todo, salpicando así su camisa, su pantalón, y también parte del mío.

Decimos al mismo tiempo:

― ¡¿Qué?!

― Asco.

Su expresión es de completa conmoción y la mía es de puro desagrado por tener su saliva sobre mí.

― A ver, a ver, a ver. Explícame, Will ― se seca la boca bruscamente dejando la lata en la mesa, todo eso sin apartar su mirada de la mía.

― No lo sé bien ― suspiro pasando una mano por mi cabello con frustración.

― ¡Pero cuéntame, idiota! ― exige en un reclamo.

Procedo a narrarle todo lo ocurrido sin omitir absolutamente nada. No abre la boca sino hasta que culmino.

― Este es un hecho para la historia ― ríe alegre ―. Hay que celebrar ― toma los refrescos y me extiende el mío, frunzo mi entrecejo recibiendo la lata con clara confusión.

― ¿Celebrar qué?

― ¿Es que acaso no te diste cuenta? ¡Le gustas! ― expresa con emoción. Le lanzo una mirada severa ―. ¿Qué? No me mires como si me hubiera salido otra cabeza o como si te dijera que las pirámides las hicieron los extraterrestres.

― Pues es que estás diciendo una tontería ― me defiendo ―. Lo que dices es imposible ― agrego dejando la lata de nuevo en la mesa, me imita.

― Qué cabeza dura eres, hombre ― vuelca sus ojos ―. ¿Por qué no puedes creer que una chica guapa quiera salir contigo? ― se cruza de brazos pareciendo algo molesto.

― Sabes por qué.

Suspira.

― No puedes vivir en el pasado, Will.

Niego con mi cabeza, queriendo dejar ese tema eso de lado.

― Además, las chicas como ella no le gustan los chicos como yo. Ellas quieren un hombre fuerte, guapo, seguro de sí mismo e inteligente.

― Eres inteligente, Will. Y estoy seguro de que muchas chicas te consideran atractivo.

― ¿Cómo lo sabes? ― enarco mis cejas.

― El único que no se da cuenta de eso eres tú, idiota ― me da un zape, me quejo mirándolo con molestia ―. No me mires así, te lo tienes merecido. A ver si así despiertas.

― Agradece que no me gusta la violencia.

Se ríe con mofa.

― Aun si fueras agresivo, te vencería, primito ― dice con completa seguridad en sus palabras. Simplemente ruedo mis ojos con fastidio ―. Y como iba diciendo, si es sobre que le gustan los hombres fuertes pues eso se arregla con un gimnasio.

Niego rápidamente.

― Yo paso.

― ¡Vamos! Te hará bien. Te dará seguridad ― insiste ―. ¿O es que quieres llegar virgen a los cuarenta?

― No, pero...

― Nada de peros. Te inscribirás al gimnasio y listo.

Bufo, sabiendo que no podré quitarle esa tonta idea de la cabeza. Me llama cabeza dura pero parece que es hereditario. Roman a veces puede llegar a ser un verdadero dolor en el culo.

― Como digas.

― Vas a ver como todas las chicas van a babear por ti como lo hacen por mí.

Río entre dientes.

― Diablos, Roman. Tu soberbia un día de estos me va a dejar sin aire.

― Muy gracioso ― ironiza ―. Igual irás.

― Lo sé ― murmuro con malagana.

Tengo un mal presentimiento de todo esto. Me gusta mi vida como es, no necesito tener la atención de tantas chicas. Claramente algún día espero tener una familia, pero sé que la mujer con la que me case será una que me ame con todos mis defectos y virtudes. Pero bueno, por esta vez le daré el gusto a mi primo de "ayudarme", tal vez así deje de molestar. Eso espero, aunque eso sería un real milagro.





Estos caps son como más largos que los de "Donde Estés" pero bueno... Quiero dedicar este capítulo a una personita que siempre está pendiente de mis historias, a la que quiero un montón y ella lo sabe; este cap es para ti, mi niña buena <3

Will en multimedita *-*

Dejarse Llevar [Trilogía Buenos Amores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora