Hoy es la dichosa cita con Vanessa y voy a ser sincero, estoy sumamente nervioso. Mis manos sudan, mi corazón parece uno de los autos de Rápido y Furioso y simplemente no consigo quedarme quieto.
En un mensaje, me propuso que la cita fuera en un pequeño parque con juegos. Al ser Sábado, el lugar se encuentra algo lleno para el espacio que conforma el Amazing Park.
Las personas se movilizan con sonrisa y expresiones de alegría. Miro de nuevo la hora en mi teléfono, sopesando que tal vez no vendrá y que esto fue en verdad -como esperaba- una broma de mal gusto. Incluso cuando se lo conté a Roman, pensó que bromeaba. Aunque luego de eso me insistió que me vistiera bien y me dio una "clase de cómo ser una buena cita". A veces dudo que sea pariente mío. En fin, sintetizando, me dijo lo que se supone que se debe y no hacer en una cita. ¡Y declaró que debo besarla al final! Creo que el chico se droga a escondidas. ¿Cómo piensa que yo podría hacer eso? La sola idea me altera hasta la última médula de mis nervios y me causa mareo. Sé que suena patético que un chico tema besar a una chica, pero desgraciadamente es así.
Sí, soy una vergüenza para el sexo masculino.
Guardo mi teléfono celular en mi pantalón, deslizo mis manos por mi camisa blanca para quitar el resto de sudar de éstas.
¡Diablos! En serio estoy muy nervioso.
― Estaba pensado en seguir mirándote esperarme detrás de esa tienda, pero me pareció que ya sería muy cruel ― dice una voz a mis espaldas.
Aspiro aire hondo, armándome de valor, y entonces giro sobre los talones para poder enfrentarla. Mis ojos no tardan en detallar si vestimenta. Lleva una camisa sin mangas de color azul intenso y al igual que sus jeans claros, abrazan muy bien su silueta. Lo que más me sorprende es que su cabello ahora llega sólo hasta rozar sus hombros. Debo decir que sigue viéndose hermosa.
Y esos son los tipos de pensamientos que nunca pronunciaré en voz alta sin tartamudear como idiota.
― ¿Estabas viéndome? ― consigo decir.
Sonríe abiertamente.
― De hecho, te vi llegar.
Es decir que llegó antes que yo. Vaya.
― Oh.
― Sí, oh ― ríe. Se acerca, acortando la distancia entre ambos ―. ¿Listo?
― Sí.
― Entonces, andando ― me guiña un ojo.
Antes de que lo espere, toma mi mano y me insta a seguirla por el lugar lleno de personas, supongo que hacia uno de los juegos.
No voy a negarlo, al principio estoy tan tenso que mis movimientos parecen robóticos, de hecho ella llega a señalizar ese hecho con cierta diversión. Pronto me doy cuenta del aura despreocupada que desprende Vanessa, de hecho pareciera como si nada le preocupara, aunque no sé si eso es una fachada.
― Okey. Lección aprendida. Eres pésimo en este juego ― ríe de forma melodiosa.
No me siento ofendido porque es verdad. De los tres intentos que me dieron para acertar al blanco, ninguno dio siquiera cerca de él. En cambio, sonrío.
― Vaya. ¿Siempre es así de difícil sacarte una sonrisa? ― cuestiona ladeando su rostro.
―No ― niego ―. Es sólo que...
― ¿Te pongo nervioso? ― tienta a preguntar al notar mi mutismo.
Sacudo mi cabeza de manera casi imperceptible. Por un momento pienso que se burlará, como lo haría cualquiera. Incluso su sonrisa me hace creerlo. Más sus siguientes palabras me toman por sorpresa.
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Dejarse Llevar [Trilogía Buenos Amores #2]
Historia Corta― ¿Qué haces? ― Na-nada. ― Ajá, y yo nací ayer. Déjate de excusas, muñeco. Te atrapé. ― Por favor, no le digas nada a nadie. ― No lo haré...con una condición. ― ¿Cuál? ― Que salgas conmigo. ― ¿Qué?