Espero con paciencia a que mi amigo decida tocar el número en la caja metálica, vivimos en el tercer piso y aun así el tonto insistió en que fuéramos por el ascensor del edificio. Venimos de una "tarde de primos", que consistió básicamente en ejercicio en el gimnasio, darnos una ducha allá, pasear media ciudad ―sin exagerar― para terminar comprando una bolsa de papas fritas junto con una malteada ―adiós, horas de gimnasio―, para al fin volver aquí. Si hubieran escuchado sus molestas y repetitivas insistencias para que aceptaran, entendería porque accedí a tal estupidez de "tarde de primos".
― Te estás comportando muy patético. Subamos las escaleras y ya ― insisto, cruzo mis brazos sobre mi pecho ―. ¿No eres tú el que dice siempre que hay que buscar una excusa para mantenerse en forma?
Imita mi pose.
― Lo digo, pero cuando hay una chica enfrente ― enfatiza a lo que ruedo mis ojos reprimiendo mi sonrisa.
― Además, volvimos a recuperar las calorías que perdimos.
― No las perderemos igualmente si sólo subimos las escaleras, Will ― alega con obviedad.
― Sé que están tramando algo.
― Eres un pesado ― suspira negando ―. ¿Puedes obedecer sin reprochar, sólo por hoy?
Río entre dientes.
― ¿Quieres también que finja sorpresa?
Bufa cual caballo gruñón
― Agh. No sé cómo Vanessa te soporta ― murmura, no le respondo polo que finalmente se digna en presionar el botón haciendo que las puerta se cierran.
La sensación del ascensor subiendo se compara con la emoción que trepa por la boca de mi estómago. Obviamente que los chicos están tramando algo, es mi cumpleaños número 24, es entendible. Estoy cien por ciento que se trata de una "fiesta sorpresa".
― La falta de sexo te hace ser un cascarrabias, ¿quién lo diría?
Suelto una carcajada cuando me dirige una mirada asesina, su entrecejo fruncido acentúa su disgusto ante mis palabras.
― Vete al diablo ― masculla.
Desde hace unos meses Roman está coladito por una chica que parece no caer en sus encantos -según sus palabras-; él chico ni siquiera mira a otra, siempre es "Arline esto, Arline lo otro". Y eso obviamente lo tiene frustrado, porque no puede sacársela de la cabeza y por la falta de acción. Lo peor es que el idiota todavía no admite que está enamorado de la chica.
― Espero que la hayas invitado hoy ― digo sonriendo petulante.
― Espero que cierres la boca si quieres llegar vivo a tu cumpleaños número veinticinco ― réplica y enarco una ceja.
― Quiero verte intentarlo ― lo reto, poniéndome en posición de defensa.
Finalmente suelta una risa floja, relajándose. Niega pasando una mano por su cabello castaño.
― No. Mejor no porque si te mato luego Vanessa me mata a mí. Y a esa sí le tengo miedo - ríe entre dientes. Río también.
― Miedoso.
― Claro, como si tú no le tuvieras.
Las puertas se abren en el momento en que pronuncia esas palabras. Caminamos hasta la puerta de nuestro "nuevo" departamento. En eso también Roman se toma una exagerada paciencia, supongo que esta vez es por venganza porque me sonríe de lado. Gira el pomo de la puerta y la empuja para poder darme una libre visión de lo que sucede adentro.
ESTÁS LEYENDO
Dejarse Llevar [Trilogía Buenos Amores #2]
Nouvelles― ¿Qué haces? ― Na-nada. ― Ajá, y yo nací ayer. Déjate de excusas, muñeco. Te atrapé. ― Por favor, no le digas nada a nadie. ― No lo haré...con una condición. ― ¿Cuál? ― Que salgas conmigo. ― ¿Qué?